09 de octubre de 2011 | COLUMNA | Por: MARÍA ISABEL RUEDA
Un acuerdo subterráneo entre las cortes, el Congreso y el Gobierno, fraguado detrás de un biombo de Palacio, para negociar de manera tripartita unos puntos de honor que permitan sacar avanti esta reforma a como dé lugar…
Ministro
Esguerra: retire usted esta reforma de la justicia. Y le voy a decir por qué:
para que le evite esta gran frustración al país.
Porque
estamos a bordo de una reforma que no está montada sobre el chasis de una
profunda meditación acerca de las causas de la crisis de la justicia. Aquí no
ha habido previamente una sinceración, como requisito indispensable para saber
a dónde queremos llegar en la manera como se imparte justicia.
¿Acaso
nos hemos preguntado a qué se debe su ineficacia? ¿A qué se debe su morosidad?
¿A qué se debe su congestión? ¿A qué se debe su decaimiento?
En
lugar de esas preguntas, aquí lo que ha habido es un acuerdo subterráneo entre
las cortes, el Congreso y el Gobierno, fraguado detrás de un biombo de Palacio,
para negociar de manera tripartita unos puntos de honor que permitan sacar
avanti esta reforma a como dé lugar, no importa si es a costa de los cambios
que verdaderamente necesita el país.
Y
como parte de esa negociación, se salva el Consejo Superior de la Judicatura,
con unos cambios que degenerarán en un ente peor que el Consejo Nacional de
Televisión. Se les amplía en cuatro años, hasta doce, el período a los actuales
magistrados. No se les quitan las facultades electoreras a las cortes. Y a la
Suprema se le permite sostener la farsa de que la doble instancia del
juzgamiento a los congresistas se puede surtir entre sus propios magistrados,
que funcionan bajo el aberrante "pacto de caballeros" de votar
unánimemente las decisiones de su sala penal. ¿Qué tipo de doble instancia
puede salir de eso?
Pero
la negociación no incluye la solución de ninguno de los siguientes gravísimos
diagnósticos: que la justicia en Colombia se politizó. Se corrompió. Aquí no
hay una política criminal. Y que como no la hay, en Colombia nos gobierna una
inseguridad jurídica apabullante, por cuenta de que la Constitución, las leyes,
los códigos, las penas y los delitos se cambian permanentemente. Todo el tiempo
estamos improvisando. Es decir que la justicia en Colombia está convertida en
una colcha de retazos. Esta reforma de la justicia, ministro Esguerra, será un
retazo más.
Ministro:
retire usted esta reforma, porque lo poco que tiene de positiva es mínimo,
comparado con sus gigantes omisiones y sus equivocados diagnósticos.
¿Qué
tipo de reforma es la que queremos hacer para salvar la justicia de este país?
¿Una constitucional, que cambie el modelo creado por la Constitución del 91?
¿Una legal, con medidas temporales para descongestionar la justicia? ¿Será que
más bien hay que descargar de trabajo a la Fiscalía, desconcentrando el monopolio
de la acción penal? ¿O será que debemos comenzar por recuperar el nivel ético
de abogados y funcionarios judiciales? Pero, sobre todo, Ministro, este no es
un Congreso con la libertad de espíritu suficiente para producir una reforma de
la justicia, con la independencia necesaria para acertar.
El
único espacio que tienen para legislar los congresistas en esta reforma es el
que les permite darle gusto a su juez natural, la Corte Suprema, que no quiere
que le quiten sus funciones electorales. No veo al primer parlamentario capaz
de pararse a decir que a la Corte Suprema hay que despolitizarla. Y mucho menos
para reclamar una verdadera doble instancia, por miedo a que mañana a ese
parlamentario lo destituya la Corte, con razón o sin ella. En esas condiciones,
el contenido de esta reforma de la justicia es extraordinariamente sospechoso.
¿Y cómo van a juzgar en adelante los magistrados a quienes tan generosamente
les alargaron el período? Esta no es una reforma consensuada, como nos la han
querido vender. Es una reforma negociada.
Ministro
Esguerra: retire usted esa reforma, antes de que terminemos dándonos golpes de
pecho por haber restablecido el Ministerio de Justicia.
¡SE ME
OLVIDA! Julio Mario Mario Santo Domingo insertó la
empresa colombiana en la economía mundial.
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