Opinión| 5 Ago 2010 - 9:15 pm - Sirirí
Por: Mario Fernando Prado
NO QUISIERA ESTAR EN LOS PANTAlones de tantos y tantas columnistas quienes durante ocho años no tuvieron más tema que criticar, denigrar y calumniar al presidente Álvaro Uribe.
Y pensar que de nada les sirvió: entre más lo vapuleaban, más solidaridad despertaba. Fueron pocos en realidad los que no perdieron la objetividad y fueron constructivos con sus columnas. Pero la gran mayoría, qué destilería de hiel, de odio y de veneno. Uribe ha sido el presidente al que más columnas se le prodigaron para mal de los escribanos y para bien de su aceptación. Y así la popularidad no signifique necesariamente aciertos, no deja de ser un fenómeno terminar con un 80% de satisfacción con su gestión.
Me imagino a los columnistas antiuribistas tratando de rebuscarse cualquier refrito contra su blanco preferido para inútilmente seguir en su demencial afán por desprestigiarlo.
Y cuando ya no tengan qué más decirle, repetirle y enrostrarle,
¿qué va a ser de sus escritos?
¿A quién le van entonces a enfilar el ácido de sus baterías?
El antiuribismo editorial llegó a tal punto que sus autores perdieron no sólo la objetividad, sino además su lecturabilidad y se quedaron con sus áulicos de siempre: un circulito vicioso, enfermizo, monotemático y trapisondero, ínfimo porcentaje del potencial de visitantes a sus renglones ignominiosos.
¿Qué va a ser de estos frustrados manejadores de opinión?
¿Contra quién van a emprender ahora sus desahogos y resentimientos si en pocas horas el Presidente más aclamado por los colombianos se marchará del Palacio de Nariño?
¿Será capaz que el odio que le profesan cese de una vez por todas?
¿Será que la unidad nacional de quien llega a la Presidencia sobre los hombros de un gigante les hará bajar el tono que incluso utilizaron también contra el mismo Santos?
Porque de seguir así, se van a quedar con tan poquitos lectores que terminarán siendo ellos mismos los únicos que se autolean, y claro, se autoalaben.
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