- Un imponente testarazo desintegra el blindaje aéreo alemán en un baile español
- El central, junto a Piqué y Busquets, claves tras el último arreón germano
Alguna vez el cielo se tenía que juntar con la tierra, que temían las culturas ancestrales, algo que es físicamente imposible según las leyes universales por las que Newton y Einstein desentrañaron los misterios de la vida.
Debió ser que 45 millones de españoles ayudaron a un león español a suspenderse en el aire, a imagen y semejanza de Air Jordan, para conectar el cabezazo de todos los tiempos, del siglo o de todo lo que ustedes quieran.
Para los españoles, por supuesto, dejando aquel testarazo con pie en tierra de Marcelino que dio la Eurocopa del 1964 ante Rusia, en un juego de niños. Fue soltar el córner Xavi y Puyol, despegando como de un portaviones en el límite del área chica, redujo a ceniza cósmica el que se creía inexpugnable blindaje aéreo alemán.
Unos dijeron que ni Asterix cabecearía de esa forma. Otros que el Puyol del testarazo atómico llegó de otro planeta marcando los tiempos del remate en jugada que calcó a Santillana. Y los últimos, que si en vez del Jabulani, hubiese sido una lavadora o hasta un ovni, también lo mete para dentro por la fuerza salvaje con la que conectó hasta desintegrar las redes de Neuer.
¿Quién lo iba a decir?
Después de uno de los ejercicios de acoso y derribo más monumentales de la historia a ras de hierba, Puyol hizo explotar por los aires a la Alemania de los gigantes. Sí, por donde más grueso era su blindaje. "¡Y de un córner!', como puntualizó Camacho en su histórica retransmisión dejándose la garganta y con los nervios como pelos en punta.
Hasta ese momento, Alemania fue un candado por el cielo con sus bigardos de 1.90 echando fuera los escasos balones como quien espanta moscas.
Todo el derroche por tierra no sirvió para mover el 0-0 con el que los alemanes se amparaban para lanzar contragolpes que parecían 'thrillers'.
Pedro, el diablo sobre ruedas, se las hacía pasar canutas a Boateng hasta lograr que Löw le canjeara por otro perro de presa.
Explosividad. Que Iniesta se estirara y encogiera como un base de basket imaginando huecos imposibles por donde todo era músculo.
Genio. Que Villa se hartará de hacer kilómetros y kilómetros entre los centrales con varios remates que merecían gol.
Fuerza. El rosco 0-0 seguía invariable, como una tormenta de infortunio, pese a las toneladas de llegadas y la sangre, sudor y esfuerzo que derramó esta España de gloria en cada palmo del césped del Moses Madhiba.
El mundo entero es testigo.
Después del gol llegó la función de baterías antiaéreas como aquellas que defendían Londres de día y de noche ante los ataques de la Luftwaffe de Hermann Goering.
Y ahí se pusieron los chicos del Barça, con Piqué, Puyol y Busquets, en la función de minimizar el bombardeo enemigo, por lo civil y lo militar.
Subían los gigantes Mertesacker (1.96), Friedrich (1.85) en cada balón a la olla empujando como ludópatas en un bingo. Y Löw metía más centímetros con Mario Gómez (1.90) y Jansen (1.90). Donde las dan, las toman.
Piqué sacó cuatro o cinco por arriba como para hacerle un monumento. Y Puyol, otras cuantas.
Así, cuando España explotó en un gritó único y salvaje tras el pitido del árbitro, todos sus compañeros sabían quién era el héroe: San Carles Puyol.
Fernando Torres lo apretó sonriente y le susurró algo al oído. Pedro, el niño que jugó como un gigante pese a su borrón egoísta, le describió el gol como si hubiese soñado el testarazo perfecto. Víctor Valdés, su compi en el Barça y suplente del intocable Casillas, corrió como un loco para decirle: ¡Qué grande eres Carles! mientras el portero titular también se le subía a la chepa.
Si alguien sabe de la validez de Puyol son Guardiola y Del Bosque.
"Después del Mundial ya hablaremos", dijo recientemente el central en su intención de dejar de sudar con la roja española a los 33 años.
"Creo que lo que hay en juego es muy importante y ya lo valoraremos. Es una decisión que no tomaré solo, lo haré con el míster y Fernando Hierro".
