06 de octubre de 2011 | OPINIÓN| Por: FERNANDO LONDOÑO HOYOS
Sin un buen tejido de fábulas y sandeces no se logra condenar un inocente.
Valdrá
recordar que Jorge Noguera, ex director del DAS, no asesinó al profesor Correa
de Andréis, no le ordenó a nadie que lo hiciera y no tuvo participación previa
ni posterior en ese crimen. Y no lo decimos nosotros, sino que lo admiten y
declaran los magistrados de la Corte Suprema de Justicia que lo condenaron a 16
años de prisión por ese delito. ¿Cómo es posible, entonces, la condena contra
un inocente, como tal reconocido?
Con
la teoría de un tal Roxin en la mano, un profesor alemán que no tendrá idea de
los crímenes que se cometen en su nombre, ya condenaron al general Arias
Cabrales por las supuestas y nunca probadas desapariciones del Palacio de
Justicia. Y le aplicaron la misma medicina a Jorge Noguera, por un asesinato
que cometieron los paramilitares por orden de 'don Antonio', como lo ha
reconocido sin ambages este bandido en sus declaraciones ante Justicia y Paz.
Para
condenar a Noguera por concierto para delinquir, la Corte tenía que establecer,
nadie lo dudaría, que hubo concierto. Es decir, que Noguera se puso de acuerdo
con los paramilitares del Cesar, para poner el DAS a su servicio, como dice la
sentencia. Pero no anduvo con suerte la Corte. Porque interrogados todos los
paramilitares de la zona, declararon sin reservas que nunca conocieron a
Noguera de vista, trato y comunicación, como en lenguaje forense se usa
repetir.
Pero
el hoy ex magistrado Gómez Quintero no se quería quedar corto en su última
ponencia, algo así como su legado moral para Colombia. Y se funda en una orden
administrativa que impartió Noguera para cambiar un detective que andaba de
hablador revelando detalles de una acción de extinción de dominio, para deducir
que quería favorecer al paramilitar Hernán Giraldo, cuyos bienes ya habían sido
identificados por el DAS y que le fueron incautados en la diligencia a la que
no concurrió el detective trasladado, sino otro cualquiera funcionario de
policía judicial. La operación se hizo, los bienes se embargaron y quedaron a
disposición de la Fiscalía y en nada se afectó todo aquello por la orden de
Noguera.
Pero
cuando no hay más de dónde agarrarse, vale un tizón encendido. Y de semejante
nadería deduce la Corte que Noguera quería favorecer a Giraldo; y que si lo
quería favorecer era porque estaba con él concertado; y que si estaba en
concierto con Giraldo, también debió estarlo con 'Jorge 40'; y que si se
concertó con '40', era porque quería poner todo el DAS a su servicio. Se escapó
Noguera de quedar comprometido en la voladura de las Torres Gemelas. Era que
todavía no llegaba a la Dirección del DAS.
Pero
le faltaban a la Corte las acusaciones de ese delincuente dicharachero y
desvergonzado de Rafael García. Y no tiene más remedio que desestimar seis o
siete acusaciones grotescas que lanzó contra Noguera, hasta por delitos que se
cometieron en Venezuela. Y en lugar de reconocerlo mentiroso compulsivo digno
de ningún crédito, resuelve que sí ha mentido en todo, menos en acusar a
Noguera de robarse material de inteligencia del DAS para entregárselo a los
'paras'.
No
tiene la Corte prueba alguna de que ese material, una lista de sindicalistas
que se debían matar, hubiera existido. Y mucho menos de que la hubiera recibido
'Cuarenta', y por supuesto de que Noguera la hubiera sacado de archivos de
inteligencia. Pero no importa. La pena contra Noguera se estaba quedando corta
y había que ajustársela a 25 años. Luego García en eso, lo único, dijo la
verdad. Y si la lista no aparece, fue porque no se la buscó bien.
Jorge
Noguera fue condenado a morir en vida. Y su familia quedó destrozada. Y el
país, deshonrado. Pero la Corte se salió con la suya, y se desquitó del doctor
Álvaro Uribe, que es en el fondo lo único que importa. "Summum ius, summa
iniuria".
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