14 de mayo de 2012 | Registro | Por: Rafael Nieto
Loaiza
La señora Ministra de Relaciones Exteriores ha cometido un error colosal cuando sostuvo que, en el litigio entablado por Nicaragua contra Colombia, “cualquier cosa puede pasar en esas posiciones salomónicas de la CIJ.
Puedo imaginar el desconsuelo de nuestros abogados en el caso,
con el ex ministro Londoño a la cabeza. Pero no puedo entender los motivos para
que la Ministra no haya corregido y renunciado.
En julio de 1919,
Nils Claus Ihlen, canciller de Noruega, hizo una declaración verbal en la que
sostuvo que “los planes del Gobierno Real [de Dinamarca] respecto de la
soberanía sobre la totalidad de Groenlandia… no encontrarían dificultades por
parte de Noruega”. El pronunciamiento tuvo un efecto determinante años después,
cuando Dinamarca y Noruega se enfrentaron en la Corte Internacional de Justicia
(CIJ) para determinar si Noruega tenía o no derechos sobre la Groenlandia
Oriental. En sentencia de 1933, la Corte determinó que Dinamarca tenía
soberanía sobre todo el territorio de Groenlandia, incluyendo la zona que
Noruega pretendía. La CIJ consideró que la declaración de Ihlen era un acto
unilateral jurídicamente vinculante. El hecho de que la declaración de Ihlen
violara el derecho interno de Noruega y que su Constitución estableciera que el
Estado sólo podría obligarse internacionalmente a través de tratados aprobados
por su parlamento fue absolutamente irrelevante para la Corte.
Desde entonces ‘la
declaración de Ihlen’ es conocida como el ejemplo emblemático de los efectos
que pueden tener las manifestaciones verbales de los jefes de gobierno y los
cancilleres.
Pues bien, la señora
Ministra de Relaciones Exteriores ha cometido un error colosal cuando sostuvo
que, en el litigio entablado por Nicaragua contra Colombia, “cualquier cosa
puede pasar en esas posiciones salomónicas de la CIJ. Nunca una de las dos
partes sale con las manos vacías” y añadió que “siempre al que demandan queda
aburrido”. Para que no haya dudas, aquí los demandados somos nosotros.
La Canciller entiende
mal la expresión ‘salomónico’, que no consiste en repartir un bien entre
aquellos que lo disputan sino en decidir sabiamente y con justicia, es decir
conforme a derecho. Y acepta de entrada que Nicaragua saldrá del pleito con
algo entre sus manos y anticipa que nuestro país perderá parte de lo que hoy
tiene. Se declara vencida. Que ignore que la Corte Internacional de Justicia no
da ‘contentillo’ y que con no poca frecuencia decide a favor de una sola de las
partes, sorprende. Que no sepa que es deber ineludible de los ministros de
relaciones exteriores ser especialmente prudentes y defender sin vacilaciones
el territorio y los derechos soberanos de sus estados, aterra. Que acepte de
antemano que Colombia pierda algo que le ha pertenecido desde siempre, indigna.
Sé que el embajador
de Nicaragua en Holanda entregó las declaraciones de la Canciller al Secretario
de la CIJ y a algunos jueces. Puedo imaginar el desconsuelo de nuestros
abogados en el caso, con el ex ministro Londoño a la cabeza. Pero no puedo
entender los motivos para que la Ministra no haya corregido y renunciado.
Después de semejante error, y por mucho que haya hecho bien otras tareas, era
lo único que le correspondía. Nada puede haber más importante para un canciller
que la defensa del territorio y los derechos soberanos de su Estado.
Entiendo aún menos
que, ante la ausencia de enmienda y renuncia de la Ministra, el presidente
Santos ni la haya destituido ni haya reafirmado los derechos colombianos en el
archipiélago de San Andrés y en sus espacios marítimos.
Nicaragua ha
apostado a que no pierde nada sino gana nada, porque hoy no tiene nada.
Cualquier cosa que obtenga será presentada como un triunfo. Y será nuestra
derrota. Una derrota que, de ocurrir, desde ahora llevará en la frente los
nombres de la Ministra y del Presidente de la República.
Fecha: Mayo 12, 2012
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