13 de junio
de 2012 |Reflector| Por: FERNANDO LONDOÑO HOYOS
El señor Presidente tiene una cosa clara, que no ha ocultado en absoluto. Su deseo de pasar a la Historia. Las Farc solo se conforman con el país, todo entero.
Como buen jugador de
cartas, el doctor Santos ama las sorpresas. Y quizás sea esta la mayor.
El presidente Santos
está que se habla. Nadie ha podido saber muy a derechas de qué cosa quiere
hablar. Pero quiere. Tanto que, con el recurso óptimo de mantener llena la
tostada de mermelada, ha resuelto pedir por encargo nada menos que una Reforma
Constitucional. Y se la han redactado con muy pobre estilo, con más pobre
contenido y con carencias mayúsculas. Pero tiene su Marco para la Paz y
convendrá recordar que por lo general uno tiene lo que se merece.
Lo primero que habrá
de advertirse es que los contertulios no han dicho que también quieren hablar.
Y, por supuesto, tampoco se sabe de qué hablarían. Por ahora, se han
manifestado a su manera, porque también es dueño cada uno de su elocuencia. La
de ellos es bien conocida. Masacres aquí y allá, bombas que estallan en
rincones lejanos y en las calles de la propia capital, amenazas, secuestros,
constancias generalizadas de que dominan el terreno. Si a eso llaman estar
listos, estos hombres también lo están.
El Presidente quiere
ofrecerles perdón y olvido, la eterna receta de los vencidos, sobre todo si ese
perdón y ese olvido corren por cuenta ajena. Pero, hasta donde sabemos, nunca
dijeron las Farc que eso les baste. Cuando ellos y sus corifeos hablan de paz,
proponen que para obtenerla el país tiene que cambiar. La cosa no es disparando
menos, o no disparando nada, sino conviniendo la fundación de una Patria nueva,
diseñada, claro está, a su imagen y semejanza. Una Patria Socialista, que
excluya a esa horrenda burguesía que la subyuga; una Patria en la que todo
vuelva donde debe quedar, en el regazo de un Estado popular todopoderoso; una
Patria sin capitales, distintos de los que el pueblo gobierne; una Patria que seleccione
bien a sus amigos, lo que implica salir para siempre de los Estados Unidos y de
los que se le parezcan; una Patria como la que los Castro les regalaron a los
cubanos y la que Chávez ha querido entregar en herencia a sus amados
venezolanos.
El Presidente no ha
pensado en ninguna de estas cosas, o si las tiene pensadas, nos quiere
sorprender con ellas, otra vez. Como buen jugador de cartas, el doctor Santos
ama las sorpresas. Y quizás sea esta la mayor. Porque miren la que sería
empezar conversaciones con Timochenko, Márquez y sus amigotes de camuflado,
cubiertos sus flancos por los progresistas de todos los cuños, y de pronto
convenir que la entrega de armas es poca cosa y lo que cabe es algo mucho
mejor, como refundar a Colombia, aprovechando la partida. Al final tendríamos
tres próceres que lo fueran de veras: Bolívar, Núñez y Santos. Esas
conversaciones serían celebradas por el Congreso, ratificadas por la Corte
Constitucional y aplaudidas por todos los que sigan nadando en mermelada.
El señor Presidente
tiene una cosa clara, que no ha ocultado en absoluto. Y es su deseo de pasar a
la Historia. Lo que ello signifique, precisamente, puede quedarle menos claro.
Pero no importa el cómo, sino el final de la jugada: pasar a la Historia.
Dijo primero que lo
haría con la reparación de las víctimas de la violencia, pero ha notado que en
esto le van más lejos las ganas que el bolsillo. Luego ha querido que lo lleve
a la Historia la restitución de tierras, pero, por iluso que sea, estará
empezando a notar que será más el conflicto que arme que la gloria que
obtenga. Y por eso viene este tercer salto, el de hablar con las Farc
y llegar con ellas a la paz. Está convencido de que nada le falta. Sobre todo,
las ganas. Lo demás vendrá por añadidura. Como, por ejemplo, aquello de
descubrir de qué tema se hablará, una vez entablado el debate. Ya lo sabrá
cuando se abran las cartas. Y verá que, mientras él apenas quiere la gloria,
las Farc solo se conforman con el país, todo entero.
Publicado: Junio 14, 2012
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