OPINIÓN| Por: Jesús Vallejo Mejía | Publicado: noviembre 21, 2018
“Las
últimas encuestas muestran que en la opinión pública ha cundido el desánimo en
torno de la gestión del presidente Duque.”
“Para nadie es un secreto que los medios más influyentes, sobre
todo en radio y televisión, le tienen inquina al presidente Duque, a quien le
trasladan la áspera enemiga que han profesado contra el hoy senador Uribe Vélez
y lo que él representa.”
Es un hecho
innegable que obedece a distintas causas, unas de ellas imputables a él mismo,
pero otras ajenas, si se quiere, a su voluntad, pues tocan con la herencia
desastrosa que legó su antecesor, con el espíritu subversivo de la oposición
petrista y con un ánimo morboso que se advierte en cierta prensa.
Conviene recordar a este propósito las
sabias palabras de Rafael Núñez: “La prensa debe ser antorcha y no tea, cordial
y no tósigo, debe ser mensajera de verdad y no de error y calumnia, porque la
herida que se hace a la honra y al sosiego es con frecuencia la más grande de
todas”.
Para nadie es un secreto que los medios
más influyentes, sobre todo en radio y televisión, le tienen inquina al
presidente Duque, a quien le trasladan la áspera enemiga que han profesado
contra el hoy senador Uribe Vélez y lo que él representa.
Hay que partir de la base de que Uribe
es Uribe y Duque es Duque, vale decir, que no obstante las relaciones que
median entre ambos, de cierto modo Uribe es el pasado, ciertamente inmediato,
mientras que Duque apunta hacia el futuro.
La obra de Uribe es histórica y merece
el reconocimiento de la ciudadanía, pero ya no estamos en el año 2002, sino en
el 2018, lo cual significa que prácticamente hay una nueva generación que
experimenta otras aspiraciones y ve las cosas de distinta manera.
Muchos de los nuevos electores apenas
habían nacido cuando Uribe libró su patriótica batalla contra la subversión
comunista, la que, mal que bien, hoy está en desbandada y completamente
desacreditada ante el pueblo. Es una culebra agonizante, así siga revolcándose
y tratando de morder. Lo que queda de ella son unas estructuras criminales que
tarde o temprano serán sometidas por la acción de las autoridades.
No obstante, a partir de ahí se han
producido unas mutaciones, unos cambios de piel, diríase que unas
reencarnaciones de las que Petro y sus compinches han tomado atenta nota. Esa
secta no avala hoy abiertamente los programas de las Farc y el Eln, que nos
ofrecen los infernales paraísos imperantes en Cuba y Venezuela, sino las
consignas de una nueva izquierda que se presenta como adalid de la lucha contra
la corrupción, de la promoción de las demandas más acuciantes de los sectores
populares y del progresismo que avanza hacia la transformación radical de la
sociedad en el sentido que predica el marxismo cultural. Todo ello se resume en
la engañosa divisa de la "Colombia Humana" que enarbola el pestilente
Petro.
El presidente Duque ha querido adaptarse
a los signos de estos tiempos. Para empezar, es hombre joven al que no se puede
vincular con el paramilitarismo, el narcotráfico, la politiquería o la
corrupción. Lo lógico sería que la juventud se identificara con él, si no
estuviera contaminada por el deletéreo espíritu de la nueva izquierda. Ha
adoptado, además, medidas audaces, como la de darle la mitad del gobierno a la
mujer, lo cual ameritaría su aplauso si la causa de su promoción tampoco
estuviera asociada con el feminismo radical de las "Gamarras" y
otras de su misma calaña.
Lo que cabe destacar en los primeros 100
días de su gobierno es la prudencia, el ánimo conciliador, su propósito de superar
la polarización que envenena el espíritu colectivo. Si no ha barrido al
santismo es porque piensa que en Colombia cabemos todos, con nuestros aciertos
y nuestros errores. No hay en sus acciones ánimo vindicativo.
Ello no quiere decir que sea de carácter
débil. Ha mostrado su fortaleza frente a la presión politiquera por los puestos
y los contratos, manteniendo su propósito de cero "mermelada" para
comprar apoyos en el Congreso, en los medios o en los gremios. También se ha
mostrado firme ante el Eln y sus apoyos en Cuba y Venezuela, a cuyos gobiernos
les ha reclamado vigorosamente por la protección que les brindan. No le ha
temblado la voz, además, para denunciar el régimen dictatorial que oprime al
sufrido pueblo venezolano.
No ignoro que se han cometido errores ni
que hay aspectos discutibles en estos primeros días de gestión presidencial,
pero hay que admitir que pocos mandatarios han encontrado circunstancias tan
poco propicias como el actual. Tal vez las actuales sean similares en cierta
medida a las que encontró en sus comienzos Misael Pastrana Borrero, quien supo
sortearlas con gran habilidad.
Hay que darle tiempo a Duque para que
muestre su casta y no atosigarlo con críticas que, todo lo bien intencionadas
que parezcan ser, conducen a demeritarlo ante la opinión y a alimentar, así sea
sin quererlo, la estrategia del caos que lidera Petro.
JESÚS
VALLEJO MEJÍA
Fuente: PERIODICO DEBATE - Colombia
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