6 de junio
de 2012 |OPINIÓN| Por: Ernesto Macías Tovar
La referencia de haber sido Juan Manuel Santos -1997- quien propusiera una "zona de despeje" y una asamblea constituyente tras un diálogo con las Farc, hoy causa enorme preocupación su obsesión y el afán para firmar un acuerdo con ese grupo terrorista, al costo que sea.
Santos al inhibirse de responsabilizar a las Farc de
atentados terroristas; quiere mostrar gestos de paz donde no existen.
En los testimonios
del libro “Mi Confesión” el paramilitar Carlos Castaño narra que en una reunión
suya con Víctor Carranza y Juan Manuel Santos acompañado del periodista Germán
Santamaría, el hoy mandatario aceptó liderar un proceso de diálogo con las Farc
y enfrentar políticamente a Samper -presidente de entonces-. Y que en aquella
ocasión, afirmó en una rueda de prensa: “Presidente, la paz está de un cacho,
apártese”.
Por eso no extrañan
los calculados pasos que se están dando hoy desde la Casa de Nariño, los cuales
vislumbran los incalculables alcances de esa obstinación presidencial.
Causa especial
curiosidad la permisividad del gobierno con los shows de las liberaciones; un
ejemplo reciente es el caso de Langlois o “invitado” de las Farc, episodio del
cual no se ha explicado por qué fue transportado en helicóptero militar hasta
el presunto secuestro ni el despeje de la zona para su regreso, lugar en donde
ocho días después el mismo grupo asesinó también a un bebe y tres personas más.
Son elocuentes: los
mensajes subliminales de Santos al reiterar que tiene las llaves de la paz en
su bolsillo; las generosas concesiones que ofrece el ‘marco para la paz’ con
vocería política; inhibirse de responsabilizar a las Farc de atentados
terroristas; querer mostrar gestos de paz donde no existen; y vincular a
ciertos personajes extranjeros conocidos por sus posiciones radicales anti
estatales.
Es deshonroso que
Santos a través del senador Barreras, cabeza visible del santismo coyuntural,
acuda al señor Vivanco de Human Rights Watch para consultarle el texto del
“marco para la paz”; Vivanco opina que solamente los Estados violan los
derechos humanos y ha sido duro crítico de presuntos “crímenes de estado” y
frío observador de actos terroristas de las Farc; pero Santos lo trata como
amigo. Asimismo, admite asesorías en derechos humanos del español Baltasar
Garzón, a quien el Tribunal Supremo de su país condenó e inhabilitó por 11 años
por graves delitos; igual, desde un comienzo es otro amigote del gobierno.
Y, no sobra recalcar
que Santos mantiene aparentes relaciones diplomáticas con su “amigo” Chávez,
protector de las Farc, y con Correa quien recibió dinero del grupo terrorista
para su campaña a cambio de permitir la instalación de campamentos en su país.
Todo para lograr la firma de cualquier “acuerdo”.
Sin embargo, de esas
amistades son más los perjuicios que recibe el país que los réditos personales
que cree recoger Santos para sus propósitos. Y conociendo de antemano la
respuesta de las Farc a los gestos dadivosos que en el pasado les han dado, no
se requiere mayor esfuerzo para saber cuál será la réplica a la impunidad y otros
regalos legales que hoy les quieren entregar. Luego, nada bueno le quedará al
país de esas nuevas amistades del Presidente, las cuales tienen claro el
beneficio que reciben. Aquí aplica el adagio popular: ‘con esos amigos para qué
enemigos’.
Publicado: Junio 06, 2012
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