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Peláez y Gardeazábal agosto 1 de 2018
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Carta abierta a la juez colombiana María Stella Jara Gutiérrez, donde quiera que esté

Bogotá,   23 de junio de 2010
Por: THANIA VEGA DE PLAZAS 


Veintitrés años después de los hechos  dolorosos del Palacio de Justicia, mi esposo fue detenido, primero para investigarlo y después para juzgarlo. 

El fue privado de libertad pues un juez decidió que él   era “peligroso para la sociedad”.

Durante esos años he tenido que aprender a vivir  sola, pues mis hijos salieron hace seis años del país por las amenazas que recibieron.

He pasado muchas noches tristes, muchas noches amargas, muchas noches con miedo. 

La de hoy es una noche especial. 

Son tantas las ideas y las preguntas que se atropellan en mi mente que he decidido levantarme para escribir y tratar de organizar mis sentimientos. 

Hoy me enteré por los medios que usted  se fue del país después de dictar la sentencia de cadena perpetua contra el coronel Plazas Vega, porque 30 años de cárcel para un hombre que ayer cumplió 66 años es cadena perpetua.

Eso me hace pensar en la inmensa responsabilidad que significa ser juez.

Ser juez significa ser casi Dios.  

Con razón les dicen a ustedes “su señoría”.

En manos de una juez estuvo y está nuestra vida. La mía, la de mi esposo, la de mis hijos. 

Usted acaba de destruir esa vida, esas vidas, sin razón: la de mi esposo, la mía, la de mis hijos y la de mi nieto y la de los  nietos que vendrán, y las vidas de toda nuestra familia. Qué responsabilidad tan grande. Es casi sobrenatural. 

Manejar y definir la vida de un ser humano  y decidir encerrarlo en una celda el resto de su vida, castigarlo de esa manera porque “supuestamente” cometió un delito, es adelantarse en la Tierra a la justicia divina! 

Que íntegra, qué  centrada, qué vertical, qué honesta, qué ecuánime, qué imparcial, qué preparada,  qué equilibrada, qué valiente,  debe ser una persona para ser buen juez. 

¿Usted reúne esas virtudes?  

Estoy segura que no. 

Creo que no reúne ninguna de esas virtudes. Si así fuera,  usted jamás hubiera proferido esa sentencia, ni condenado a un hombre inocente, honesto, cristiano, servidor de la Patria, buen colombiano y con una hoja de vida intachable.

Contra él usted no reunió una sola prueba. 

Usted se basó en el testimonio de un testigo fantasma, al cual ni usted ni la defensa  vieron,  ni pudieron  interrogar personalmente, porque nunca se presentó a la audiencia y cuyo testimonio  son cuatro  hojas llenas de mentiras en las cuales ni siquiera su firma es auténtica. 

Su Señoría, usted  condenó  sin pruebas materiales a un acusado. 

Eso sí que es un delito comprobable y abominable, además de ser un pecado. 

Cómo quisiera  sentarme  con usted, su señoría, frente a frente, para mirar sus ojos y para tratar de ver qué hay dentro de usted.

¿De qué huye señora juez? 

Dicen  los medios que usted huye de las amenazas que le llegaron por este caso. 

Si tiene dudas le quiero decir una cosa: no ha sido el coronel, ni su familia, quienes la han amenazado. 

Mis hijos viven en el exterior,  y son hombres  bien criados,  que nacieron en un hogar cristiano y que son nuestro orgullo por sus valores. 

El coronel Plazas lleva diez meses sometido a un tratamiento médico en el Hospital Militar de Bogotá por los daños emocionales que usted, con su actitud brutal e intransigente, con su decisión de negarle la posibilidad de acompañar a su padre en el momento de su muerte, le ocasionó. 

Y después por hacerlo sacar del hospital y llevarlo  amarrado de pies y manos, como un delincuente de la peor ralea, a una cárcel que no le correspondía  --de acuerdo a la Constitución y a la ley a las que usted no se somete.  

Usted, durante todo este tiempo, ordenó que él fuera vigilado por guardianes del  Grupo de Reacción Inmediata del Inpec, vigilancia extraordinaria  que no fue puesta a verdaderos criminales como “alias la pantera” o a “alias Pablito”, ni a ningún sicario, ni a ningún guerrillero. 


Yo soy una mujer sola. Yo no sé formular amenazas.  Mi formación, mi educación, rechazan esa manera de actuar.

Como madre y esposa he sufrido la tortura sicológica que producen las amenazas.

Fuimos amenazados durante varios años cuando el coronel Alfonso Plazas se enfrentó al narcotráfico de este país desde la Dirección Nacional de Estupefacientes.  Jamás se nos ocurriría a nosotros hacer lo mismo con alguien.

Yo creo que usted sí fue amenazada por otra gente, no por el coronel Plazas.  

Y ese miedo la presionó a actuar, a sentenciar como lo hizo. 

Estimo que usted  no está huyendo de tales amenazas. 

Usted huye ante los temores que le genera el hecho de haber cometido un delito grave como es condenar a un inocente.

Presumo que eso es lo que ha ocasionado la demora de más de ocho meses en proferir su inicua sentencia condenatoria, mientras organizaba  cómo cumplir con un pacto secreto e infame y cómo resguardarse de lo que puede implicar moral y jurídicamente fallar sin pruebas y enviar a la cárcel, de por vida, a un inocente. 

