6
de abril de 2012 | La Claridad | Por: Paloma Valencia Laserna
Colombia ya hizo reformas agrarias, como las hizo Latinoamérica durante los 60, y fueron fallidas. Los resultados son evidentes en las zonas; disminuyó la productividad, aumentó la violencia y la pobreza.
El Gobierno Nacional ha
venido desinformado a la ciudadanía; ha presentado como restitución de tierras
-proveniente de la ley de tierras- adjudicaciones de baldíos, y procesos de
extinción de dominio
La señales sobre cómo
y de qué manera se aplicará la ley de tierras son cada vez más preocupantes; el
Alto Consejero para la Restitución de Tierras es Lucho Garzón, cuyo vínculo con
el sector es nulo, pero representa la izquierda. El nuevo director del Incoder,
de esa misma línea política, viene de una ideología que sataniza y maltrata a
los dueños de tierra. Así que es posible intuir que el gobierno se está
abocando hacia una reforma agraria como la que ya vivió el país con el antiguo
Incora y que tanto daño les hizo a los campesinos y a los terratenientes, pues
fue fuente de pobreza y violencia.
El tema de la
restitución no ha estado exento de críticas, y no por el principio, pues nadie
jamás negaría que quienes fueron despojados ilegalmente de su tierra deben ser
restituidos; eso lo compartimos todos. Para ese propósito era más eficiente la
extinción de dominio capaz de afectar sólo a quienes no tengan cómo demostrar
el origen de sus bienes. El mayor problema de la ley de tierras es saber quién
sería el beneficiario de la restitución de tierras: el propietario que había
sido desplazado por la violencia, o los invasores que aprovechando la situación
fueron poseedores. La cuestión no es menor. Colombia ya hizo reformas agrarias,
como las hizo Latinoamérica durante los 60, y fueron fallidas. Los resultados
son evidentes en las zonas; disminuyó la productividad, aumentó la violencia y
la pobreza; departamentos como el Cauca pasaron de liderar la producción
agraria a competir en indicadores de pobreza con el Choco.
Además, el Gobierno
Nacional ha venido desinformado a la ciudadanía; ha presentado como restitución
de tierras -proveniente de la ley de tierras- adjudicaciones de baldíos, y
procesos de extinción de dominio. La ley de tierras entró en vigencia tan sólo
el pasado primero de enero y todavía no tiene jueces para tramitar las
solicitudes, así que es claro que su implementación está por iniciarse o al
menos retrasada.
Es difícil precisar
porque la tierra se ha convertido en un discurso insigne cuando se habla de
desigualdad. Aquello es falaz, pues la tierra no es un factor de riqueza
comparable al poderío industrial. Basta ver las cifras del PIB; el producto
agrícola es sólo el 6%. Así que si de generación de valor o de desigualdad se
trata habría que pensar en la socialización de los ingresos industriales que
ocupan un porcentaje mucho mayor.
Y sin embargo, la
redistribución directa de las empresas no parece tan evidente ni sencilla. ¿Por
qué no solventar la desigualdad por qué no democratizando la propiedad
bancaria?
Semejante idea le
parecería inviable para la mayoría de los colombianos. Los industriales, los
banqueros, no se hacen; la producción industrial, como el manejo bancario es
difícil, competido y no cualquiera puede tener éxito, pues si no todos seríamos
exitosos industriales. Sobre la tierra se cree -muy ingenuamente- que es una
labor sencilla, y que todos podemos ser productores agrarios exitosos. Esta es
una gran mentira; es tan complejo como ser industrial, o incluso más.
Lo que más preocupa
es la distorsión de la figura de los propietarios de la tierra. Un próspero
industrial se convierte en cacao: una figura importante y con capacidad para
influenciar la vida nacional; una persona que vive de la tierra y crece y
prospera se convierte en terrateniente y en un sólo movimiento adquiere matices
siniestros que lo hacen despreciable.
@PalomaValenciaL
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