18
de septiembre de 2011 | REPORTAJE | Por:
María Jimena
Duzán
EN PLATA BLANCA Gina Parody, candidata a la Alcaldía de Bogotá, habla de las organizaciones políticas colombianas, de su relación con Uribe y el uribismo, de sus propuestas y de la campaña electoral.
“La
consecuencia de haberme salido de la U es que hoy puedo hablar tranquila”
María Jimena Duzán: Usted
acaba de anotarse un triunfo importante en una batalla larga al cuestionar la
manera como se dieron los avales a políticos vinculados con la ilegalidad en
Cambio Radical. ¿Algún parte de victoria?
Gina Parody:
Esta es una batalla larga que vale la pena dar porque tiene que ver con la
forma como se hace política en Colombia. Si es transparente o no y si se hace
pensando en el interés general o en el interés particular. La política y la
ilegalidad han estado juntas desde la época de la Violencia; han estado unidas
cuando llegó Pablo Escobar al Congreso de la mano del Nuevo Liberalismo, cuando
Ernesto Samper llegó a la Presidencia y ahora con el escándalo de la
parapolítica. No obstante, le aclaro: esta no es una batalla contra Carlos
Fernando Galán. Él es un joven político que tomó una decisión porque así lo
estimó. Lo mío no es una batalla contra nadie en especial ni contra un partido
en particular y la estoy dando porque creo que la ilegalidad en la política es
un tema que va a definir el perfil de los políticos de la próxima generación.
Si la ilegalidad es expulsada de la política, esta puede transformar el país.
M.J.D.: ¿Cómo hace un
político joven que quiere cambiar el mundo para transformar las cosas, con
partidos como los que tenemos?
G.P.:
Si uno quiere cambiar el mundo, no puede perder el alma. Cambiar el mundo
requiere tener el alma bien puesta. Cuando uno se alía con la ilegalidad,
negocia y convive con ella, está perdiendo el alma aunque esté ganando. Segunda
premisa: ¿qué son los partidos políticos en Colombia? ¿Son necesarios? Yo creo
que en una democracia los partidos son necesarios, pero no los partidos
políticos a la colombiana. Aquí no hay partidos, sino coaliciones de votos que
carecen de ideas y que se han originado en el seno del Congreso de la República
a partir de unas reformas electorales hechas por quienes quieren estar en el poder
y no a partir de unas reformas que amplíen la participación ciudadana en la
toma de las decisiones políticas. ¿Qué decisiones han tomado? Pues la de subir
el umbral, reformar la cifra repartidora…¡ todos, temas de mecánica política!
Por eso uno se pregunta, por ejemplo, ¿cuál es la política ambiental del
Partido Verde, que es el que debería caracterizarse por tener una y muy bien
estructurada? ¿Quién se ha pronunciado sobre
el tema de la pobreza en los partidos políticos? La falta de plataformas
ideológicas en esas colectividades es de tal magnitud que los candidatos que
están apoyados por esos partidos tuvieron que hacer
su propio programa porque estos carecían de bases programáticas. Pero, además,
no podemos hablar de partidos políticos cuando estos están aliados con la
ilegalidad, porque el primer derecho que se viola es el derecho político a
elegir o a ser elegido. Mire, lo que llamamos ‘partidos políticos’ es solo un
eufemismo. Por eso creo en las fuerzas independientes, por fuera de los
partidos políticos, que logren captar los derechos de los ciudadanos para
transformarlos en garantías.
M.J.D.: Algo me
dice que usted no hubiera llegado a esta conclusión si no hubiera entrado a La
U. ¿Se arrepiente?
G.P.:
Si no hubiera tenido la experiencia de estar en La U, hoy no podría hablar con
autoridad de este tema. Soy una persona que cree en los partidos políticos y
que trató de hacer política a partir de las ideas. Por eso, cuando el hoy
presidente Juan Manuel Santos me ofreció ser cabeza de lista de La U, yo le
dije: “Ahí hay cinco personas que necesito que salgan para yo poder entrar a
ese partido, pues tienen vínculos con la ilegalidad”. “¿Pruebas?”, me preguntó,
y le respondí: “Ninguna”. Él me creyó y aceptó mi propuesta. Sin embargo, en La
U había más colados. Con el tiempo esos rumores fueron creciendo, y yo sentía
que estaba perdiendo la vida aunque estuviera ganando. Se sabía que por lo
menos el 40 por ciento de la bancada estaba metida con la ilegalidad y no había
ningún rechazo, y para mí eso era lo más grave.
M.J.D.: ¿Pero por
qué no intentó dar la pelea por dentro en lugar de irse estrepitosamente?
G.P.:
Propuse ese rechazo a través de lo que yo llamé ‘la silla vacía’, que fue un
proyecto de ley que buscaba sacar los votos de las personas que sabíamos que
estaban condenadas y que habían obtenido su cauda política a través de las
masacres, del homicidio o del desplazamiento. Sin embargo, el Congreso se negó
a aprobarla por una razón de conveniencia de cortísimo plazo: la de que “íbamos
a perder las mayorías”. Ese día yo dije: “No puedo seguir aquí”. Si me quedaba,
el mensaje que les estábamos dando a mi generación y a la que me sigue es que
el crimen paga y que la política era el arte de tragarse los sapos, como dice
Carlos Fuentes en La Silla del Águila. Pero es que hay sapos que son
intragables, y uno de ellos es la ilegalidad. Fue una decisión difícil de tomar
porque el uribismo estaba en su momento más alto y muchos me dijeron que iba a
cometer un suicidio político. Sin embargo, la consecuencia de esa decisión es
que hoy puedo, en una campaña, sentarme con usted, tranquila, a hablar como
hablo, en lugar de tener que decir que todo fue a mis espaldas.
