5 de junio
de 2012 |Zona franca| Por: José Obdulio Gaviria
Cuando la Seguridad Democrática estaba a punto de derrotar al terrorismo, llegaron los Buchanan redivivos a reinstaurar el derrotismo como política oficial del Estado.
La cobardía fundaba sus
esperanzas en comprar la paz con una moneda espuria: la vigencia de la
esclavitud.
Al triunfar Lincoln,
el Sur anunció que se separaría de la Unión. En el Norte, entonces, comenzó a
perfilarse una poderosa facción apaciguacionista, derrotista, leal sólo a sus
propios intereses personales. Los grandes periódicos norteños le pidieron al
partido de Lincoln, el republicano, que abandonara su programa con tal de
evitar la guerra. Propusieron ceder en el propósito de abolir la esclavitud y
firmar un acuerdo, una especie de "Marco Jurídico para la paz y el sostenimiento
de la Unión". La cobardía fundaba sus esperanzas en comprar la paz con una
moneda espuria: la vigencia de la esclavitud.
Buchanan, presidente
saliente, se lavó las manos. Su discurso "neutral" fue complaciente
con los rebeldes (los esclavistas). Hizo esta lectura desleal -traidora- de la
Constitución: "Ningún Estado tiene derecho a separarse, pero, igualmente,
el gobierno federal carece de poder para impedirlo". Hagan de cuenta el
moderno lema colombiano de que el terrorismo es imbatible; que aunque nunca
triunfará, el Estado tampoco lo derrotará; que las guerras 'insurgentes' solo
finalizan si los Estados claudican.
Tal lenguaje de
Buchanan, presidente en ejercicio, aupó la rebelión y puso a las potencias
europeas a pensar que la división era un hecho irreversible. Rápidamente
reconocieron a la fuerza insurgente y acreditaron embajadores ante el otro
"Estado embrionario", la Confederación.
Lincoln era realista
pero no cobarde. Mantuvo su lealtad con los principios, aunque sabía que
sostenerlos costaría sangre, sudor y lágrimas. Consideró posible cualquier
alternativa, menos la de ceder en esos principios para cuya defensa había sido
elegido. No se obnubiló con la idea de atraer al enemigo ni hacerse querer y
elogiar por él. Como se proponía obtener una paz perpetua, no oyó los cantos de
sirena de contentarse con una paz aparente y efímera.
Lincoln era un
moderado, pero sabía que había ciertos experimentos, concesiones al enemigo,
despejes y soluciones negociadas, que no podían repetirse. Él nunca tomó la
iniciativa de declarar la guerra; pero no rehuyó sus responsabilidades cuando
el enemigo la declaró.
Iniciadas las
hostilidades se abocó a obtener el triunfo. Siempre mantuvo un discurso leal a
las tropas gubernamentales; nunca aceptó que se descalificara la justicia de su
causa ni que se adulara al enemigo con la tesis de que sus motivaciones eran
justas o altruistas.
¿Eso quieren?,
ripostó a una comisión de "norteamericanos y norteamericanas por la
paz" que lo visitó: díganle al enemigo que tienen la paz a la mano, basta
que se rindan. Serán tratados con la dignidad y respeto que merecen siempre los
vencidos.
La suerte de los
norteamericanos fue que al ingenuo y/o pusilánime Buchanan lo sucediera el
inteligente, enérgico, tenaz y leal Lincoln.
Colombia ha tenido
una suerte contraria. Cuando la Seguridad Democrática estaba a punto de
derrotar al terrorismo (cáncer equivalente al esclavismo del siglo XIX),
llegaron los Buchanan redivivos a reinstaurar el derrotismo como política
oficial del Estado colombiano.
Un panfleto
caricaturesco (apócrifo) relativo al presunto apoyo de las Farc al "Marco
jurídico para la paz" desnudó al régimen derrotista. Un hacker medio
analfabeto puso a bailar en una pata al presidente Santos, quien exclamó
públicamente: "Damos la bienvenida a esa actitud". Y un senador que
funge como vocero de "la paz a cualquier precio", ahí mismo invitó a
'Timochenko' a hacerse elegir para el próximo Congreso. ¡Caramba! Cuándo se
convencerán de que 'Timo', 'Báez' (su gemelo de las Auc) o 'Gabino' (del Eln)
ni son imbatibles ni podrán ser actores de la democracia colombiana. Sus
crímenes, ¡qué podemos hacer!, los excluyen irremisiblemente.
Publicado: Junio 06, 2012
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