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Dic 10 de 1948
Peláez y Gardeazábal agosto 1 de 2018
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100 días del presidente Duque


OPINIÓN| Por: Carlos Felipe Mejía Mejía | Publicado: noviembre 21, 2018


“Han pretendido algunos círculos políticos y del periodismo nacional presentar como infructuosos los primeros cien días de ejercicio del presidente Duque, aprovechando el momento para endilgarle responsabilidades por causas heredadas del nefasto gobierno anterior.”

Articulan una estrategia de oposición oportunista incitando a la protesta violenta y perturbadora, mediante la utilización y la manipulación del justo reclamo, convirtiéndolo en agitación ejercida por grupúsculos subversivos o milicias urbanas.”

“Esta irresponsable actitud desestabilizadora, contrasta con el ánimo y la práctica del consenso del presidente Duque, manifestada en la promoción de las medidas anticorrupción, la invitación a lograr acuerdos en materia de reformas política y de justicia, en la garantía a la libre y soberana decisión del Congreso en el trámite de la agenda legislativa, así como en la de control político, no interfiriendo en la fallida moción de censura al Ministro de Hacienda.”

Cien días en los cuales ya se ha sentido con determinación un cambio fundamental prometido en campaña y por el cual votaron sus electores: se acaba la transacción con el Congreso mediante prácticas debajo de la mesa y a espaldas de la opinión pública. Es el principio para acabar por fin con el clientelismo perverso y la corrupción que se multiplicó geométricamente en el gobierno Santos. Está demostrando Iván Duque que con voluntad política y firme decisión se puede superar y resistir cualquier tipo de presión o de chantaje, ya lo decíamos en campaña que Duque tiene el más valioso y escaso de los patrimonios de un político, es un hombre decente.

Será enorme la diferencia y de trascendental significado la forma transparente como se tramitará la ley de financiamiento y las modificaciones de tipo tributario que ella conlleva. El Congreso en su autonomía y cumpliendo con su deber acogerá o negará lo que democráticamente se decida en comisiones y plenarias, deliberando a puertas abiertas y no en la forma como lo acostumbró el anterior gobierno, que impuso nocivas reformas tributarias, votadas a última hora, luego de reuniones a puerta cerrada con una sola bancada de gobierno en una feria de cupos, de contratos y trueques tras bambalinas. Este fin de año no tendremos imposición sino deliberación y la opinión púbica tendrá el respeto por sus opiniones, las cuales serán tenidas en cuenta por el Congreso que es el órgano decisorio.

El nuevo gobierno durante estos cien días ha logrado emprender con solidez programas y propuestas de política públicas de gran trascendencia: semilleros de propietarios en vivienda; cierre financiero de recursos para la salud y diseño del saneamiento de las deudas del sector; Estado Simple, Colombia Ágil para destrabar la administración pública; plan de energías renovables y digitalización de títulos mineros; colocación de 4 billones de créditos Finagro; proyecto para fortalecer y reestructurar las CAR; un nuevo Plan De Alimentación Escolar PAE y Generación E para fortalecer la educación púbica; 500 mil millones para vías terciarias; se implementa la Economía Naranja; se avanza con la modernización del sector de las TIC y se incauta la dosis mínima que comercializan los jíbaros, entre otros. Capítulo aparte merece para Caldas una partida inicial por $100 mil millones en el presupuesto 2019 para Aerocafé.

Si algunas de las propuestas contenidas en la reforma a la justicia y que son aspiraciones tanto del gobierno actual como de una gran mayoría de colombianos, no se ven viables en el avance de la agenda legislativa, va siendo hora de concretar estos cambios específicos, como la eliminación del Consejo Superior de la Judicatura, reformas a la JEP y al tribunal de aforados, mediante una constituyente popular y delimitada a aquellos aspectos concretos de la justicia en los cuales es un imposible el acuerdo interinstitucional para materializarlas. Este gobierno y el partido Centro Democrático no le temen al voto popular, se le respeta y se acata, por esto es posible considerar la convocatoria popular a la que se ha referido el presidente del Senado Ernesto Macías, y permitir al pueblo colombiano decidir democráticamente una reforma a la justicia que incluya las modificaciones a la justicia especial JEP, que hoy opera solo al servicio de las Farc, tal como se demuestra en el caso de la extradición del narcotraficante Santrich, desconociendo normas procedimentales del derecho internacional. El actual gobierno acepta las decisiones en democracia, actúa lejos de las prácticas dictatoriales de imponer medidas a cualquier precio, no acomoda artificialmente umbrales electorales, ni se roba plebiscitos ni elecciones. La señal clara de este nuevo gobierno es que se somete a las decisiones que se tomen voto a voto, tanto en el Congreso, como en todas las elecciones o a través de todo tipo de mecanismos de participación ciudadana constitucionales.

