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Tentaciones de la violencia

13 de febrero del 2011 | OPINIÓN| Por: Rafael Nieto Loaiza

La bulla de las noticias hace perder la perspectiva. Ocurre ahora con la sacudida por los asesinatos de estudiantes…
..de todos los estratos en Córdoba o de dos sacerdotes en Bogotá, por las muertes de militares y policías a lo largo de nuestra geografía, por el aumento del secuestro, y por la información que cubre la liberación de secuestrados por las Farc.

Resaltemos que hoy estamos muchísimo mejor que hace ocho años y que los responsables son los presidentes Uribe y Santos. Hay un 95% menos de secuestros que en el 2002 y la tasa de homicidios está debajo de la mitad. Mal contados, 130.000 colombianos salvaron su vida en estos años. Los narcocultivos se redujeron un 60%, la producción de coca cayó más del 50% y los grandes carteles fueron desmantelados. Los paramilitares desaparecieron, el ELN es casi inexistente y las Farc fueron derrotadas estratégicamente.

La otra cara de la moneda es que el número de muertes violentas sigue siendo gigantesco, que el narcotráfico es aún el combustible de la violencia y hoy hay un buen número de minicarteles, que un remanente de los paramilitares se quedó en las armas y que otro tanto, ayer desmovilizado, ha vuelto a ellas y engrosa las bandas criminales, que las Farc siguen teniendo una mayúscula capacidad de hacer daño y que la seguridad ciudadana pareciera estar deteriorándose.

En otras palabras, avanzamos una enormidad, pero la tarea está lejos de estar concluida. La violencia es aún el principal problema del país y la seguridad debería seguir siendo la más importante prioridad del Estado.

Las dificultades se agravan porque el discurso oficial sobre la seguridad cambió. Como parte de su campaña, Santos hizo del salto “de la seguridad democrática a la prosperidad democrática” el eje de su propuesta. Para enfatizarlo, apenas se refirió a la seguridad en su discurso de posesión. Ni siquiera hubo mención a las Farc o al ‘terrorismo’. Finalmente, en el planteamiento de comunicaciones del Gobierno el tema está lejos de ser central.

Como consecuencia, la percepción es que el Gobierno no tiene como prioridad la seguridad. Ese vacío, sumado a una realidad que sigue siendo violenta, aumenta la sensación de inseguridad en la ciudadanía.

Y las tentaciones aparecen. Por un lado, la de pedir la cabeza del Ministro de Defensa o el cambio de la cúpula de la Fuerza Pública. Por el otro, la de promover cambios en la legislación, con la intención de ‘endurecer’ la legislación criminal mediante la creación de nuevos delitos, la disminución de la edad de responsabilidad, o el aumento de las penas. Más allá, la de buscar la legalización del narcotráfico. Por último, la de impulsar un proceso de paz con los grupos armados ilegales.

Sobre las otras me referiré después. Por ahora sólo baste decir que tumbar al Ministro, con apenas seis meses en el cargo, no sólo es prematuro sino injusto. Y está teñido de intenciones políticas y electorales. Los comandantes de Fuerzas Militares y la Policía son, de lejos, los mejores posibles dentro de las distintas armas. No cabe duda, por supuesto, que hay que hacer cambios, algunos importantes, en la estrategia y en las tácticas. Y que hay que darle vuelco completo a las comunicaciones. Pero el reconocimiento de la necesidad de esos cambios no puede llevar a reemplazar a quienes deben definirlos, planearlos y ejecutarlos. Sería un grave error y desmoralizaría aún más a la Fuerza Pública.

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