María Isabel Rueda
El país le perdona casi todo a Piedad Córdoba. Es cierto que a veces la insultan en la calle, pero esas voces son la excepción a un estatus de tolerancia en el que la mantienen los colombianos, porque entienden sus descaches de carácter en medio de las complejidades de su misión humanitaria.Por eso, los colombianos le pasan a Piedad asuntos que le cobrarían a cualquier otro colombiano. Le han perdonado cosas no tan graves, como sus chorros de babas cuando se ha tomado la vocería del control político en el Congreso, como hace unos años en el famoso debate sobre Invercolsa contra el entonces ministro Fernando Londoño. Tan mal sustentado por Piedad, que casi quedamos debiéndole a Londoño la devolución de las acciones de Ecopetrol. O cuando hace quince días dijo 45 minutos de bobadas sobre el campo, pero ni siquiera se apareció por el Capitolio a votar la moción de censura contra el Ministro de Agricultura.
El país, incluso, le ha perdonado a Piedad cosas graves. Como su invitación a los países del continente, durante un foro en México en el 2007, a ayudar a derrocar el gobierno ilegítimo, mafioso y paramilitar de Álvaro Uribe.
Pero la semana pasada sí creo que Piedad se pasó...
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