OPINIÓN| Por: Marta Lucía Ramírez| Publicado: febrero 16, 2017
Mientras
la amnistía de los guerrilleros ya se tramitó a las carreras por el Congreso,
la legislación y condiciones que permitan solucionar la situación jurídica de
nuestros militares y policías investigados y de quienes estén condenados por la
justicia se encuentran congeladas.
El
capítulo de justicia contenido en el acuerdo de La Habana y la celeridad con la
que los temas derivados del mismo para favorecer a las Farc hacen tránsito en
el Congreso de Colombia...
y
las facultades que habilitaron al presidente Santos para legislar
sobre un sinnúmero de materias, demuestran que tanto la letra menuda del
acuerdo como su desarrollo normativo a punta de afanes y pupitrazos, con la
complacencia de la bancada de parlamentarios gobiernistas, están dirigidos a
lavar la cara y el prontuario a los integrantes de ese grupo para pavimentarles
su entrada a la toma del poder a través de la política, mucho más que a reducir
los riesgos de la impunidad por sus responsabilidades en crímenes de lesa
humanidad.
El tema se presentó inicialmente al país dentro del eslogan de que
“nada está acordado hasta que todo esté acordado”, pero el punto de justicia se
cerró sin modificación alguna, ni espacio para ajustarlo cuando quienes
integramos el NO, con posterioridad al plebiscito, quisimos contribuir a un acuerdo
bien hecho, que fortaleciera instituciones y no doblegara al Estado ni a la
sociedad frente a los intereses de ese grupo.
Hoy todo está consumado, o casi todo. Sin embargo, aún hay un
margen de seguimiento por la sociedad civil, la academia y los empresarios para
evitar que a través del fast track se consoliden las asimetrías de la
negociación.
Mientras la amnistía de los guerrilleros ya se tramitó a las
carreras por el Congreso, la legislación y condiciones que permitan solucionar
la situación jurídica de nuestros militares y policías investigados y de
quienes estén condenados por la justicia se encuentran congeladas. Si a los
guerrilleros no se les va a aplicar ninguna pena de reclusión, lo obvio sería
que ya se hubiera tramitado la libertad de los miembros de la fuerza pública
que llevan detenidos más de 5 años, tal como les prometieron, para obtener el
apoyo de la jerarquía castrense durante la negociación.
Cuántos soldados y policías, oficiales y suboficiales se encuentran
detenidos con procesos que han avanzado a paso de tortuga en la justicia
ordinaria durante 4 y 5 años, dizque porque la negociación traería la solución
integral a su situación. Cuántos condenados sin pruebas suficientes tienen
condenas de 40 años cuando los miembros de las Farc no han pasado, ni pasarán
un solo día detenidos.
Ante la asimetría que viven nuestros militares frente a la
guerrillerada que pronto saldrá a las calles a reclamar sus derechos y a apoyar
la protesta social que el acuerdo abre como forma de acción política de las
Farc y sus amigos, debemos alzar voces de apoyo para que la fuerza pública no
quede abandonada a su suerte en este momento de incertidumbre para la nación.
La fuerza pública está integrada por hombres y mujeres que deben
ver con desconcierto cómo más de 6.000 hombres investigados por operaciones
para proteger a todos los ciudadanos y evitar acciones de terrorismo, han sido
abandonados a su suerte.
Este es un espacio de opinión destinado a columnistas, blogueros,
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exclusivamente a los autores que ocupan los espacios destinados a este fin
y no siempre reflejan la opinión o posición de LA OTRA MITAD DE
LAS VERDADES A MEDIAS.
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