Por: José Manuel Acevedo
Será el de la Fiscalía General de la Nación el caso más sonado de interinidad dentro de la Rama Judicial, pero no el único
Será el de la Fiscalía General de la Nación el caso más sonado de interinidad dentro de la Rama Judicial, pero no el único. Ya va siendo preocupante el número de despachos claves que carecen de titular, sin que la opinión pública tenga todavía muy claro cuáles, cuántos y con qué implicaciones permanecen vacantes esos cargos.
Por los lados de la Corte Suprema de Justicia no se han puesto de acuerdo para elegir presidente de la corporación en propiedad, desde hace más de seis meses.
Jaime Alberto Arrubla ha sido designado por orden alfabético en esa posición y el hecho de que sus compañeros no lo hayan ratificado significa que a muchos no los convence ese nombre, lo que a su vez revela una profunda división dentro del tribunal.
Los magistrados tampoco han logrado consenso para elegir al candidato que integrará la terna para la Contraloría, tarea que ya cumplieron la Corte Constitucional y el Consejo de Estado, pero el proceso seguirá estancado hasta que la Corte Suprema no defina ese nombre. Por supuesto está el caso de la Fiscalía: casi un año, 15 sesiones y quién sabe cuántas votaciones que no han servido para relevar a Guillermo Mendoza de su encargo.
Existe una vacante en la Sala de Casación Laboral también desde hace meses. Se han adelantado más de 25 sesiones sin resultado alguno. Lo grave del asunto es que si no han logrado desempantanar la elección de un magistrado, menos listos estarán para nombrar los otros cuatro que se van antes de noviembre.
Para ese mes estarán colgando sus togas Eduardo López, Luis Javier Osorio, Yesid Ramírez y César Julio Valencia. Si la Corte no ha sido capaz con uno, no me quiero imaginar lo que pasará con el reemplazo de estos otros cuatro.
Y si por el órgano de cierre de la justicia ordinaria llueve, por el máximo tribunal de lo contencioso administrativo el diluvio no da tregua. Existen siete vacantes en el Consejo de Estado, y a pesar del hermetismo con que quieren manejar la interinidad, se sabe que llevan más de 93 rondas de votaciones hace ya once meses sin que tengamos consejeros elegidos.
La justicia tampoco ha podido con la designación de director de la Rama Judicial. El choque de trenes entre los presidentes de las cortes, por cuenta de ese cargo, salta a la vista.
Y mientras todo esto pasa, la prensa colombiana se entretiene con las disputas entre el Ejecutivo y el Judicial, sin darse cuenta de que la verdadera fractura está en el interior de la justicia, en donde ya se habla de 'bloques' y 'bancadas', al mejor estilo del Congreso de la República.
Se me ocurren dos posibilidades para explicar el absurdo y preocupante estado de interinidad de nuestra justicia: o las listas que está enviando el Consejo Superior de la Judicatura están llenas de nombres altamente objetables, o la politiquería se tomó nuestra justicia y la rapiña por estos puestos provoca semejantes demoras. La alternativa de que los nombres están muy buenos y por eso la elección es tan difícil no se la cree ni Mandrake.
La cooptación como sistema de elección supone la autonomía de la rama y la no injerencia de elementos políticos externos, pero tal parece que el modelo desbordó las capacidades de unos magistrados que ya no dictan sentencias sino que viven ocupados de votación en votación, ¡todas fallidas!, y sin posibilidad de resolverse a corto plazo.
La interinidad en la rama judicial amenaza con ser un problema tan silencioso como devastador para la eficiencia y el buen desempeño de la justicia colombiana. Además, se constituye en un pésimo ejemplo para sus subordinados en los tribunales, que deben escoger jueces de menor rango.
Pensar en magistrados dueños de otros magistrados o amos de fiscales o gerentes del poder judicial es sencillamente aterrador. Aún hay forma de alejar estos malos pensamientos: votando con celeridad y actuando como jueces antes que como políticos. Por ahora habrá que decir que la verdadera pelea está por dentro.
jmam@columnist.com
Será el de la Fiscalía General de la Nación el caso más sonado de interinidad dentro de la Rama Judicial, pero no el único. Ya va siendo preocupante el número de despachos claves que carecen de titular, sin que la opinión pública tenga todavía muy claro cuáles, cuántos y con qué implicaciones permanecen vacantes esos cargos.
