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Dic 10 de 1948
Peláez y Gardeazábal agosto 1 de 2018
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Macrolingotes

Por: Óscar Alarcón
HACE OCHO DÍAS PASARON INADVERtidos los ochenta años de lo que algunos llamaron la caída del conservatismo, después de 45 años de detentar el poder. 
Y, por consiguiente, fue el triunfo liberal en cabeza de Enrique Olaya Herrera, un partido que en ese lapso no tuvo ministros ni gobernadores sino algunos figurones precursores del lentejismo.

Ante la división conservadora, el liberalismo aprovechó la situación y pensó en Olaya, quien se encontraba de embajador en Washington, porque el servicio diplomático estaba excluido de la controversia política. Fue una campaña relámpago que se llamó de la Concentración Nacional, de menos de un mes, como va a ser la de este año. Llegó a Cartagena el 17 de enero de 1930, viajó por el río Magdalena, haciendo campaña, hasta llegar a Bogotá y a finales de mes estuvo por Boyacá, visitando a sus paisanos, en proselitismo y recibiendo lecciones de manzanillismo. De allá regresó sin voz pero con votos, con una fuerte bronquitis, que lo tuvo en cama. Desde su lecho de enfermo recibió los resultados electorales del 9 de febrero, cuando esa fecha aún no era de los periodistas: 246.747 por Guillermo Valencia; 213.180 por Alfredo Vásquez Cobo y 375.168, por él.
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El triunfo liberal significó también una derrota para el clero, porque desde los púlpitos aseguraban los sacerdotes que era pecado ser liberal y que los de ese partido eran tan pequeños que jamás iban a ver al Altísimo. Desde entonces a monseñor Ismael Perdomo, quien hablaba mal de los liberales por hábito, comenzaron a llamarlo monseñor Perdimos.
El liberalismo continuó en el poder, con reformas tan importantes como la Revolución en Marcha de 1936, liderada por Alfonso López Pumarejo, hasta cuando en 1946 la también división entre Gabriel Turbay y Jorge Eliécer Gaitán, dio paso al triunfo de Mariano Ospina Pérez y al recrudecimiento de la violencia.
Pero el liberalismo ha comenzado a tener Alzheimer, ya ni se acuerda de sus próceres. Y su insignia, el color rojo, fue cambiada por el Pardo. 

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