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Peláez y Gardeazábal agosto 1 de 2018
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Apaciguadores

Por: Rafael Nieto Loaiza
Mayo 02 de 2010

Los asuntos internacionales no eran objeto de debate electoral, la política internacional recibía el respaldo de todos los partidos políticos, y la definía el Presidente de la República. Esta campaña prueba que esas tradiciones han dejado de ser y no lo serán nunca más.

Para ser justos, la fractura se presentó hace algún tiempo. Recordemos las inoportunas visitas a Rafael Correa y al teniente coronel de al lado por parte de Samper y de Jaime Dussán...

entonces presidente del Polo. El ex presidente del 8.000 llegó a decir que las acciones del Gobierno colombiano generaban un ambiente de “pre-guerra” con Venezuela, en un ejercicio de inversión de responsabilidades que sólo puede venir de un caradura. Feliz de que Samper lo abrazara en plena crisis con Colombia, Chávez dijo que era “una de esas voces que hay que escuchar”. Y lo oyó, no cabe duda: ahora el chafarote se soltó la perla de que si Santos gana “podría provocar una guerra”.

Según algunos, la descarada intervención en los asuntos internos colombianos por parte del Mandatario venezolano (una violación, otra más, del derecho internacional) ayudará a Santos. Chávez es el personaje más impopular en el país junto con las Farc y, dicen, sus ataques fortalecen al ex Ministro.


No lo creo. Esas declaraciones tendrán, en el mejor de los casos, un efecto neutro en las preferencias electorales. Si antes Chávez era visto como un “loquito” tropical, hoy la gente valora mejor los peligros que tienen para nosotros él y sus quince mil millones de dólares gastados en armamento en los últimos cuatro años. La gente está, con razón, asustada. Y frente a la amenaza hay quienes prefieren, como los avestruces, esconder la cabeza bajo la tierra.


La versión sofisticada la dio Rudolf Hommes en su última columna. En ella, el brillante economista hace un elogio al apaciguamiento y a Chamberlain, el primer ministro responsable, en buena parte, de la Segunda Guerra Mundial, al contemporizar con Hitler y ceder una y otra vez a sus pretensiones expansionistas. Según Hommes, es el camino de Chamberlain el que hay que seguir para lidiar con Chávez. “Hay que hacerle caso a Mockus”, dice el ex Ministro, quien a su vez ha dicho que “admira” al venezolano. ¡Era lo que nos faltaba!


Olvida Hommes que Colombia no ha hecho cosa distinta que apostarle a la diplomacia y a la prudencia para lidiar con el de al lado. Que a las constantes agresiones verbales se ha respondido, con contadas excepciones, con el silencio. Que a las reiteradas violaciones al derecho internacional por vía del apoyo a las Farc y el Eln, a veces abierto y expreso y siempre soterrado y secreto, desde Miraflores, se ha hecho frente con invocaciones a las obligaciones internacionales de cooperar en la lucha contra el terrorismo. Que Colombia se ha negado a entrar en la carrera armamentista que Venezuela propone.


La diplomacia y la fuerza no se contraponen. Colombia tiene que seguir apostando sus cartas a la vigencia del derecho internacional pero, al mismo tiempo, está obligada a preparase frente a la eventual agresión de su vecino pendenciero y expansionista. La construcción de una capacidad disuasiva suficiente no es sólo un derecho, sino un deber. Entregarnos en las garras de Chávez no es el deseo de Mockus y de seguidores suyos como Hommes. Pero puede ser la consecuencia de sus propuestas de apaciguamiento. 

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