No hay la menor duda de que hay un cerebro maquiavélico detrás de toda la destorcida que está sufriendo el expresidente Uribe, cuando apenas va a completar cuatro meses de haber salido de la Casa de Nariño.
Si no existiera ese gran armador que quiere llenar de desprestigio al más aprestigiado de todos los presidentes que hemos tenido, no habría pasado tanto en tan poco. Que se hayan acelerado de manera visible los procesos contra Sabas y Bernardo Moreno.
Que la Corte Suprema haya podido nombrar casi que prodigiosamente los 9 conjueces para juzgar al exministro del Interior, mientras se ha demorado más de 15 meses en elegir un magistrado de la Sala Laboral. El que hayan llamado a Bernardo Moreno, que se quedó en Colombia, al mismo tiempo que a María del Pilar Hurtado, que se asiló en Panamá, nos hace sonreir maliciosamente hasta a bobos tulueños como yo.
Pero si al mismo tiempo aparece una valoración hecha por la revista Semana sobre quien ha sido el mejor presidente que hemos tenido y allí Uribe no clasifica ni de semifinalista. Y como si fuera poco se destapan uno tras otro los procedimientos equivocados o maliciosamente interpretados de la Dirección de Estupefacientes, del Inco y de otros establecimientos estatales más por los que Uribe profesaba expresa simpatía, a cualquier observador, por ingenuo que sea, le debe asaltar la pregunta de quien está alimentando esta destorcida tan fenomenal.
Uribe no es manco ni censurado y tiene suficiente poder para ripostar. Pero donde lo haga mandando twiterazos o dejándose regañar del Procurador, se lo traga el remolino.
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