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Peláez y Gardeazábal agosto 1 de 2018
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Otro horror

30 de sep. 2011 | COLUMNA| Por: PLINIO APULEYO MENDOZA

¿De dónde salen entonces las imputaciones que han servido de base para condenar a Jorge Noguera a 25 años de cárcel?
    ¿Quién puede entenderlo? En Colombia, los más flagrantes atropellos a la Justicia corren por cuenta de la Justicia misma. Y algo más grave: como los medios de comunicación, desbordados por toda suerte de denuncias, no tienen tiempo de investigar fallos o sentencias, se convierten sin quererlo en ciegas correas de transmisión, con lo cual la opinión pública -también ella- acaba por admitir lo inadmisible.

    La última y escalofriante injusticia cometida por la justicia ha caído sobre Jorge Noguera. ¿Dónde están las pruebas contra él? No existen registros telefónicos, informes de inteligencia, pactos o cualquier otra prueba que vincule a Noguera con los paramilitares. Ninguno de los comandantes de llamado Bloque Norte, llámese 'Mancuso', 'Jorge 40', 'don Antonio', Hernán Giraldo, Jossé Gelves o Javier Ochoa, ha hecho tal afirmación.

    Por otra parte, no existe prueba o indicio alguno de que Noguera hubiese participado en el homicidio del líder de izquierda Alfredo Correa de Andréis. Al contrario, quien aceptó su implicación en este crimen negó en dos ocasiones -en el año 2007 y en el juicio que tuvo lugar en el 2010- que en él hubiesen participado Noguera o funcionarios del DAS.

    ¿De dónde salen entonces las imputaciones que han servido de base para condenar a Jorge Noguera a 25 años de cárcel? De una joya de personaje llamado Rafael García. En otras ocasiones y en esta misma columna he contado cómo Rafael García, experto de alta competencia en el manejo de los sistemas electrónicos, trabajó con Noguera en el Puerto de Santa Marta y luego en la primera campaña de Uribe, antes de ser llevado al DAS por quien había sido su jefe y su amigo.

    Nunca Rafael García perteneció a las Autodefensas Campesinas. Así lo han declarado los jefes paramilitares. Era un hombre con un pasado limpio. De modo que para Noguera fue una escandalosa sorpresa el enterarse, gracias a una secretaria, de que García se encerraba sábados y domingos, sin los controles de rigor, para manipular archivos secretos. Advertida por Noguera, la Fiscalía le siguió la pista hasta descubrir que estaba borrando prontuarios de narcotraficantes y que a cambio de esto recibía pagos millonarios.

    El resto es de sobra sabido. Denunciado públicamente por el propio Noguera ante el personal del DAS, detenido y luego condenado a más de 20 años de prisión, García decidió acogerse a sentencia anticipada por las contundentes pruebas que obraban en su contra. De paso se sirvió el dulce plato de la venganza acusando a Noguera de haberlo llevado al DAS aprovechando su condición de paramilitar, y agregando a tal infundio otros más suculentos: participación en el asesinato del fiscal venezolano Anderson, celebración indebida de contratos, concusión, cohecho, fraude electoral presidencial, etc.

    Aunque todas estas imputaciones eran tan groseramente urdidas que acabaron hundiéndose, García consiguió que la tristemente célebre fiscal Ángela María Buitrago, muy apreciada por el colectivo de abogados mamertos, diera validez a una declaración suya, según la cual Noguera habría entregado a las Autodefensas una lista de líderes de izquierda para que fueran asesinados.

    Nunca pudo explicar García quién le habló del supuesto listado (unos detectives, decía) y cada vez que aventuró el nombre de un funcionario del DAS fue desmentido. Su astucia consistió en incluir en tal lista a un real asesinado por las Autodefensas, Correa de Andréis. ¿Cómo creer semejante infundio? Pero... No olvidemos que Ángela María Buitrago fue la misma fiscal que, con pruebas ahora desmentidas, logró una condena de 30 años para otro inocente: el coronel Plazas Vega. ¿Qué le espera al país con semejante justicia?

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