Por los lados de la Corte Suprema de Justicia no se han puesto de acuerdo para elegir presidente de la corporación en propiedad, desde hace más de seis meses.
Jaime Alberto Arrubla ha sido designado por orden alfabético en esa posición y el hecho de que sus compañeros no lo hayan ratificado significa que a muchos no los convence ese nombre, lo que a su vez revela una profunda división dentro del tribunal.
Los magistrados tampoco han logrado consenso para elegir al candidato que integrará la terna para la Contraloría, tarea que ya cumplieron la Corte Constitucional y el Consejo de Estado, pero el proceso seguirá estancado hasta que la Corte Suprema no defina ese nombre. Por supuesto está el caso de la Fiscalía: casi un año, 15 sesiones y quién sabe cuántas votaciones que no han servido para relevar a Guillermo Mendoza de su encargo.
Existe una vacante en la Sala de Casación Laboral también desde hace meses. Se han adelantado más de 25 sesiones sin resultado alguno. Lo grave del asunto es que si no han logrado desempantanar la elección de un magistrado, menos listos estarán para nombrar los otros cuatro que se van antes de noviembre.
Para ese mes estarán colgando sus togas Eduardo López, Luis Javier Osorio, Yesid Ramírez y César Julio Valencia. Si la Corte no ha sido capaz con uno, no me quiero imaginar lo que pasará con el reemplazo de estos otros cuatro.
Y si por el órgano de cierre de la justicia ordinaria llueve, por el máximo tribunal de lo contencioso administrativo el diluvio no da tregua. Existen siete vacantes en el Consejo de Estado, y a pesar del hermetismo con que quieren manejar la interinidad, se sabe que llevan más de 93 rondas de votaciones hace ya once meses sin que tengamos consejeros elegidos.
La justicia tampoco ha podido con la designación de director de la Rama Judicial. El choque de trenes entre los presidentes de las cortes, por cuenta de ese cargo, salta a la vista.
Y mientras todo esto pasa, la prensa colombiana se entretiene con las disputas entre el Ejecutivo y el Judicial, sin darse cuenta de que la verdadera fractura está en el interior de la justicia, en donde ya se habla de 'bloques' y 'bancadas', al mejor estilo del Congreso de la República.
Se me ocurren dos posibilidades para explicar el absurdo y preocupante estado de interinidad de nuestra justicia: o las listas que está enviando el Consejo Superior de la Judicatura están llenas de nombres altamente objetables, o la politiquería se tomó nuestra justicia y la rapiña por estos puestos provoca semejantes demoras. La alternativa de que los nombres están muy buenos y por eso la elección es tan difícil no se la cree ni Mandrake.
La cooptación como sistema de elección supone la autonomía de la rama y la no injerencia de elementos políticos externos, pero tal parece que el modelo desbordó las capacidades de unos magistrados que ya no dictan sentencias sino que viven ocupados de votación en votación, ¡todas fallidas!, y sin posibilidad de resolverse a corto plazo.
La interinidad en la rama judicial amenaza con ser un problema tan silencioso como devastador para la eficiencia y el buen desempeño de la justicia colombiana. Además, se constituye en un pésimo ejemplo para sus subordinados en los tribunales, que deben escoger jueces de menor rango.
Pensar en magistrados dueños de otros magistrados o amos de fiscales o gerentes del poder judicial es sencillamente aterrador. Aún hay forma de alejar estos malos pensamientos: votando con celeridad y actuando como jueces antes que como políticos. Por ahora habrá que decir que la verdadera pelea está por dentro.
jmam@columnist.com
José Manuel Acevedo
Tweet |
0 comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios de usuarios anonimos llenos de odio y con palabras soéces y/o calumniadores, serán eliminados.