Por: Rafael Nieto Loaiza
Junio 06 de 2010
Ganado se llama a las vacas, decía un tío que de Dios goza. Y formalmente es así: hasta el 20 de junio no habrá nuevo Presidente de Colombia. Sin embargo, sólo un magnicidio evitaría que Santos sea el nuevo inquilino del Palacio de Nariño. La suerte está jugada. Mockus tendría que sumar todos los votos de los otros contrincantes para alcanzar la votación de Juan Manuel en primera vuelta. No ayudó para eso su desastrosa intervención del domingo en la noche, que parecía la de un “impulsador” de ventas o una caricatura de sermón de pastor protestante (pido perdón a los pastores por la comparación) y no la de un candidato presidencial.
En fin, por mucho que se intente edulcorarla, la derrota de Antanas fue en toda la línea. Y buen parte de ella tiene razón en el mismo Mockus, contradictorio, incoherente, mesiánico, megalómano, incapaz de explicarse con claridad y de traducir en políticas y programas concretos los eslóganes de campaña. Los debates y las entrevistas lo dejaron al descubierto.
Ahí no hubo encuestas o periodistas que fueran capaces de sostenerlo. El fenómeno, aupado por los medios, la mayoría de ellos antiuribistas de siempre, o de ahora por cuenta del tercer canal, y en consecuencia también antisantistas, se desinfló. El emperador estaba desnudo. Y el país necesita certidumbre y Santos ha demostrado tener dotes de estadista.
Pero… pero el Partido Verde, más allá de su candidato, es importante para la democracia colombiana y hay que trabajar, desde afuera y desde adentro, para asegurar su supervivencia y su desarrollo. Supervivencia que no está, ni mucho menos, asegurada. Contrario a lo que dicen los girasoles, los tres millones de votos de ahora y los que saquen en dos semanas, no hacen de ellos la segunda fuerza política del país. Esos votos son de la coyuntura. Harían bien en aprender de los 2.600.000 de Gaviria en el 2006, que el Polo dilapidó sin contemplaciones. Lo que quedará después del 20 de junio será la fuerza parlamentaria, pequeñísima y ya con la baja de Jorge Eduardo Londoño, ex gobernador de Boyacá y dueño de la franquicia que los ex alcaldes usaron para su empresa electoral.
El Partido Verde, decía, tiene un valor singular porque ha canalizado el hartazgo de un grupo numerosísimo de colombianos que quieren un cambio en las prácticas políticas y que ven en la corrupción una plaga que es indispensable combatir. Es imposible no estar de acuerdo con ellos. La política tiene que hacerse más transparente, más programática y menos clientelista. Hay que combatir a fondo la irrupción de dineros mal habidos en las contiendas electorales. La tarea de limpiar el Congreso de parlamentarios con vínculos con grupos armados ilegales, si bien avanzada, no la concluido. ¿Cierto Teodora? Y es indispensable acabar con los carteles de contratistas y expurgar a los funcionarios públicos que sólo se mueven por y para las coimas.
Los ex alcaldes no pueden y no deben desanimarse. Tienen que dedicarse a construir un partido de verdad, con redes municipales y departamentales y equipos programáticos de apoyo. Tienen que recorrer el país y conocerlo, para entender que es mucho más que los grandes centros urbanos. Tienen que construir planes de gobierno serios y aplicables. Y tienen que abandonar del todo esa posición maniquea que descalifica a quienes no están con ellos. Que no se equivoquen: el 30 de mayo los derrotó el voto de opinión, no el fraude. Si no lo comprenden, no tienen futuro.
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