07 de Noviembre de 2010 | Por José Manuel Acevedo
Digámoslo con claridad: el problema de la Fiscalía no eran los antiguos candidatos que integraban la terna. Ni siquiera los tres anteriores. Tampoco que el nominador de aquellos fuera el Presidente Uribe.
Seguimos sin Fiscal General por culpa única y exclusiva de los magistrados de la Corte, y aunque existan nombres frescos, habrá entretención para rato y, lo más grave, impunidad para largo.Y es que dentro de la Corte Suprema de Justicia existe una feroz división de la que muchos prefieren ni hablar. Si la solución estuviera en cambiar los candidatos, entonces tendríamos que rearmar la lista de elegibles al cargo de magistrado de la Sala Laboral en donde están estancados desde hace más de un año. Así mismo, habría que proceder a retirar de la presidencia encargada al magistrado Arrubla a ver si con otros candidatos logran tener por fin presidente en propiedad.
Ni hablar de las otras vacantes que tienen que llenar. Si no han sido capaces con esas dos que les menciono, a qué horas van a ocuparse de cuatro más y además de elegir Fiscal. No antes de marzo, en todo caso.
Al dramático cuadro habrá que agregar la ausencia de varios magistrados quienes gozan de una comisión de estudios, cuya importancia no discuto pero la conveniencia y oportunidad de una licencia en los tiempos que corren, es altamente cuestionable. ¿Cómo se van sin elegir Fiscal? ¿No está en la escala de responsabilidades la de cumplir con su deber constitucional antes que ir a ‘prepararse’ al exterior?
Una Corte seria habría prohibido cualquier tipo de permisos hasta tanto se escogiera al jefe del ente acusador. Insisto entonces en que el problema nunca ha sido de la terna sino de los magistrados. Por un lado están las peleas intestinas dentro de la Corte y por el otro el déficit de quórum deliberatorio, causas éstas a las que se suman ingredientes políticos y luchas de intereses particulares mezclados con una buena dosis de manipulación mediática a la que son incapaces de resistir ciertos magistrados.
De allí que habrá que decir, también con toda sinceridad, que creer que negociar con Arrubla y con Ibáñez es suficiente para lograr el consenso de la Corte, es un error colosal. Los dos podrán tener el favor de los medios pero no de sus compañeros, lo que ratifica que el lío no estaba en calmar las fieras con nuevos candidatos sino en recomponer una dinámica interna muy difícil de cambiar.
Con todo, digamos para concluir, que los tres nuevos nombres comportan características positivas y tienen méritos de sobra para ser elegidos fiscales, en un mes o en seis más. La pelota, como desde un comienzo, está en la cancha de los Honorables Magistrados.
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