3 de noviembre de 2011 | EDITORIAL | Por:
JUAN
GABRIEL URIBE
EL tema del ex presidente Álvaro Uribe no es si se va a la oposición, sino si estará dispuesto a respaldar al presidente Juan Manuel Santos en su reelección.
Este es el
punto político que compete a los próximos dos años y como está el panorama,
luego de las elecciones regionales, no parece el arúspice de La U dispuesto al
asunto. Así vienen las cosas desde hace un año con un auge inusitado en las
últimas declaraciones de Uribe, donde tilda a Santos de hostil, hipócrita y
desconectado.
Los
términos, como casi siempre, son lo de menos; lo que importa es el tono.
Santos, incluso, se ha quedado sin contestar, bien por no casar peleas, bien
por mantener la majestad de su cargo, o bien porque no le interesa causar el
revuelo político que sí quiere Álvaro Uribe. Vuelve a repetirse que en Colombia
nunca se había dado un caso en que el sucesor nacido del propio cuño sea blanco
de ataques casi desde el comienzo de su mandato. El hecho evidente, pues, es
que Uribe definitivamente no considera sucesor a Santos, pese a prestarle todo
su patrimonio electoral, y al contrario, pareciera en contravía de incurrir en
la misma conducta de hace un año y medio que le sirvió para catapultar a Santos
a la primera magistratura, que este le ha agradecido con creces.
El problema
que tiene Uribe es que sin poder ser él quien se presente a las próximas
elecciones presidenciales, tendría que buscar o construir un candidato en estos
dos años. Por lo menos, de acuerdo con lo que dice, parecería imposible que de
nuevo apoyara al Presidente luego de prácticamente este modificar las políticas
más caras al ex presidente: reconocimiento del conflicto armado interno, fracturas
en la Seguridad Democrática, reinstauración de los Ministerios abolidos,
modificación integral de la política con los vecinos, cambio en las exenciones
tributarias, viraje de la polarización a la Unidad Nacional, nombramiento de
ministros opositores a la reelección, recomposición de las relaciones de la
Rama Ejecutiva con la Judicial, destape de ollas de corrupción durante el
gobierno anterior y reapertura de embajadas, entre otras.
Frente a
ello, sin embargo, Santos ha logrado varias preseas: mantenerse holgado en las
encuestas, ser el líder latinoamericano más popular, ampliar la coalición
política paulatinamente, conservar el unanimismo en los medios, sostener la
economía en 5% de crecimiento, incrementar la explotación y ganancias del
petróleo, humanizar la guerra a través de la Ley de Víctimas y mantenerse por
encima de la política cotidiana y al detal.
Aun así, si Santos quiere reelegirse -incluso mantener su gobierno a flote sin estremecimientos-, no puede graduar a Uribe de enemigo. Tampoco, hay que decirlo, lo ha hecho Uribe de Santos, y hasta el momento sólo lo considera hostil. Bajo las cifras frías es claro, especialmente en votaciones para Asambleas, que La U creció hasta 2.300.000 votos, muy por encima de los demás partidos. Y nada más que esa cifra puede ser la causal de matrimonio o divorcio.
Aun así, si Santos quiere reelegirse -incluso mantener su gobierno a flote sin estremecimientos-, no puede graduar a Uribe de enemigo. Tampoco, hay que decirlo, lo ha hecho Uribe de Santos, y hasta el momento sólo lo considera hostil. Bajo las cifras frías es claro, especialmente en votaciones para Asambleas, que La U creció hasta 2.300.000 votos, muy por encima de los demás partidos. Y nada más que esa cifra puede ser la causal de matrimonio o divorcio.
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