Cien días son muy pocos para evaluar un Gobierno, pero una cosa sí nos puede quedar clara y es que tenemos al frente del Estado a un presidente que trabaja incansablemente por esta Patria; con un extraordinario equipo de ministros elegidos por su capacidad técnica; que tiene las mejores intenciones de acertar para retomar el rumbo perdido; que como pocos tiene la autoridad moral para combatir la corrupción el peor mal del país; que quiere generar consensos para cumplir su promesa de construir entre todos un mejor futuro. Pero que no se equivoquen quienes creen que el ánimo conciliador de Duque es sinónimo de debilidad. Si no le ha temblado la mano para poner en su sitio al dictador venezolano y exponer ante el mundo la tragedia de la diáspora venezolana, de la misma manera lo hará cuando la situación lo amerite. A Duque le faltan 45 de 48 meses, es decir le falta todo, es el momento de rodearlo y apoyarlo; no le hagamos el juego a esa izquierda socialista y recalcitrante que quiere incendiar a Colombia, porque tienen claro que es en medio de la anarquía y el caos que pueden llegar al poder en 2022. Ahorrémonos esa pesadilla de la que salieron milagrosamente Argentina y Brasil, pero se perpetúa en Cuba y Venezuela.

La Patria, Manizales, 20 de noviembre de 2018.

 CARLOS FELIPE MEJÍA



Este es un espacio de opinión destinado a columnistas, blogueros, comunidades y similares. Las opiniones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores que ocupan los espacios destinados a este fin y no siempre reflejan la opinión o posición de LA OTRA MITAD DE LAS VERDADES A MEDIAS.



¿A quién queréis: a Duque o a Petro?


OPINIÓN| Por: Jesús Vallejo Mejía | Publicado: noviembre 21, 2018

“Las últimas encuestas muestran que en la opinión pública ha cundido el desánimo en torno de la gestión del presidente Duque.”


Para nadie es un secreto que los medios más influyentes, sobre todo en radio y televisión, le tienen inquina al presidente Duque, a quien le trasladan la áspera enemiga que han profesado contra el hoy senador Uribe Vélez y lo que él representa.
Es un hecho innegable que obedece a distintas causas, unas de ellas imputables a él mismo, pero otras ajenas, si se quiere, a su voluntad, pues tocan con la herencia desastrosa que legó su antecesor, con el espíritu subversivo de la oposición petrista y con un ánimo morboso que se advierte en cierta prensa.

Conviene recordar a este propósito las sabias palabras de Rafael Núñez: “La prensa debe ser antorcha y no tea, cordial y no tósigo, debe ser mensajera de verdad y no de error y calumnia, porque la herida que se hace a la honra y al sosiego es con frecuencia la más grande de todas”.

Para nadie es un secreto que los medios más influyentes, sobre todo en radio y televisión, le tienen inquina al presidente Duque, a quien le trasladan la áspera enemiga que han profesado contra el hoy senador Uribe Vélez y lo que él representa.

Hay que partir de la base de que Uribe es Uribe y Duque es Duque, vale decir, que no obstante las relaciones que median entre ambos, de cierto modo Uribe es el pasado, ciertamente inmediato, mientras que Duque apunta hacia el futuro.

La obra de Uribe es histórica y merece el reconocimiento de la ciudadanía, pero ya no estamos en el año 2002, sino en el 2018, lo cual significa que prácticamente hay una nueva generación que experimenta otras aspiraciones y ve las cosas de distinta manera.

Muchos de los nuevos electores apenas habían nacido cuando Uribe libró su patriótica batalla contra la subversión comunista, la que, mal que bien, hoy está en desbandada y completamente desacreditada ante el pueblo. Es una culebra agonizante, así siga revolcándose y tratando de morder. Lo que queda de ella son unas estructuras criminales que tarde o temprano serán sometidas por la acción de las autoridades.

