Por: VICENTE TORRIJOS R.
Cobijado por la aparente nobleza que ‘el diálogo’ supone en el imaginario político popular, el sacerdote está buscando afanosamente el encuentro desde abril y, para generar aún más expectativa y deseo, transmite la idea de que sus esfuerzos aún no han dado frutos.
Y como ‘los frutos’ suelen ser apetecidos, el mercadeo político-eclesiástico va aún más lejos y plantea la posibilidad de que el propio presidente Uribe se traslade al Viejo Mundo a participar de esa espirituosa reunión, degustando, tal vez, unos inspiradores Chateauneuf du Pape.
Autorizado como está por la Casa de Nariño para adelantar tales gestiones, el cardenal sabe perfectamente que la guerrilla no va a desaprovechar sus buenos oficios para sacar partido del escenario que le están ofreciendo.
Desgastado ya el movimiento de Colombianos por la Paz que, en su momento, tradujo las simples liberaciones unilaterales en un buen ejemplo de ‘construcción del acontecimiento’ a escala mediática global, ahora bien podría pensarse que le toca el turno a la Iglesia, y para ello nada mejor que la mismísima San Pedro.
De hecho, al premiar la acción criminal en Caquetá con la oferta de diálogo palaciego, el cardenal no hace más que reforzar la conducta negativa del Secretariado de las Farc, empeñado ahora en engrosar cuantitativa y cualitativamente la lista de secuestrados que tan escuálida ha quedado después de las operaciones Jaque y Emanuel.
¿Cómo no van a insistir las Farc en el secuestro selectivo, en las matanzas y el magnicidio, si a cada acto terrorista se les responde con la oferta de dialogar, concertar, conciliar y ‘construir un nuevo país’?
En pocas palabras, tan solo es cuestión de tiempo para que el cardenal reciba su anhelada respuesta.
Cuando la temperatura electoral haya subido lo suficiente, cuando el presidente Chávez haya cumplido a cabalidad con su papel de promotor del estatus político internacional, cuando las columnas Teófilo Forero y Manuel Cepeda hayan perpetrado unos cuantos golpes ensordecedores contra blancos militares y civiles (acumulando capital negociador), y cuando hayan liberado (y tomado) algunos secuestrados más, el máximo cabecilla se sentirá suficientemente seguro de sí mismo.
Entonces, él estará listo para pasar a manteles en el Vaticano.
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