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Peláez y Gardeazábal agosto 1 de 2018
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Del desconcierto al desengaño

11 de Nov. del 2010 | Medellín | Por: Cristina De Toro R.

Si bien es cierto que algunos hechos y posturas asumidas por el presidente Santos en sus primeros días de gobierno llamaron mucho mi atención, los que se han venido sucediendo últimamente me tienen completamente desconcertada.
Acabé por aceptar, en aras de la importancia de llevarnos bien con todos los países y, muy particularmente con nuestros vecinos, que el borrón y cuenta nueva acordado con Chávez era el paso obligado para la reanudación de nuestras relaciones comerciales y diplomáticas con Venezuela. Sin embargo, que el presidente Juan Manuel Santos, ahora se refiera a nuestro incómodo vecino como "mi nuevo mejor amigo" es, por decir lo menos, ridículo, porque si tenemos en cuenta que la empalagosa y cursi referencia fue hecha en una rueda de prensa en México, en donde nuestro Presidente se encontraba como invitado especial a la 66ª asamblea general de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), podría prestarse a interpretaciones muy complicadas puesto que, una de las quejas más serias y mejor documentadas sobre flagrante violación a la libertad de prensa, fue la presentada por el señor David Nantera, presidente del Bloque de Prensa que agrupa los más importantes diarios de Venezuela.
A sabiendas entonces de que siempre será mejor tener un nuevo mejor amigo que un nuevo peor enemigo, el prudente y diplomático Presidente ha debido abstenerse de pronunciar esa desafortunada frase que sin duda dará mucho de qué hablar.
Ahora bien, que Santos hubiese ido al entierro del ex presidente de Argentina Néstor Kirchner no tiene nada de raro, al fin y al cabo es un acto de protocolo y solidaridad, pero que le diera por hablar del difunto, como el gran demócrata aliado de Colombia o el artífice de la reconciliación con Venezuela, es bastante exagerado, máxime cuando todos sabemos que como aliado de los del Foro de Sao Pablo y como secretario general de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), fue más bien hostil con nuestro país. No obstante, lo más desproporcionado fue haber decretado tres días de duelo nacional, con izada de banderas a media asta, etc. Ojalá ese tipo de homenajes les fueran rendidos a compatriotas que entregan sus vidas luchando, ellos sí, por defender nuestra democracia. O bien, por Yeny, Jimmy y Jefferson Torres, (los niños asesinados en Tame), como homenaje a todos nuestros pequeños que caen diariamente, víctimas de la estupidez y de la violencia que nos azota.
Desconcierta igualmente el repentino cambio de parecer del señor presidente Santos al modificar la terna para elegir Fiscal General de la Nación (tal como lo pidió el Partido Liberal). Él, mejor que nadie, sabe que la conducta de los Orondos (que no honorables) Magistrados de la Corte Suprema de Justicia, al abstenerse sistemáticamente de elegir el Fiscal, no se debe a la calidad de los aspirantes, sino, a las profundas divisiones políticas que existen en esa colectividad y a la pugna de intereses personales que impide la unificación de criterios, necesaria para la toma de cualquier decisión. Además, desdice mucho de las exquisitas maneras, tan propias de un miembro de la alcurnia capitalina como lo es el presidente Santos, que no hubiese tenido la delicadeza de avisar con oportunidad a los miembros de la antigua terna, el cambio que se proponía realizar.
Definitivamente, una cosa es gobernar con ánimo conciliador y otra muy distinta pretender agradar a todo el mundo. Eso de andar prendiéndoles velas a Dios y al diablo al mismo tiempo es un juego muy peligroso. Confié, al igual que millones de colombianos, en el presidente Santos y no quisiera pasar del desconcierto al desengaño.


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