Editorial / Un tropezón muy grave
La jornada electoral del domingo, tras la cual los colombianos eligieron al nuevo Congreso que cumplirá las labores legislativas hasta el 2014, pudo haber sido una de las más positivas en muchos años. Pero lamentablemente, más allá de una serie de resultados alentadores en el campo político, el rotundo fracaso de la organización electoral será una mancha que acompañe por mucho tiempo el recuerdo de estas votaciones.
Casi dos millones de votos nulos o no marcados significan que igual número de electores se vieron desconcertados ante la complejidad del tarjetón, y no pudieron expresar su intención. Para completar, la demora en el conteo y divulgación de los resultados de la consulta interna del conservatismo, en un reñidísimo cabeza a cabeza entre Noemí Sanín y Andrés Felipe Arias, dejaron muy mal parada a la Registraduría.
En cuanto al primer tema, el del tarjetón, la culpa la tiene la reglamentación dictada por el Consejo Nacional Electoral, que eliminó fotos y nombres y obligó a los votantes a una confusa marcación del símbolo del partido de sus preferencias y del número de su candidato, algo que ya ha enredado anteriores elecciones.
Pero a la vez hay una responsabilidad por parte del legislador -los propios congresistas- pues el régimen aprobado en la ley electoral, si bien pretendió fortalecer a los partidos, por el otro los debilitó al autorizar el voto preferente que los convierte no en unidades políticas coherentes sino, en muchos casos, en sumatorias inorgánicas de caciques regionales.
Si no existiera el voto preferente, sufragar en las elecciones para corporaciones públicas sería tan sencillo como marcar el partido y nada más, como sucede en muchas democracias modernas.
Lo que no parece tener excusa, en cambio, es la pésima respuesta de la Registraduría en lo referente a las dos consultas internas, la del conservatismo y la del Partido Verde. En este último, la ventaja de Antanas Mockus fue tan amplia que no hubo lugar a discusión. Pero en el caso de los conservadores, el último boletín emitido antes de iniciar hoy martes los escrutinios oficiales, indicaba que la ex canciller Sanín aventajaba al ex ministro Arias por 404 votos.
Una supuesta instrucción para que los jurados de mesa no contabilizaran los votos de consulta, está detrás del desastre que amenaza con una cadena de pleitos y la eventual división de la colectividad azul. Es inaceptable que en un mundo en el que proliferan los mecanismos de comunicación fácil y rápida, y cuando la tecnología informática ofrece todo tipo de software y hardware para acelerar los conteos, algo tan sencillo haya resultado tan engorroso para la Registraduría.
¿Qué tal que algo similar ocurra en la primera vuelta presidencial? Sólo imaginarlo es ya una pesadilla.Este gravísimo asunto, opacó por completó otros hechos más bien positivos. El primero de ellos tiene que ver con que -a pesar de los problemas anotados- la democracia colombiana tiende a concentrarse en media docena de partidos y no en la multitud que llegó a tener en el pasado.
El segundo es la aparición de una colectividad independiente, el Partido Verde, que viene acompañado de un aire fresco, gracias a su manera de hacer política. El tercero, es que desde el punto de vista del orden público, fue la jornada más tranquila en un cuarto de siglo.
En cuanto a los resultados meramente políticos, no hay duda de que el presidente Álvaro Uribe en particular y el uribismo en general salieron bien librados. Conservan los amigos del mandatario las mayorías en el Congreso, mientras la oposición, en especial la de izquierda, retrocede. Y eso, de paso, favorece a quien parece contar con el guiño del Primer Mandatario para sucederlo, el ex ministro Juan Manuel Santos.
Aún así, faltan once semanas para la primera vuelta, y una vez que los resultados parlamentarios queden atrás, los aspirantes presidenciales estarán solos ante la opinión, en desarrollo de una campaña corta y de vértigo en la cual, como ya lo hemos anotado en estas páginas, el que se resbale puede no volverse a levantar. Y el que tenga un acierto, puede escaparse del lote y volverse inalcanzable.
Casi dos millones de votos nulos o no marcados significan que igual número de electores se vieron desconcertados ante la complejidad del tarjetón, y no pudieron expresar su intención. Para completar, la demora en el conteo y divulgación de los resultados de la consulta interna del conservatismo, en un reñidísimo cabeza a cabeza entre Noemí Sanín y Andrés Felipe Arias, dejaron muy mal parada a la Registraduría.
En cuanto al primer tema, el del tarjetón, la culpa la tiene la reglamentación dictada por el Consejo Nacional Electoral, que eliminó fotos y nombres y obligó a los votantes a una confusa marcación del símbolo del partido de sus preferencias y del número de su candidato, algo que ya ha enredado anteriores elecciones.
Pero a la vez hay una responsabilidad por parte del legislador -los propios congresistas- pues el régimen aprobado en la ley electoral, si bien pretendió fortalecer a los partidos, por el otro los debilitó al autorizar el voto preferente que los convierte no en unidades políticas coherentes sino, en muchos casos, en sumatorias inorgánicas de caciques regionales.
Si no existiera el voto preferente, sufragar en las elecciones para corporaciones públicas sería tan sencillo como marcar el partido y nada más, como sucede en muchas democracias modernas.
Lo que no parece tener excusa, en cambio, es la pésima respuesta de la Registraduría en lo referente a las dos consultas internas, la del conservatismo y la del Partido Verde. En este último, la ventaja de Antanas Mockus fue tan amplia que no hubo lugar a discusión. Pero en el caso de los conservadores, el último boletín emitido antes de iniciar hoy martes los escrutinios oficiales, indicaba que la ex canciller Sanín aventajaba al ex ministro Arias por 404 votos.
Una supuesta instrucción para que los jurados de mesa no contabilizaran los votos de consulta, está detrás del desastre que amenaza con una cadena de pleitos y la eventual división de la colectividad azul. Es inaceptable que en un mundo en el que proliferan los mecanismos de comunicación fácil y rápida, y cuando la tecnología informática ofrece todo tipo de software y hardware para acelerar los conteos, algo tan sencillo haya resultado tan engorroso para la Registraduría.
¿Qué tal que algo similar ocurra en la primera vuelta presidencial? Sólo imaginarlo es ya una pesadilla.Este gravísimo asunto, opacó por completó otros hechos más bien positivos. El primero de ellos tiene que ver con que -a pesar de los problemas anotados- la democracia colombiana tiende a concentrarse en media docena de partidos y no en la multitud que llegó a tener en el pasado.
El segundo es la aparición de una colectividad independiente, el Partido Verde, que viene acompañado de un aire fresco, gracias a su manera de hacer política. El tercero, es que desde el punto de vista del orden público, fue la jornada más tranquila en un cuarto de siglo.
En cuanto a los resultados meramente políticos, no hay duda de que el presidente Álvaro Uribe en particular y el uribismo en general salieron bien librados. Conservan los amigos del mandatario las mayorías en el Congreso, mientras la oposición, en especial la de izquierda, retrocede. Y eso, de paso, favorece a quien parece contar con el guiño del Primer Mandatario para sucederlo, el ex ministro Juan Manuel Santos.
Aún así, faltan once semanas para la primera vuelta, y una vez que los resultados parlamentarios queden atrás, los aspirantes presidenciales estarán solos ante la opinión, en desarrollo de una campaña corta y de vértigo en la cual, como ya lo hemos anotado en estas páginas, el que se resbale puede no volverse a levantar. Y el que tenga un acierto, puede escaparse del lote y volverse inalcanzable.
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