Seguro que lo convencen hasta la próxima Eurocopa.
Toda España cuenta con corazón de león y cabeza de oro.
Debió ser que 45 millones de españoles ayudaron a un león español a suspenderse en el aire, a imagen y semejanza de Air Jordan, para conectar el cabezazo de todos los tiempos, del siglo o de todo lo que ustedes quieran.
Para los españoles, por supuesto, dejando aquel testarazo con pie en tierra de Marcelino que dio la Eurocopa del 1964 ante Rusia, en un juego de niños. Fue soltar el córner Xavi y Puyol, despegando como de un portaviones en el límite del área chica, redujo a ceniza cósmica el que se creía inexpugnable blindaje aéreo alemán.
Unos dijeron que ni Asterix cabecearía de esa forma. Otros que el Puyol del testarazo atómico llegó de otro planeta marcando los tiempos del remate en jugada que calcó a Santillana. Y los últimos, que si en vez del Jabulani, hubiese sido una lavadora o hasta un ovni, también lo mete para dentro por la fuerza salvaje con la que conectó hasta desintegrar las redes de Neuer.
¿Quién lo iba a decir?
Después de uno de los ejercicios de acoso y derribo más monumentales de la historia a ras de hierba, Puyol hizo explotar por los aires a la Alemania de los gigantes. Sí, por donde más grueso era su blindaje. "¡Y de un córner!', como puntualizó Camacho en su histórica retransmisión dejándose la garganta y con los nervios como pelos en punta.
Hasta ese momento, Alemania fue un candado por el cielo con sus bigardos de 1.90 echando fuera los escasos balones como quien espanta moscas.
Todo el derroche por tierra no sirvió para mover el 0-0 con el que los alemanes se amparaban para lanzar contragolpes que parecían 'thrillers'.
Pedro, el diablo sobre ruedas, se las hacía pasar canutas a Boateng hasta lograr que Löw le canjeara por otro perro de presa.
Explosividad. Que Iniesta se estirara y encogiera como un base de basket imaginando huecos imposibles por donde todo era músculo.
Genio. Que Villa se hartará de hacer kilómetros y kilómetros entre los centrales con varios remates que merecían gol.
Fuerza. El rosco 0-0 seguía invariable, como una tormenta de infortunio, pese a las toneladas de llegadas y la sangre, sudor y esfuerzo que derramó esta España de gloria en cada palmo del césped del Moses Madhiba.
El mundo entero es testigo.
Después del gol llegó la función de baterías antiaéreas como aquellas que defendían Londres de día y de noche ante los ataques de la Luftwaffe de Hermann Goering.
Y ahí se pusieron los chicos del Barça, con Piqué, Puyol y Busquets, en la función de minimizar el bombardeo enemigo, por lo civil y lo militar.
Subían los gigantes Mertesacker (1.96), Friedrich (1.85) en cada balón a la olla empujando como ludópatas en un bingo. Y Löw metía más centímetros con Mario Gómez (1.90) y Jansen (1.90). Donde las dan, las toman.
Piqué sacó cuatro o cinco por arriba como para hacerle un monumento. Y Puyol, otras cuantas.
Así, cuando España explotó en un gritó único y salvaje tras el pitido del árbitro, todos sus compañeros sabían quién era el héroe: San Carles Puyol.
Fernando Torres lo apretó sonriente y le susurró algo al oído. Pedro, el niño que jugó como un gigante pese a su borrón egoísta, le describió el gol como si hubiese soñado el testarazo perfecto. Víctor Valdés, su compi en el Barça y suplente del intocable Casillas, corrió como un loco para decirle: ¡Qué grande eres Carles! mientras el portero titular también se le subía a la chepa.
Si alguien sabe de la validez de Puyol son Guardiola y Del Bosque.
"Después del Mundial ya hablaremos", dijo recientemente el central en su intención de dejar de sudar con la roja española a los 33 años.
"Creo que lo que hay en juego es muy importante y ya lo valoraremos. Es una decisión que no tomaré solo, lo haré con el míster y Fernando Hierro".
Seguro que lo convencen hasta la próxima Eurocopa.
Toda España cuenta con corazón de león y cabeza de oro.
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