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Dic 10 de 1948
Peláez y Gardeazábal agosto 1 de 2018
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Las trampas del diálogo

Por: Mauricio Vargas
Está bien que la puerta del diálogo no esté cerrada con llave, pero ojalá Santos no la abra tan fácil

Difícil un arranque más auspicioso que el del gobierno de Juan Manuel Santos. Tomó posesión en un ambiente optimista, como lo revela el último sondeo de Gallup, con la inmensa mayoría del país satisfecha y agradecida con lo que Álvaro Uribe hizo bien, y esperanzada en que aquello en que se equivocó será corregido por su sucesor. 

Pero, claro, todo buen arranque eleva las expectativas, sube la apuesta y, en consecuencia, aumenta los riesgos de desencanto.

Santos ha atinado con buena parte de sus nombramientos. Y no solo en cuanto al gabinete de ministros, donde hay indudables aciertos, como Germán Vargas Lleras en Interior y Justicia, Juan Carlos Echeverry en Hacienda, Hernando José Gómez en Planeación y Germán Cardona en Transporte. 

También en otras entidades, Santos ha dado en el blanco: no hay mejor embajador en Washington que Gabriel Silva; José Miguel de la Calle es un excelente nombre para la Superindustria, y la confirmación de Felipe Muñoz en el DAS es la última oportunidad que queda de salvar esa entidad.

A la vez que acierta en las designaciones, Santos ha sabido mantener un delicado equilibrio en el mensaje. Sus señales de cambio han sacado de casillas a algunos furibistas -y, por momentos, al propio Uribe-, pero el nuevo mandatario las ha matizado con continuos homenajes de agradecimiento a su antecesor.

Sin embargo, hay temas explosivos, frente a los cuales el tono equilibrado y hasta conciliador del nuevo mandatario no basta. El sábado, en su discurso de posesión, cuando dijo que "la puerta del diálogo (con la guerrilla) no está cerrada con llave", despertó las esperanzas de los lagartos de la mediación -que siguen atentos a cualquier oportunidad- y de los dialoguistas. 

De otros apartes de su alocución y de las declaraciones del ministro Vargas Lleras, es posible deducir que las condiciones que plantea el nuevo gobierno son la liberación de quienes sufren el secuestro, el abandono de esa y otras prácticas abominables, y la declaración, por parte de los guerrilleros que se sienten a la mesa, de que lo hacen con el fin de dejar las armas. 

No está claro, no obstante, si esas condiciones deben quedar cumplidas antes del inicio del diálogo o si son apenas los buenos propósitos de la negociación que se iniciaría. ¿Cree realmente Santos en esta opción? Llama la atención que sea el primer Presidente en casi 30 años que no designa alto comisionado ni consejero de paz. Pero, aun así, corre el riesgo de alentar una presión interna e internacional a favor de que Colombia vuelva a los tiempos del diálogo, ese diálogo por el diálogo que tanto engaño y tanta decepción produjo y que tanto ayudó al fortalecimiento político y militar de la guerrilla. 

A pesar de que el anuncio de Santos es limitado, disparó las ofertas de mediación del presidente ecuatoriano, Rafael Correa, y del gobierno venezolano. No sería extraño que, en el clima de distensión que parece abrirse paso entre Bogotá y Caracas, Chávez pusiera como condición para el restablecimiento de relaciones el regreso a la mesa de negociación con las Farc y el Eln, cuyos voceros ya se declararon dispuestos al diálogo -a nada más- y pidieron la mediación de otros gobiernos.

Con lo desbaratado que anda el Eln y lo arrinconadas que están las Farc, para esos grupos terroristas cualquier amago de diálogo con el nuevo gobierno sería, de entrada, una victoria que, de paso, justificaría sus campamentos en Venezuela con la excusa de que son para facilitar la negociación. Cuidado, pues, presidente Santos. Antes de seguir siquiera sugiriendo que el diálogo puede abrirse, hay que dejar bien claras las condiciones, las mismas que ya han sido insinuadas por usted y por su Ministro del Interior.

De lo contrario, es mejor que la puerta del diálogo siga cerrada. Y hasta con llave.
mvargaslina@hotmail.com

Mauricio Vargas


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