13 de noviembre de 2011 | La Claridad | Por:
Paloma Valencia Laserna
Hubo intentos como el de Piedad Córdoba de tomar vocerías que no le corresponden, y en esto también salieron bien librados los estudiantes que la abuchearon.
La educación
superior en Colombia requiere una reforma de fondo; pero no hablamos con
seriedad sobre el tema. La reforma del gobierno era inocua; se trataba de un
sistema de financiación, con buenas intenciones. La única novedad eran las
universidades con ánimo de lucro; todas las críticas que se les hacen son ciertas,
con el agravante de que en Colombia desde hace mucho existen universidades de
pésima calidad que a pesar de su calificación formal, son empresas que dan
réditos a sus dueños.
El informe
de Desarrollo Humano del Pnud dice que Colombia es el tercer país más desigual
entre los 129 países que se miden; sólo Angola y Haití nos superan. Una manera
de solucionar el asunto es implementar mayores programas de asistencia social;
aquello da resultados inmediatos pero no es sostenible en el largo plazo. La
verdadera solución a la desigualdad es impulsar la movilidad social y mejorar
los ingresos de los colombianos, para ello se vuelve imprescindible tener una
excelente educación. No sólo profesionales universitarios, sino técnicos de
gran nivel con buenos ingresos.
No deben
existir farsas en la educación superior. Se supone que miles de estudiantes
reciben una formación profesional, pero la calidad es tan baja que al salir al
mercado laboral continúan en el desempleo o encuentran cargos con salarios
comparables a los de quienes no estudiaron. Hay universidades públicas de
altísimo nivel como la Nacional, Valle, Antioquia entre otras; pero a su lado
hay otras que son tristes intentos. Las universidades en muchas regiones están
politizadas; hay estudiantes que se quedan por años ocupando el cupo de otros
jóvenes; unos pocos revoltosos que le alargan las carreras a través de paros a
quienes quieren terminar; burocracias ineficientes. El sector privado no se
queda atrás, títulos tras una formación deficiente.
El nivel de los
profesores podría ser mejor. Hay 111.253 profesores de educación superior en
Colombia, de ellos sólo 4.065 tienen doctorado, a pesar de que tenemos el
puesto 14 entre los países que más estudiantes de doctorado tienen en Estados
Unidos, en una lista liderada por China e India. En número de estudiantes de
postgrado colombianos en EE.UU., es el más alto en América Latina. Así las
cosas, el país a través de iniciativas como el Icetex y Colfuturo es capaz de
formar muchos doctores; lo lógico es que ellos llegaran a ocupar los cargos de
docentes en las universidades públicas y privadas, de manera que se viera la
inversión que hace el Estado en su formación internamente, pero las
universidades no abren espacio para estos jóvenes. Es necesario imprimirle flexibilidad
y concursos de méritos a la academia colombiana para mejorar las nóminas y
abrir espacios para los estudiosos.
Las marchas
fueron, en general, pacíficas y eso hay que celebrarlo. Los estudiantes y todos
los ciudadanos tienen derecho a manifestarse, expresar sus ideas y salir a
compartirlas con la comunidad; pero nunca puede aquello degenerar en actos
violentos y de destrucción que atenten contra los derechos de los demás
ciudadanos. Hubo intentos como el de Piedad Córdoba de tomar vocerías que no le
corresponden, y en esto también salieron bien librados los estudiantes que la
abuchearon. Ahora bien, el balance para el gobierno no es tan positivo; retiró
las universidades con ánimo de lucro a la primera crítica, y cuando las marchas
aumentaron, retiró el proyecto. El gobierno debe presentar sólo reformas por la
que esté dispuesto a jugársela, lo contrario denota poca seriedad en la
formulación.
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