09 de octubre de 2011 | REGISTRO | Por: FRANCISCO SANTOS
No hay política clara, hay decisiones ad hoc de acuerdo con el escenario. Ejemplos abundan y la reformita a la Justicia es apenas el último de ellos.
Cuatro paros
importantes en el último mes plantean el comienzo del fin de la luna de miel
social del gobierno de Juan Manuel Santos.
El paro de
los trabajadores de la palma africana en Puerto Wilches auspiciado por la Unión
Sindical Obrera (USO), el sindicato de Ecopetrol, y con el patrocinio del
futuro Ministerio del Trabajo que mandó señales equivocadas y erróneas y tiene
60 mil hectáreas de producción paralizadas. El del sector petrolero en varios
campos productores del Meta nuevamente auspiciados por la USO, patrocinados por
el gobierno con su ineficacia en el manejo y de nuevo las señales erróneas y
con el respaldo de los grupos armados ilegales de extrema izquierda. El de
trabajadores estatales pues el gobierno firmó un acuerdo y como dice el dicho
popular “prometió para meter y después de haber metido incumplió lo prometido”.
Y está el de camioneros, anunciado para el lunes, pues otra vez durante meses
de negociaciones no se lograron resolver las inquietudes de un gremio que tiene
quejas legítimas, no todas.
No hay que
temerle al conflicto, la confrontación o a la protesta social legitima no
violenta. En la democracia eso es normal y todo sector busca en un momento dado
una demostración de fuerza que le permita extraer beneficios para su grupo
social siempre a costa de otro.
Lo que es
importante de analizar es cómo se comporta un gobierno frente a este tipo de
retos de conflicto que muestran su talante.
Lo primero
que hay que decir es que siguiendo una tradición histórica el gobierno de
Santos ha sido tolerante y liberal frente a este derecho democrático. Pero si
se hurga un poco se encuentran tres rasgos preocupantes que el presidente
Santos tendrá que corregir.
El primero
de ellos es decir si a todo. No se puede complacer a todo el mundo todo el
tiempo a toda hora. Este gobierno no parece tener claro para dónde va. Y manda
señales contradictorias. Un ejemplo, locomotora minero-energética va pero no va
ni exploración en San Andrés, o en el páramo de Santurbán o en Cajamarca. No
hay política clara, hay decisiones ad hoc de acuerdo con el escenario. Ejemplos
abundan y la reformita a la Justicia es apenas el último de ellos.
Los distintos
sectores sociales, políticos y hasta armados les miden el aceite a los
gobiernos. Ven sus debilidades y las aprovechan. Luego no es casual lo que hoy
sucede en el frente sociolaboral.
Una segundo
problema es que este gobierno no ha sabido asumir su papel de árbitro en los
conflictos. En los de Campo Rubiales y el de la palma africana ha sido al
contrario factor desestabilizante que por debilidad, desconocimiento o simpatía
por la causa de los trabajadores permitió que el problema se saliera de madre
como en el Meta o se estanque en Puerto Wilches pues hay desconfianza del
sector patronal con el gobierno y no hay necesidad de acuerdo por los
trabajadores pues sienten al Estado de su lado.
Y el tercer
problema es el de la indecisión. Los gobiernos son electos para tomar
decisiones. Por no hacerlo, en un sentido u otro, se crecieron los conflictos
hasta llegar a la situación de hoy.
En el
gobierno anterior todos los actores, incluyendo y especialmente los ilegales,
sabían a lo que se enfrentaban. Por eso no hubo paro de Fecode, se hizo el
primer acuerdo a 5 años en Ecopetrol y las pedreas y el vandalismo y bloqueo de
vías al que otra vez nos estamos acostumbrado eran escasos.
Si Santos no
corrige esa desatención y diseña políticas claras con límites bien
establecidos, los conflictos de ahora serán apenas el principio de una medida
de aceite permanente al gobierno.
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