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Dic 10 de 1948
Peláez y Gardeazábal agosto 1 de 2018
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Una gesta histórica

Por Rafael Nieto Loaiza

Hay que decirlo sin rodeos: Álvaro Uribe ha sido el mejor presidente de Colombia en muchas décadas. Así se lo reconocen cuatro de cada cinco colombianos, que aprueban su gestión, y tres de cada cuatro, que tienen una imagen favorable de él. 

Se dirá que la popularidad nada dice, o dice muy poco, sobre la buena gestión de un gobierno. Pero en el caso del Presidente el apoyo popular tiene sólidos fundamentos: el carácter de Uribe y los resultados de su gestión.

Para empezar, Uribe es un animal político superlativo. Respira, se alimenta y vive sólo para la política. No tiene interés en lo mundano. Por eso siempre está, en sus palabras, en “campaña permanente”. Toda su energía se concentra en la actividad pública, en la búsqueda de soluciones para los problemas de la gente: cifras, proyectos y programas, encajan en una memoria que nunca cesa de asombrar. Los votos llegan por añadidura.

En esta tarea recorrió el país de un lado a otro de la geografía nacional. Sacó el gobierno del Palacio de Nariño y lo acercó al ciudadano, llevándolo a municipios que nunca habían sido nombrados por un funcionario del gobierno central. Los 305 consejos comunitarios mostraron que no había lugar vedado para el Estado.

Austero, alejado de la vida social, trabajó, trabajó y trabajó, fines de semana y festivos incluidos. Persistente y obstinado, persiguió sus objetivos como un perro de presa. La acusación de microgerencia es una caricatura. Siempre tuvo perfectamente claros sus objetivos estratégicos y no cesó en su búsqueda.

Los resultados están ahí: desde su llegada el homicidio cayó un 45% y el secuestro un 90%. El ELN prácticamente no existe y las Farc están estratégicamente derrotadas. Perdieron las dos terceras partes de sus integrantes, dos miembros del Secretariado y decenas de jefes del Estado Mayor, bloques y frentes. 30.000 paramilitares se desmovilizaron. Los narcocultivos cayeron de 180 mil hectáreas a 63 mil. La producción de coca de 680 toneladas a 430.

La mejora en seguridad generó un círculo virtuoso que trajo inversión, incrementó el recaudo y permitió aumentar el gasto social. La inversión saltó del 16.5% al 25.8% del PIB. El capital extranjero se multiplicó por 3.5.

El crecimiento se dobló y pasó de 2.1%, a 4.3%, promedio, entre 2002 y 2009. Las exportaciones se cuadruplicaron: este año serán algo menos de 40 mil millones de dólares. La deuda externa cayó en un 53%. Ahora es el 21.8% del PIB. El nuevo ritmo económico vino acompañado de la inflación más baja en 55 años: apenas 2% anual para 2009. El recaudo tributario creció un 77% en comparación con el 2002.

En lo social el resultado es mucho mejor de lo que le reconocen: la pobreza por ingreso autónomo cayó un 9%, lo que significa que dos millones dejaron la pobreza y seis millones no cayeron en ella. Si se usan criterios multidimensionales los resultados son aún mejores: bajó del 43% hace ocho años al 26%.

El programa de familias en acción pasó de cubrir 320 mil familias en 400 municipios a 2.900 mil en los 1102 municipios del país (346 mil son desplazadas, 400 mil afrocolombianas y 70 mil indígenas). La cobertura en educación es casi total. El desempleo bajó del 16,2% al 11,6%.

Con cifras en la mano, y para dolor de sus contradictores, se entiende mucho mejor la popularidad y el carácter histórico de la gesta de Uribe.

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