28 de abril de 2012 | Registro | Por: Rafael Nieto Loaiza
En Casa de Nariño cundió el pánico tras la última encuesta, que muestra al Presidente cayendo del 73% al 58% de favorabilidad. Lo grave aquí no es la cifra, alta en el escenario comparado, sino la aguda tendencia hacia abajo.
De mantenerse
la tendencia, es previsible que llegue con menos del 50% al momento del anuncio
(de la reelección) y muy por debajo
del 40% a las elecciones.
Al que anda entre la
miel algo se le pega. Un espectador desprevenido pudiera pensar que el giro
populista del presidente Santos es resultado de su coqueteo con la izquierda
latinoamericana, producto del fallido esfuerzo de hacer de bisagra entre Chávez
y sus áulicos y el resto del Continente. Pero cualquiera que esté atento al
devenir de la política interna sabrá que tal percepción no es cierta. En verdad
ocurrió que en Casa de Nariño cundió el pánico tras la última encuesta, que
muestra al Presidente cayendo del 73% al 58% de favorabilidad. Lo grave aquí no
es la cifra, alta en el escenario comparado, sino la aguda tendencia hacia
abajo. Peor si se considera que el sondeo se realizó en plena Cumbre de las
Américas, con exposición amplísima de Santos en prensa, radio y televisión.
Cuando se suponía que el Presidente estaría en su pico, la encuesta lo muestra
en caída franca.
El panorama es aún
más grave si se considera que queda un año para que Santos tenga que anunciar
su postulación a la reelección y dos para los comicios. De mantenerse la
tendencia, es previsible que llegue con menos del 50% al momento del anuncio y
muy por debajo del 40% a las elecciones. Si sigue como va, Santos tiene
embolatadísimo su segundo cuatrienio.
Así que las alarmas
sonaron a todo volumen en Palacio y Santos decidió jugársela sin perder segundo
con la oferta de las 100 mil viviendas gratis y el nombramiento de Vargas
Lleras en el Ministerio de Vivienda. La propuesta le permitió al Presidente que
el foco de atención de la opinión pública no fuera la encuesta, sino el remezón
ministerial y la oferta de las viviendas. De paso, neutralizó de manera
definitiva a Vargas, a quien además colmó de elogios. Con el nombramiento,
Vargas renuncia de manera definitiva a aspirar en el 2014 y Santos se quita de
encima semejante riesgo. Con las encuestas como van y Uribe en la oposición,
una candidatura de Vargas arruinaba la posible reelección del Presidente. La
oferta de las viviendas gratis, además, parece atacar el bajón de popularidad
de Santos entre los más pobres, 22 puntos por debajo de los estratos cinco y seis.
Lo malo es que la
propuesta probablemente no contribuye al propósito final de su nueva elección.
Por un lado, demuestra improvisación. No hay estudios que le den fundamento
técnico la idea, ni tierra sobre la cual desarrollarla, ni evaluación sobre su impacto,
ni mecanismos para asegurar que la adjudicación de las viviendas obedecerá a
criterios serios y no a la politiquería ni a los intereses meramente
electorales. Por el otro, la propuesta tiene efectos indeseables precisamente
en los dos aspectos donde el Presidente seguramente quiere tomar ventaja: la
construcción de vivienda y la generación de empleo.
Porque, por cada
vivienda que ahora regalará, el Gobierno podía subsidiar tres. Es decir, se
dejarán de construir doscientas mil viviendas de interés prioritario y social.
Porque el empleo que generarán las 100 mil viviendas es, como resulta obvio, la
tercera parte del que se generaría con los subsidios. Además frenará la
construcción privada de vivienda prioritaria y social porque no habrá mercado:
la gente preferirá esperar a ver si le obsequian la casita a hacer el esfuerzo
de comprar alguna subsidiada. Regalado siempre es más barato. Finalmente,
porque crea la cultura del regalo, erosiona la disciplina del trabajo,
desincentiva el ahorro e invita al uso politiquero del regalito presidencial.
¿Acaso vamos del buen gobierno al populismo descarado?
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