17 de noviembre de 2011 | OPINIÓN | Por:
Guillermo
Rodríguez
El considerado grupo terrorista está aislado, incomunicado y con uno de sus líderes ideológicos más fuertes en dos décadas, muerto.
Tras el golpe más fuerte contra las Farc por parte de
las Fuerzas Armadas de Colombia se prueba que el considerado grupo terrorista
está aislado, incomunicado y con uno de sus líderes ideológicos más fuertes en
dos décadas, muerto. La banda guerrillera se apresura a señalar a través de un
comunicado que insistirá en su llamado plan estratégico para llegar al poder.La
pregunta que varios sectores políticos y militares se hacen hoy en Colombia es
¿hasta cuándo estará ese grupo ilegal dispuesto en insistir en el secuestro, en
la activación de bombas, en la siembra de minas antipersona, en el uso de otras
armas no convencionales para llegar a ese objetivo?
El mensaje es claro para
los miembros de las Farc: dejar las armas a un lado, regresar a la sociedad
civil, hacer parte de un colectivo social que insatisfecho por la actuación de
los gobiernos ha salido a protestar y a través de las ideas, más no de la
violencia y mucho menos por la vía armada y el terror, solicitan y reclaman al
unísono sus derechos.
Muchos le han apostado a
la paz, han dirigido su esfuerzo intelectual y político y lo han conseguido,
como el electo alcalde de Bogotá, Gustavo Petro. Gústenos o no, ese día triunfó
la democracia, porque ganó el voto de quienes escogieron a este exguerrillero
que prefirió la negociación para convertirse en un fuerte líder político.
Es preferible acudir a
esa vía, a la de silenciar los fusiles y siguiendo uno a uno los pasos
propuestos por sus viejos amigos de ETA, quienes los instruyeron en la
activación de artefactos explosivos y en la expansión de su llamada diplomacia
internacional; pídanles ahora que se apresuren a planear una verdadera
estrategia política que los aleje cada vez más de la vía armada y que sea
puesta sobre el tapete una propuesta que lleve incluso una futura amnistía.
Después de la operación
que permitió dar de baja a alias “Raúl Reyes” y la muerte natural de Manuel
Marulanda, su legendario líder, las Farc, según informaciones de inteligencia,
pusieron a rodar el llamado plan Renacer para fortalecer la ofensiva terrorista
y diplomática con el propósito fundamental, según ellos mismos, de presionar a
través de la mal llamada figura del canje.
Como quien dice, ahora no
será Cano quien decida la suerte de 18 policías y militares, la mayoría
secuestrados desde hace más de una década, atrapados en condiciones inhumanas
en jaulas peor que monos y encadenados a los árboles. La vida y condiciones de
estos hombres dependerán de alias “Timochenko” quien pasa a reemplazar al
recién abatido Alfonso Cano.
¿A dónde tendrá que
dirigirse la voz de los familiares que sufren en silencio el secuestro de los
suyos? ¿Al Secretariado General de las Farc para que en un gesto de buena
voluntad, si es que lo tiene en el momento, libere unilateralmente a los
llamados secuestrados canjeables o por lo menos a un primer grupo inicial, para
quitarse de encima la presión militar? ¿O a los héroes de las fuerzas armadas
colombianas que trabajan en silencio las 24 horas del día en peligrosas
misiones para que les rescate a sus seres queridos, como sucedió durante el
gobierno del presidente Álvaro Uribe?
Señor Timochenko, ¿no
será mejor quedar en la historia de Colombia como el hombre que terminó
liderando una de las guerrillas más antiguas de Latinoamérica y que finalmente
le apostó a la paz para llegar a través de la vía democrática al poder? O pasar
a la historia siguiendo los pasos de sus otros camaradas. Es mejor apostarle a
la vía de la negociación y como primer gesto de voluntad dé las primeras
señales para conversar, tal y como lo ha venido ofreciendo desde que comenzó su
gestión el presidente Juan Manuel Santos.
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