No obstante, a partir de ahí se han producido unas mutaciones, unos cambios de piel, diríase que unas reencarnaciones de las que Petro y sus compinches han tomado atenta nota. Esa secta no avala hoy abiertamente los programas de las Farc y el Eln, que nos ofrecen los infernales paraísos imperantes en Cuba y Venezuela, sino las consignas de una nueva izquierda que se presenta como adalid de la lucha contra la corrupción, de la promoción de las demandas más acuciantes de los sectores populares y del progresismo que avanza hacia la transformación radical de la sociedad en el sentido que predica el marxismo cultural. Todo ello se resume en la engañosa divisa de la "Colombia Humana" que enarbola el pestilente Petro.

El presidente Duque ha querido adaptarse a los signos de estos tiempos. Para empezar, es hombre joven al que no se puede vincular con el  paramilitarismo, el narcotráfico, la politiquería o la corrupción. Lo lógico sería que la juventud se identificara con él, si no estuviera contaminada por el deletéreo espíritu de la nueva izquierda. Ha adoptado, además, medidas audaces, como la de darle la mitad del gobierno a la mujer, lo cual ameritaría su aplauso si la causa de su promoción tampoco estuviera  asociada con el feminismo radical de las "Gamarras" y otras de su misma calaña.

Lo que cabe destacar en los primeros 100 días de su gobierno es la prudencia, el ánimo conciliador, su propósito de superar la polarización que envenena el espíritu colectivo. Si no ha barrido al santismo es porque piensa que en Colombia cabemos todos, con nuestros aciertos y nuestros errores. No hay en sus acciones ánimo vindicativo.

Ello no quiere decir que sea de carácter débil. Ha mostrado su fortaleza frente a la presión politiquera por los puestos y los contratos, manteniendo su propósito de cero "mermelada" para comprar apoyos en el Congreso, en los medios o en los gremios. También se ha mostrado firme ante el Eln y sus apoyos en Cuba y Venezuela, a cuyos gobiernos les ha reclamado vigorosamente por la protección que les brindan. No le ha temblado la voz, además, para denunciar el régimen dictatorial que oprime al sufrido pueblo venezolano.

No ignoro que se han cometido errores ni que hay aspectos discutibles en estos primeros días de gestión presidencial, pero hay que admitir que pocos mandatarios han encontrado circunstancias tan poco propicias como el actual. Tal vez las actuales sean similares en cierta medida a las que encontró en sus comienzos Misael Pastrana Borrero, quien supo sortearlas con gran habilidad.

Hay que darle tiempo a Duque para que muestre su casta y no atosigarlo con críticas que, todo lo bien intencionadas que parezcan ser, conducen a demeritarlo ante la opinión y a alimentar, así sea sin quererlo, la estrategia del caos que lidera Petro.

JESÚS VALLEJO MEJÍA

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A los cien días…


OPINIÓN| Por: Rafael Nieto Loaiza | Publicado: noviembre 18, 2018

“El Presidente inició su período con un 54% de favorabilidad, es decir, con el mismo apoyo que tuvo en la segunda vuelta.


Reflexiones hechas con el único ánimo de contribuir al entendimiento de la compleja situación del gobierno. El éxito de Iván Duque es vital para Colombia, para el Centro Democrático y para nosotros, y tenemos que trabajar sin descanso para el mismo. 

El Presidente inició su período con un 54% de favorabilidad, es decir, con el mismo apoyo que tuvo en la segunda vuelta. Es inusual. Lo normal es que el presidente electo crezca en el período que va entre su elección y el día de posesión. Que tal cosa no haya ocurrido con Duque muestra que la sociedad está altamente polarizada y que quienes no votaron por él tiene muy baja disposición a apoyarlo. Como consecuencia, inicia el 07 de agosto con el mismo respaldo que tenía al ser electo.

Entre el 7 de agosto al 17 de noviembre, la favorabilidad de Duque se cae al 27%, pierde la mitad de su apoyo. Como el Presidente no había crecido en respaldo desde su elección, debe entenderse que los apoyos perdidos están entre sus votantes. En otras palabras, ese 50% de favorabilidad que perdió son de “duquistas” de la segunda vuelta, no entre la izquierda radical ni moderada, ni entre los liberales, de la U y de Cambio que no votaron por él. Esos nunca lo apoyaron, como muestran las encuestas del inicio del gobierno. La erosión se produce dentro de sus votantes. ¿Por qué?