M.J.D.: ¿Les
aconseja a los jóvenes políticos que quieren incursionar en la política hacerla
por fuera de los partidos?
G.P.:
Lo que le digo a la gente joven es que hagamos política por fuera de los
partidos actuales y constituyamos organizaciones políticas en las que el
ciudadano cuente. Quitémosles el nombre de partidos a esas organizaciones
electorales y tomémoslo nosotros a partir de fuerzas ciudadanas independientes
que no están amarradas a la ilegalidad ni a los intereses particulares. Mire,
hacer política legal sí paga. Soy absolutamente optimista por mi caso y creo
que como el mío hay otros.
M.J.D.: ¿Y sobre
qué ideas piensa edificar su partido?
M.J.D.: En la
campaña da la impresión de que todos los candidatos están de acuerdo en todo y
que las diferencias reales son otras. ¿En qué se diferencia usted de los otros
candidatos?
G.P.:
Mire, es que creo que el tema no está en los programas, sino en la capacidad de
ejecutarlos, y ahí es donde yo creo que es importante el tema de la
independencia. Si usted tiene en un partido político unas personas que están
vinculadas a la ilegalidad –por ejemplo, al paramilitarismo–, ¿cuál puede ser
su política de seguridad para la ciudad? Yo soy una candidata independiente.
M.J.D.: La
independencia es un valor que cuesta. ¿No será que usted se puede dar ese lujo
de ser independiente porque es una candidata acaudalada?
G.P.:
Siempre existen mitos sobre las personas. Yo vengo de una familia
barranquillera. Mi papá tiene 83 años y lleva desde los 14 años trabajando en
lo mismo, en el sector del transporte marítimo. Y a partir de su trabajo disciplinado
ha construido un patrimonio, pero el principal legado que me ha dejado no ha
sido el dinero, sino la disciplina y la honestidad, y esas dos enseñanzas las
aplico a la campaña. Pero, además, todos los candidatos tenemos los mismos
topes y no nos podemos pasar de ese límite. Tengo un crédito por 200 millones,
con mi apartamento hipotecado, y así he hecho campaña toda mi vida.
M.J.D.: Usted ha
sido la única candidata que ha dicho que en Bogotá hay una presencia muy fuerte
de las bacrim, hecho que ha negado una y otra vez la secretaria de Gobierno,
Mariela Barragán. ¿No estará mal hecho su diagnóstico?
G.P.:
Quienes tienen el diagnóstico errado son ellos, que creen que el problema es
cultural. Es decir, que tiene que ver con que son muchos los bogotanos que
salen los viernes, se emborrachan, van armados y se matan. Por eso es que han
decidido cerrar las tiendas a las once de la noche. Sin embargo, le aseguro que
las madres no se sienten más tranquilas llevando a sus hijos al colegio si las
tiendas se cierran a las nueve de la noche. Ni el robo de celulares ha bajado
en el transporte público cerrando las tiendas a las once de la noche. Cuando
vemos que ese tipo de delitos ocurre a diario, tenemos que reconocer que la
ciudad tiene un problema muy grande.
M.J.D.: ¿Si llega
a la Alcaldía, cómo va a lidiar con un Concejo integrado por personas que
forman parte del cartel de la contratación?
G.P.:
Dicen que hay una lista de 12 concejales que estarían en el cartel de la
contratación. Se han revelado solo algunos de ellos y se ha podido saber que
pertenecen a La U y que, además, han sido reelegidos. Si sus concejales hacen
parte de la contratación, ¿cómo es que va a poder gobernar Bogotá? Yo creo que
Enrique Peñalosa debería salir a decir: “Aquí hay unas personas vinculadas con
la ilegalidad y yo no estoy con ellos. O ellos o yo”. Pero ese rechazo político
no se está dando y el mensaje político que se está dando es que nada importa.
Eso va bajando el umbral de la ilegalidad.
M.J.D.: ¿Quién la
ha defraudado?
G.P.:
Uribe. A él lo admiré con locura. Lo conocí en un foro de la Andi, cuando tenía
el 2 por ciento. Allí habló en detalle de economía, de política, de comercio
exterior. Yo dije: “Este tipo está bien formado para gobernar a Colombia”. A lo
largo de la campaña, cuando alguien nos atacaba, él me decía: “Tranquila, hija,
hay que vender la panela propia sin desprestigiar la panela ajena”. En sus dos
primeros años de gobierno no se negoció nada en el Congreso. Cuando a mí me
preguntan cómo voy a negociar con el Concejo, yo digo que sé cómo hacerlo. Me
decepcioné de Uribe cuando pasamos de la frase de la panela a aquella en que le
pedía a su bancada votar sus proyectos antes de que se fueran para la cárcel.
Desde entonces me he separado de él, aunque lo llevo en mi corazón. No puedo
olvidar que yo entré a la política de su mano.
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1 comentarios:
Esta página da vergüenza. Es una oda al Uberrimo y a su mandato de malnacidos actos coprófagos. Que desgracia esta "otra mitad de la verdad"
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