Usted está huyendo de su propia conciencia. Huir de eso es muy difícil.   Puede usted ir al lugar más apartado del planeta pero siempre la sombra de su culpa la seguirá. 

La verdad es que nosotros estamos sufriendo inmensamente, y que usted ha acabado con nuestras esperanzas, pero tenemos paz interior. Tenemos fe en que  cuando este caso llegue a las manos de un juez probo, sereno, con las virtudes que mencioné,  la justicia se abrirá paso. 

No sé en qué país del mundo está usted ahora. Lo que sí  sé es que  usted no puede estar tranquila.  Su irresponsabilidad  y su crueldad han sido inmensas, y por eso sé que no encontrará paz ni sosiego  en ninguna parte. 

Le recomiendo que sea valiente y que descargue su conciencia  contando quien la amenazó a tal punto de que  no pudo obrar como una verdadera juez de la República de Colombia.   No soy persona de odios ni de resentimientos. Pido a Dios que me libre de esos sentimientos. Soy sincera al decir que siento por usted cierto pesar y cierta conmiseración por el enorme peso que ha decidido usted misma cargar sobre su conciencia.
En una entrevista que dio a El Espectador,  usted dijo que  ha  tenido que pedir ayuda siquiátrica y tomar gotas.  Yo sé porqué el Coronel Plazas tuvo problemas emocionales. Ya lo expliqué.   Quisiera saber qué es lo que a usted la atormenta tanto. 

Durante el juicio oré por usted, para que Dios entrara en su alma  y la ayudara a obrar en Derecho y en Justicia y a no dejarse vencer por los intereses malvados que la acechan.  Veo, sin embargo, que en este caso, hasta ahora, el Mal venció al Bien.  Empero, nunca es tarde señora juez. Alivie su conciencia para volver a tener paz interior. Hágalo por temor de Dios.  Siempre me pregunté por qué, en las audiencias a las que asistí, nunca pude encontrar su mirada. Usted nunca me miró a los ojos. Ahora entiendo.  Usted ya estaba comprometida, y su lucha interna no le permitía mirarme a los ojos.

Hoy usted está posiblemente en Alemania, apoyada por algunas Ongs y por organizaciones de izquierda. Mientras tanto, el coronel Plazas quedó aquí privado de la libertad, luchando  con su equipo de defensa, para demostrar su inocencia,  porque en la justicia de Colombia, a pesar de lo que dicen la Constitución, las leyes y la jurisprudencia, a los militares no  se les tiene que demostrar su culpabilidad sino que ellos tienen que demostrar su  inocencia. 

Pero el coronel Plazas también está apoyado por cientos de miles de ciudadanos, de diferentes niveles, por gente del común, por colombianos de bien. E incluso por personas de otros países que nos han manifestado su apoyo y su solidaridad. 

Tengo la absoluta certeza de que usted no está bien interiormente. No lo estará nunca mientras su víctima, el Coronel Plazas Vega,  esté privado de libertad. Creo señora juez que usted malogró su propia vida. Usted podrá huir de Colombia, pero no podrá huir de su propio remordimiento.


Aquí, aunque no tenemos libertad,   tenemos paz interior, a pesar de la infamia de que somos víctimas.   Dios está con nosotros.

1 comentarios:

Esta carta muestra la indignación de una mujer ante una injusticia, razón por la cual AUV protestó abiertamente por la condena arbitraria del Coronel Plazas. Resulta amigos que la Corte Suprema de Injusticia Colombiana politizada por expresidentes y algunos miembros de izquierda e invadida por Mafiosos de talla monumental, presionó la sentencia, haciendo del Coronel sólo un chivo expiatorio de los dimes y diretes en que la CSJ ha estado envuelta con el Ejecutivo.
El caso de la toma y la retoma tiene muchos delincuentes, entre ellos, acepto, el desafortunado Coronel. Pero amigos, esas cortes que muchos defienden con ataques a AUV cuestionando su integridad, su educación y su alma mater, no son sino cortinas de humo para engañar a los ingenuos.
La retoma en si era un acto de responsabilidad institucional de un Estado que muy apenas podía llamarse así, ese día los militares tuvieron a BB en una disyuntiva increible, o ordena la retoma o le damos un golpe de Estado. Hay muchos culpables en este episodio sórdido empezando por el Gral Rafael Samudio Molina, el soberbio y terminando en el último suboficial y algunos soldados en la Escuela de Caballería. La retoma fue ejecutada por un Estado y unas FFMM débiles que apenas sabían responder a la guerra urbana con pésima inteligencia y las técnicas interrogatorias eran salvajes y despiadadas.
Esto lo sabemos muchos en Colombia, es histórico, el Estado ha perdido suficientes procesos de épocas previas al 85, del 85 y posteriores, lo saben los magistrados que presionaron a la Juez, lo saben juristas de talla que si hacen el trabajo investigativo.
En resumidas, el Coronel fue condenado por el delito que no era, se le aplicó una sentencia desproporcionada, con la idea de condenar a las FFMM de ahora por los errores de las FFMM de entonces. Eso no es justicia, eso es política. El trasfondo de este episodio le dará la libertad a Plazas por condena errónea y por múltiples vicios de procedimiento, a la vez que trata de proteger un buen número de criminales que no duermen tranquilamente desde hace 25 anos.
hugofernandochavezfrias@hotmail.com

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