Primera, el Gobierno no tiene gobernabilidad en el Congreso como resultado de la composición del Gabinete y la designación de cargos en el segundo nivel. Solo hay cinco ministros con alguna representación política: dos del Centro Democrático (Cancillería y Trabajo), dos uribistas (Interior y Defensa) y una de Martha Lucía (Transporte). Los otros son puros técnicos, algunos de los cuales ni siquiera conocían a Duque cuando fueron designados en sus cargos. Como consecuencia, dos partidos aliados en la segunda vuelta declararon su independencia (Cambio y Liberal), el Conservatismo y la U se sienten sub representados, y en el Centro Democrático hay una mezcla de frustración y desconcierto porque entre muchos de sus miembros existe la sensación de que eligieron Presidente pero no tienen gobierno y de que sus competidores, aliados de Santos, se quedaron con porciones importantes de la burocracia, vía ratificación o nombramientos, sin que a cambio apoyen al Gobierno.  Al final, Duque no cuenta con mayorías en el parlamento.

Segunda, en el Gobierno hay algunos con una fuerte resistencia a la “política”, como resultado de la marcada característica técnica del Gabinete y de una equivocada extensión del concepto de “mermelada” a la representación política. Por un lado, los técnicos tienden a subestimar los costos políticos de sus decisiones o a no considerarlos. Si además han estado lejos de las campañas, no conocen las promesas hechas ni las motivaciones de los electores. Ni les importan. Como resultado, no consideran los impactos que tendrán sus decisiones entre los votantes. Por el otro, una cosa es el clientelismo y otra muy distinta la representación política (la representación política es indispensable en los gobiernos de coalición). Si se confunden, se tenderá a mirar con desprecio a los políticos y, por tanto, a enajenar su apoyo. Los gobiernos deben rechazar la politiquería, pero deben hacer “política” en el sentido más profundo de la palabra.

Tercera, el Gobierno carece de un relato en torno del cual se articulen las decisiones gubernamentales y al cual puedan conectarse racional y emocionalmente los electores. El de Uribe estaba en la seguridad democrática. El de Santos en “la paz”. Equidad, legalidad y emprendimiento son conceptos complejos y difusos. Se necesita aterrizarlos en una narrativa común y única, fácil de comprender para todos. Y desde ahí articular la estrategia de comunicación.

Cuarta, hay dos promesas incumplidas de campaña que han generado profundo malestar. El aumento de impuestos, en particular la extensión del IVA a la mayoría de la canasta familiar, y no impulsar modificaciones sustantivas al acuerdo con las Farc. La primera molesta a la inmensa mayoría de los ciudadanos. La segunda, al núcleo uribista de los electores de Duque.

Quinta, una oposición sumamente agresiva y mentirosa que tiene como estrategia doble tomarse las calles y culpar a Duque de lo que solo ha heredado de Santos.

La comprensión del problema permitirá las soluciones, con la ventaja de que Duque es sumamente inteligente y trabajador y muy cercano a los ciudadanos.

RAFAEL NIETO LOAIZA


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LA ESTRATEGIA DEL CAOS


OPINIÓN| Por: Abelardo De La Espriella | Publicado: noviembre 18, 2018

Gustavo Petro y las hordas de energúmenos que dirige no buscan el bienestar de la Nación ni tampoco una educación de mejor calidad

El discurso sobre la necesidad de un mejor sistema educativo es la mampara detrás de la que se ocultan los protervos intereses del incendiario Gustavo Petro: quien, en sus tiempos de guerrillero buscaba derrocar al gobierno legítimamente constituido por la vía armada


Gustavo Petro y las hordas de energúmenos que dirige no buscan el bienestar de la Nación ni tampoco una educación de mejor calidad; ¡qué va!; pretenden exactamente todo lo contrario: incentivar el caos y la anarquía para a la postre obligar a renunciar al presidente, echándole a este encima gran parte de la opinión pública y atiborrándolo de problemas y marchas que bloqueen la acción estatal, con el fin de hacerlo ver como el gobernante incompetente que claramente Duque no es.

El discurso sobre la necesidad de un mejor sistema educativo es la mampara detrás de la que se ocultan los protervos intereses del incendiario Gustavo Petro: quien, en sus tiempos de guerrillero buscaba derrocar al gobierno legítimamente constituido por la vía armada, ahora retorna a sus andanzas de antaño, combinando, muy a la usanza comunista, todas las formas de lucha. Poco le importa al jefe de la “Colombia Humana” el futuro de esta patria adolorida. Lo de Petro es el poder a como dé lugar, para ejecutar a pie juntillas la larga lista de venganzas que un alma atormentada y resentida como la suya alberga.

