6 de julio
de 2012 |OPINIÓN| Por: PALOMA VALENCIA LASERNA
Uribe en un discurso elocuente repasó las prácticas de este gobierno que lo hacen incompatible con la ideología que lo eligió.
Fue un momento
crucial donde quedó claro que desde este día en adelante una cosa es el
uribismo, y otra muy distinta el santismo.
El sentido homenaje
que le rindió la sociedad a Fernando Londoño no sólo celebró que esté vivo,
sino que repudió al terrorismo y a los violentos.
Uribe en un discurso
elocuente repasó las prácticas de este gobierno que lo hacen incompatible con
la ideología que lo eligió. Precisó la diferencia entre la construcción de una
buena imagen de Colombia porque la realidad se transforma y aquella que
pretende el Gobierno de silenciar y acallar los problemas. Se quejó de que el
Gobierno persista en defender la dictadura chavista, pese al daño que eso
supone a los venezolanos y a los colombianos tan atormentados por el terrorismo
que alcahuetea el vecino mandatario. Desconoció el argumento diplomático de que
es mejor ser amigo de todo el mundo, recordando cómo el presidente Lleras
rompió relaciones con el tirano Fidel Castro. Mostró la inmoralidad del
argumento económico, que pretende comparar el valor del dinero con el de la
vida y la libertad de los colombianos. Criticó la política pública de la
demagogia, que remplaza las oportunidades con regalos. Se mostró insatisfecho
con el tratamiento a los militares hoy procesados por una Justicia que no les
otorga garantías y cuyo sentimiento de persecución da para que se acojan a
sentencia anticipada, aún considerándose inocentes. Apuntó a la necesidad de
consolidar la seguridad; no sólo con indicadores. Denunció que la disminución
del homicidio se debe a los pactos macabros entre los violentos, que viven la
paz porque se han dividido el control del territorio y las víctimas; el
secuestro se transformó en extorsión; y el miedo se ha vuelto el compañero de
tantos colombianos abandonados por el Estado. Y quieren que nos quedemos
callados.
La elocuencia sin
par de Londoño hizo un recorrido por la historia patria donde describió las
diferentes épocas y evaluó cómo se ha tratado el terror. Resaltó el heroísmo de
Valencia, ‘Presidente de la Paz’, que mostró que la paz es posible sin la
humillación del Estado. El valor enérgico de Barco en su combate contra el
narcotráfico. Exaltó todo cuanto el pueblo colombiano reconoce en el mandato de
Uribe. Y señaló con firmeza la concupiscencia de los otros gobernantes.
Fue un momento
crucial donde quedó claro que desde este día en adelante una cosa es el
uribismo, y otra muy distinta el santismo. Algunos analistas políticos
sostienen que esta división de la centroderecha dará lugar a que la izquierda
se abra camino hacia el poder. Discrepo de esa tesis. El presidente Santos no
puede catalogarse como del centro y menos aún de la centroderecha. Su gobierno
tiene todos los elementos que identifican a la centroizquierda; optó por un
Estado grande, aumentó la burocracia y el gasto estatal. Además tiene lenguaje
agresivo y burlón contra los ricos, “los voy a hacer chillar”, “quiero ser
recordado como un traidor a mi clase”. Comparte las políticas sociales del
asistencialismo y la demagogia. Santos es un clásico gobernante del Partido
Liberal, que ha sido, tradicionalmente la izquierda colombiana, inscrita desde
hace mucho en la Internacional Socialista.
Así las cosas, ayer
la centro derecha y el centro democrático abandonaron al presidente Santos. La
preocupación será para el mandatario quien ahora sabe que la mayoría de los
votos que lo eligieron, hoy no lo respaldan. Tendrá entonces que empezar a
conquistar nuevos electores dentro de los sectores de izquierda; sus votos
liberales deberán ser incrementados con votos del Polo y el Progresismo.
Publicado: Julio 7, 2012
Twitter:
@PalomaValenciaL
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