21 de mayo de
2012 |OPINIÓN| Por: Luis Guillermo
Restrepo Satizabal
Ante el unanimismo que pretenden imponer en Colombia, Uribe cumple el valioso papel de hacer oposición. En medio de ese enfrentamiento pasan las Farc, poniendo sus bombas y matando policías y soldados en el Cauca, en el Catatumbo o en el Caquetá.
El Marco hace
recordar las épocas en que Andrés Pastrana comprometió al país en unas
concesiones que dejaron el peor saldo de sangre y destrucción que recuerde la
historia.
Mientras el gobierno
se engolosina con la posibilidad de lograr una negociación con las Farc, éstas
le contestan con terrorismo. Y mientras la experiencia dice que hay que evitar
la radicalización que tanto daño produce, lo que está ocurriendo muestra que
somos capaces de olvidar lo que hemos logrado para recuperar la tranquilidad.
El atentado a
Fernando Londoño no es sólo una cuenta de cobro de las Farc a quienes denuncian
sus barbaridades. Es ante todo un ataque directo a quien simboliza un sector de
la opinión pública, con el cual se pretenden agudizar las contradicciones de un
sistema que se debate entre un gobierno empeñado en construir la unanimidad a
su alrededor y la tozuda y en veces inexplicable oposición de Uribe.
Y lo están
consiguiendo. Cualquiera puede estar en desacuerdo con Londoño. Pero si
queremos una democracia civilizada, todos debemos defender su derecho a decir
lo que piensa. Eso no sucedió el martes pasado. Flaco servicio le prestan a la
paz quienes desde el gobierno dicen que no saben quién ordenó el atentado. Todo
el mundo sabe que son las Farc, que durante décadas han usado el terrorismo
para amedrentar y confundir.
En el interés de
abrir camino a negociaciones con la guerrilla está la explicación de muchas cosas.
Y alrededor de eso se está produciendo la radicalización, que explotan las Farc
mientras escuchan tonterías como las del hijo de César Gaviria, presidente del
Partido Liberal y de la Cámara de Representantes. Nadie, doctor Gaviria, puede
pensar que es serio achacarle a la derecha el ataque a Londoño dizque para
frustrar la aprobación del “Marco Jurídico para la Paz”, eufemismo con el que
pretenden entregarle al Gobierno herramientas para la negociación que parece
avanzar en secreto.
El Marco hace recordar
las épocas en que Andrés Pastrana comprometió al país en unas concesiones que
dejaron el peor saldo de sangre y destrucción que recuerde la historia. Triste
experiencia, que llevó a los colombianos a elegir el fortalecimiento del Estado
para que pudiera derrotar el terror.
Ahora quieren abrir
excepciones al orden jurídico para posibilitar el afán de diálogo. Esas
excepciones tendrán que hacerse cuando exista un compromiso serio de respetar
el Estado de Derecho y dejar el crimen. Pero hacerlo antes, es ignorar que a
las Farc no les interesa la paz sino el poder a cualquier precio, y caer en
otro error como el de Pastrana.
Pero lo peor es la
pelea furiosa entre el expresidente Uribe y el Gobierno sobre cómo enfrentar el
terrorismo. Ante el unanimismo que pretenden imponer en Colombia, Uribe cumple
el valioso papel de hacer oposición. En medio de ese enfrentamiento pasan las
Farc, poniendo sus bombas y matando policías y soldados en el Cauca, en el
Catatumbo o en el Caquetá. Y se fortalecen los clientelistas que votan sin
reflexión el tal Marco para que no les cobren su deslealtad quitándoles puestos
y prebendas por pensar distinto.
Vamos mal y puede
ser peor si los dirigentes no escuchan los temores y los rechazos de la gente.
Y si se persiste en imponer el unanimismo que comunica mediante editoriales de
El Tiempo la retaliación que recibirá quien no vote el Marco para la Paz.
Cuando eso pasa, el radicalismo asesino vuelve a aparecer, reemplazando la
retórica vacía de la paz por la irracionalidad asesina del terrorismo. El
atentado a Londoño es la prueba.
Publicado: Mayo 20, 2012
Tweet |
0 comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios de usuarios anonimos llenos de odio y con palabras soéces y/o calumniadores, serán eliminados.