OPINIÓN| Por: FERNANDO
LONDOÑO HOYOS| Publicado: agosto 7, 2013
El Presidente está nervioso. El Presidente está confuso. El Presidente no sabe hacia dónde dirigir su barquilla frágil, y el batallón de consejeros, agentes y asesores que paga con nuestro dinero lo saben mucho menos.
Todo apunta a que serán muy complejos los días que nos
separan de las próximas elecciones, y probablemente sean parecidos los que
lleguen hasta la entrega del poder, dentro de un año.
El Presidente se nota
desesperado, hiperestésico, perdido en la maraña de sus pasiones. Y está
jugando muy duro, como el que en unos pocos lanzamientos de dados quiere
reponer lo que ha perdido a lo largo de la noche sin fortuna.
La última movida del Catatumbo ha sido desvergonzada y casi
suicida. Ha echado mano, para resolver un problema que dejó crecer y no supo
manejar, de un elenco deplorable. Todos sabemos en qué parará el sainete. Pero
traer a la escena la plana mayor del 8.000, con Ernesto Samper y Juan Fernando
Cristo en los papeles estelares; llamar al padre De Roux para que desde la
orilla del Gobierno se entienda con su discípulo amado César Jerez; incluir en
el equipo al representante Cepeda, y aceptar como legítima contradictora a
alias ‘Teodora’ resulta demasiado. Ahora aparecen los alfiles que harán y dirán
y escribirán lo que los llamados campesinos, secuestradores de la región,
dispongan. Eso es jugar muy duro.
Los del diálogo de La Habana han sacado sus cartas y las
tienen sobre la mesa como un desafío impúdico a la paciencia de los
colombianos. Curules en el Congreso sin la molestia de ganarlas en las
elecciones; prensa escrita, radio y televisión con mermelada publicitaria
suficiente para el tiempo que juzguen necesario; zonas de reserva campesina
para tomarse el país, todo entero, y, por supuesto, condición para que todo
aquello funcione, impunidad total para la interminable cadena de sus crímenes
atroces, es el precio que Santos se propone pagar con cargo a los fondos
morales y políticos de los que cree disponer como autócrata absoluto. Eso es
jugar muy duro.
Y como las encuestas le muestran un ceniciento panorama de
derrotas, ha resuelto liquidar a los miembros de la oposición. Para eso tiene
la revista de su amigo, que dirige su sobrino, para lanzar las primeras bombas
de profundidad. Y en la retaguardia navega un contratista agradecido, el fiscal
Montealegre, que se ha mostrado capaz de cualquier cosa.
Ya disparó la primera andanada de misiles, que va contra
Antioquia y contra el candidato Luis Alfredo Ramos, a quien los antioqueños, en
inmenso número, estiman su líder y su símbolo. Y en la plataforma de
lanzamiento ha instalado los que deberán barrer del mapa a Óscar Iván Zuluaga y
a su primo hermano doble, Francisco, a quien dice despreciar como contendiente
y como persona. Ya Semana ha dicho que estos tres candidatos del uribismo son
paramilitares y Santos sigue creyendo que, como pasaba en los tiempos de su
niñez, un dicterio de cierta prensa vale mejor que mil sentencias de los
jueces. Eso es jugar muy duro.
El Presidente está nervioso. El Presidente está confuso. El
Presidente no sabe hacia dónde dirigir su barquilla frágil, y el batallón de
consejeros, agentes y asesores que paga con nuestro dinero lo saben mucho
menos. Solo tiene claro que el país no lo quiere, que el pueblo lo rechifla en
los estadios y los desfiles, que ya nadie se come el cuento de los billones que
vienen y de las transformaciones que aguardan. De tanto jugar con el futuro se
le secó el presente. Esa flor está marchita y no hay agua que la reviva.
Después de una inversión publicitaria de un billón
seiscientos mil millones de pesos, el producto que se vende no lo compra nadie.
Los colombianos se sienten empujados a la brava hacia costas que son puro
acantilado. Mientras tanto, el desesperado capitán solo atina a jugar más duro,
a timonear sin pericia y a buscar, en medio del oscuro horizonte, algún
culpable del naufragio inevitable.
Fernando Londoño Hoyos
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