He insistido hasta la saciedad, en esta columna de opinión, que nada logra quien busca contemporizar con sus antagonistas naturales. Al final del ejercicio, cualquier acto de grandeza será entendido como una manifestación de debilidad (así es la condición humana, o la falta de ella, si se quiere). La actitud conciliadora e incluyente del presidente Duque de seguro funciona muy bien en Finlandia, pero de poco sirve en estas tierras olvidadas. No importa, para los golpistas en ciernes, que Duque reciba un país quebrado y una educación desfinanciada, gracias a los desmanes del bandido de Santos: no hay razones que valgan para aquellos a los que no les interesa la verdad.

A la lista de supuestos “estudiantes desesperados”, se sumarán las organizaciones sociales, campesinas y territoriales. Ya se han puesto de acuerdo tras bambalinas: no aceptarán ningún tipo de solución económica presentada por el Gobierno, pero pedirán la cabeza de funcionarios de alto nivel y reformas políticas radicales. Querrán imponer un poder constituyente sobre el poder constitutivo, a través de asambleas populares. Ya han puesto en marcha la “subversión política pacífica”, provocando a la Fuerza Pública para victimizarse y mostrar al gobierno Duque como de extrema derecha y violador de los derechos humanos. Los hilos los mueven desde el partido de las Farc y las huestes petristas, cuyos recursos económicos son gigantescos. Además, cuentan con camaradas en la prensa nacional e internacional de gran influencia que fungen de cajas de resonancia del ideario zurdo.

Solo hay una cosa peor que buscar el aplauso de los enemigos políticos: olvidar a los copartidarios leales. El presidente debe llamar al ruedo a importantes miembros del partido Centro Democrático, que se encuentran en la banca y que de seguro le prestaran un gran servicio al país. El presidente requiere a su lado ciudadanos con carácter, determinación y compromiso ideológico, para sortear el complot que busca defenestrarlo y llevar a Colombia a un camino del que no hay retorno: el socialismo del siglo XXI.

Atacar al presidente Duque es un despropósito, pues se trata de un hombre decente, correcto, honesto como el que más, que no anhela nada distinto de un mejor futuro para todos los colombianos. Lo que está pasando con un gobierno que solo tiene buenas intenciones me resulta muy injusto; pero así es la vida, y hay que sortear la tormenta como corresponde: con mano dura y de hierro. ¡No más diálogo y habladera!

El deber moral de todo ciudadano que se considere un patriota a carta cabal es rodear al presidente, apoyarlo y darle tiempo para que saque a Colombia de la turbulencia social, política y económica en la que la recibió.

Como dicen los mismos mamertos: entre “más peor, (esté el país) más mejor (para Petro)”. Que a nadie con tres dedos de frente se le olvide eso.

La ñapa I: Los que piensan que el Fiscal General y Luis Carlos Sarmiento tuvieron algo que ver con la muerte de Jorge Enrique Pizano y su hijo están obsesionados con House of Cards. El exceso de Netflix puede ser perjudicial para la salud mental.

La ñapa II: Diosdado Cabello dijo lo que todos ya sabíamos: Gustavo Petro y Hugo Chávez fueron socios políticos.

La ñapa III: Receta que debería implementar el Gobierno para los que prefieren marchar en vez de estudiar: 1. Que se cancelen los semestres en las universidades públicas, hasta que vuelvan a clases esos querubines. 2. Que no se autoricen más marchas. Punto.

ABELARDO DE LA ESPRIELLA

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Esto no va bien


 OPINIÓN| Por: Fernando Londoño Hoyos | Publicado: noviembre 12, 2018


“estas palabras que me salen ardiendo y que nadie diría si yo no las dijera “


Pasan los días y el Presidente no ha sacado un ratico a tanto artista, cuando esperan los cambios en Ejército y Policía, narcotráfico, orden público, economía, y…

Cuánto quisiéramos derretirnos en elogios por el nuevo Gobierno, el que elegimos con sangre y saludamos con emocionada esperanza. La última que nos queda antes de pavimentar el camino hacia una Venezuela más dolorida, que es para donde vamos, a paso de carga.

