ATENCIÓN:
Todos las publicaciones, mensajes y/o comentarios de este Magazine están bajo la
protección del Art. 19 de la Declaración de Derechos Humanos, que estipula:
"Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones opiniones y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión".
Declaración Universal de los Derechos Humanos; Asamblea General de la ONU 
Dic 10 de 1948
Peláez y Gardeazábal agosto 1 de 2018
Escucha"#PEGA Peláez y Gardeazábal, agosto 1 2018" en Spreaker.

¿A quién terminaron golpeando?

10 de marzo de 2012 | Voy y vuelvo | Por: ERNESTO CORTÉS FIERRO

¿Qué más se puede sentir después de ver los ataques contra TransMilenio el viernes pasado? No es ni siquiera rabia. Es algo parecido a la frustración y la impotencia.
Y, sin embargo, no es eso lo que más impacta de aquellas imágenes propias de los tiempos bárbaros.
Es la forma como estos energúmenos la emprendieron contra estaciones, buses y taquillas. Era odio puro, desprecio, tirria y una alta dosis de frustración personal y social. No de otra forma se entiende la manera como se destrozó, se rompió y se saqueó un sistema que les sirve a los más pobres. Lo hicieron con una sevicia apenas comparable con la que ejercen los grupos homofóbicos. ¿Quién pierde?, ¿Petro?, ¿Peñalosa?, ¿los dueños de los buses?, ¿los dueños del cemento? No. Pierden los conductores que al fin consiguieron un trabajo digno, la humilde expendedora de tiquetes que de ahí deriva el sustento para sus hijos, el bachiller de Policía que es tan pobre como la mitad de la gente de esta ciudad.
Hay que decirlo claro: allí no estaba el trabajador que se frustra por el mal servicio del sistema, ni la joven que debe soportar el bus lleno, ni el estudiante, ni la ama de casa, ni las personas representadas en los llamados comités de usuarios de TransMilenio. Y no estaban allí porque su objetivo no es acabar con TransMilenio, sino mejorarlo. ¿A quién se le ocurre hacer parte de unas mesas de negociación, participar, opinar y después salir a romper las estaciones? Es probable que un acto de protesta pacífica haya terminado en manos de vándalos, esos sí, con agenda propia.
Lo peor de todo es que mientras no se atiendan las demandas de los usuarios -que se conocen de sobra, pero que por alguna extraña razón llevan años sin resolverse-, TransMilenio seguirá siendo la disculpa perfecta para saboteadores y pescadores en río revuelto, como sucedió el viernes.
Petro no es el responsable de los desmanes, ni más faltaba, pero la ausencia de estrategias claras para empezar a paliar las fallas del sistema y de un plan detallado de lo que será su política de movilidad sí le está complicando la vida.
ERNESTO CORTÉS FIERRO
Editor Jefe EL TIEMPO
@ernestocortes28
erncor@eltiempo.com

0 comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios de usuarios anonimos llenos de odio y con palabras soéces y/o calumniadores, serán eliminados.