Pero el Presidente parece invulnerable a las decisiones. Y carece del sentido más importante para los que gobiernan: el oído.

El país clama por un cambio radical en la cúpula militar y en la dirección de la Policía. Todo queda para más adelante. Un Ejército vencido no puede trocarse en vencedor si lo mandan los mismos. Pero nada.

Y como no hay Ejército ni Policía, pasa lo mismo. Somos un océano de coca. Mejoramos. Antes apenas éramos un mar.

Y pasan los días y el Presidente no ha sacado un ratico a tanto vallenato, tanta champeta, tanta salsa, tanto artista, para proponer un plan contra el narcotráfico, el combustible que alimenta todas las guerras. Ni sabe si va a fumigar, ni con qué, ni sabe si extradita o no los del cartel de las Farc, el mayor del mundo, ni sabe cómo sería aquello de la extinción de dominio express que anunció mil veces en la campaña, ni sabe si bombardear a fondo los campamentos. O si sabe, no lo dice. Y mientras tanto, naufragamos en coca, en marihuana, en heroína.

Como los Guacho andan libres y felices, los desplazamientos se multiplican, las bombas explotan sin control, los asesinatos se multiplican, los reclutamientos no cesan, las protestas cocaleras —vaya ironía— intimidan a la autoridad y siempre ganan.

No será fácil recordar un orden público más deteriorado. Lo de este sábado en el Cesar parecía un campo de batalla. Camiones y tractomulas incinerados; buses de pasajeros acribillados; puentes dinamitados; oleoductos despedazados; heridos por doquier y aterrorizados innumerables. Pero como celebrábamos vacaciones, el Presidente andaba en Francia, celebrando el día de la victoria en la Primera Guerra Mundial, donde fue figura estelar. (Al oído, Presidente: la guerra del Batallón Colombia fue la de Corea).

El aumento de la criminalidad en las ciudades corre parejo con el de los campos. Los atracadores perdieron la vergüenza y ya ni capucha usan. Al fin y al cabo, si los prenden, vendrá el juez que los desprenda. Porque tampoco hay justicia y la reforma del Gobierno es para morir de risa o de angustia. Mejor que la hundan para no pasar tanta pena.

Nada para celebrar en el mundo de la economía. El Dane nos puede meter otro susto el jueves con la tasa de crecimiento del PIB. La cartera de los bancos es un drama. Las exportaciones manufactureras no tienen un respiro. La tasa de desempleo vuela. La informalidad empeora. La producción petrolera se nos acaba y el Consejo de Estado acaba de cerrar la última esperanza, la del petróleo no convencional. ¿Dónde estarían las Ministras cuando se fraguaba esa tragedia?

“El Presidente, tan cauteloso y condescendiente con los enemigos de su elección, cómplices de Santos, no le contó al país la tragedia fiscal ni la crisis económica que recibía”

El Presidente, tan cauteloso y condescendiente con los enemigos de su elección, los cómplices de Santos, no tuvo la bondad de contarle al país la tragedia fiscal que recibía y la crisis económica que nos azotaba. Y ahora quiere que su partido asuma el costo moral y político de gravar con impuestos demoledores el precio de la comida de los pobres. Porque su desesperado Ministro de Hacienda tiene preparada una moñona. Castigar con hambre al pueblo, destruir lo que queda de producción agrícola y acabar con el Centro Democrático. Nada menos.

Los estudiantes que adoran al Che Guevara, señal clara de que no saben la historia criminal de su personaje favorito, vienen siendo ganadores absolutos en su empeño de acabar con el país. Lo de la plata es un mal cuento. Lo que quieren es meternos debajo de la cama y crear el ambiente adecuado para la revolución social. Y lo están consiguiendo. Hacen lo que les da la gana y el Presidente les contesta que lamenta mucho, entiende sus razones y las acepta, pero no tiene plata para darles. ¡Si la tuviera!

El Presidente no es el líder de la mayoría en el Congreso. Es su lamentable rehén. Por eso tanta cautela con el pasado, tanto cuidado con los adversarios y tanto desvío con los amigos.

Las cantadas reformas propuestas son de infinita pobreza. La de la Justicia es dramática. La Política, un chiste malo. Y la Tributaria, una calamidad.

Esto es, y mucho más, lo que la gente dice en la calle, en los salones, en las casas, en las tertulias. Y lo que no se resuelve a decir en público. Y lo que va en estas líneas, cargadas de amor por la Patria y de la ilusión de que muy pronto debiéramos recogerlas.

FERNANDO LONDOÑO HOYOS


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Bomba de tiempo

OPINIÓN| Por: Plinio Apuleyo Mendoza | Publicado: abril 28, 2017


El idílico sueño de paz empieza a cubrirse de sombras.

Al desquicio económico se suman grandes escándalos de corrupción, así como homicidios, asaltos y robos por causa de bandas armadas.

Digámoslo sin rodeos. El profundo malestar que se advierte hoy en el país no se debe a la polarización política ni a maniobras de la oposición. Los males que nos afectan saltan a la vista de todos.

La situación económica, por ejemplo. De nada sirvió una bonanza petrolera que le dejó al país 130.000 millones de dólares, suma que fue derrochada por un gasto público desmedido. La deuda externa representa hoy el 25 % del PIB. El aumento del IVA y otros gravámenes contenidos en la reforma tributaria desataron un alza de precios que afectó como nunca la canasta familiar y una caída en las ventas del comercio. Cayó también la inversión extranjera en un 20 % y el desarrollo agrícola e industrial se ve seriamente comprometido, de modo que las perspectivas de empleo son tan aleatorias que muchos jóvenes se verán obligados a buscar opciones de trabajo en el exterior.

A este inocultable desquicio económico se suman grandes escándalos de corrupción, así como homicidios, asaltos y robos por causa de bandas armadas que configuran una alarmante situación de inseguridad en el país. De ahí que la atribulada pregunta ¿qué nos espera? se escuche donde uno vaya. Por otra parte, el idílico sueño de la paz que nos pinta el presidente Santos, como el gran trofeo de su gobierno, empieza a cubrirse de sombras a medida que se conocen las desmesuradas concesiones a las Farc con atropellos flagrantes a la Constitución y al orden judicial vigente. Además, no hay paz alguna en los territorios donde antes operaban las Farc. Ahora los ocupan sus disidentes, el Eln, y las ‘bacrim’ multiplican asaltos, extorsiones y secuestros.

¿Bastará un cambio de gobierno para reparar estos males? Muchos así lo creen y ponen sus esperanzas en las elecciones del 2018. Pero realmente el peligro que nos asecha tiene raíces más profundas. Lo que las Farc y sus ocultos agentes políticos están construyendo de tiempo atrás en vastas zonas rurales del Cauca, Caquetá, Meta, Guaviare, Putumayo y Norte de Santander es una verdadera bomba de tiempo.

Corresponde a una progresiva y bien calculada estrategia diseñada por el Foro de São Paulo para llegar un día al poder. De hecho, las zonas que durante el conflicto estaban bajo su dominio se han convertido en microestados donde sus agentes tienen un absoluto control político y militar que se compagina muy bien con las zonas de reserva campesina y las comunidades indígenas, y la falta de presencia en ellas del Estado y la Fuerza Pública. Igual destino tendrán las zonas veredales, que no serán para nada transitorias. Si se observa bien el mapa del país, tal estrategia se lleva a cabo en un 45 % del territorio nacional.

El real poder de las Farc en estas regiones se sustenta obviamente en el narcotráfico, que sigue en manos de sus agentes y aliados. Los cultivos de coca cubren hoy 188.000 hectáreas luego de que el Gobierno, atendiendo una exigencia de los comandantes farianos en La Habana, suspendiera la fumigación con glifosato. Además de constituir sustento de millares de campesinos, el negocio millonario de la coca les dio poder y autoridad sobre líderes, políticos y autoridades regionales. Con su apoyo, por ejemplo, un dirigente indígena ganó recientemente la alcaldía de Tumaco. Al poder militar tampoco han renunciado las Farc. La caleta hallada recientemente en el Putumayo demuestra que su mencionada dejación de armas no excluye que muchas queden en reserva.

Todos estos peligrosos manejos son bien conocidos por las Fuerzas Militares. El acuerdo que acabó situándolas en pie de igualdad con las Farc y su suerte futura en manos de la JEP las ha desmoralizado. El país ha olvidado que a lo largo de siete lustros de lucha contra el terrorismo murieron 32.000 oficiales y soldados que dejaron 13.600 viudas y 54.000 huérfanos. Triste epílogo de una lucha por la patria.


PLINIO APULEYO MENDOZA


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