OPINIÓN | Por: PLINIO APULEYO MENDOZA | Publicado: agosto 17, 2012
Izquierda es una palabra que luce como una flor en la solapa. Y derecha, un rótulo sombrío que nos endilgan a quienes nos permitimos recordar unas cuantas verdades de Perogrullo.
Nuestro
Estado no es, como cree la izquierda, el remedio para combatir la pobreza sino
parte del mal. Su único y real beneficiario entre nosotros es la clase política.
¿Qué duda cabe? Izquierda es un bonito sello ideológico.
Cobija a personalidades tan emblemáticas de esta tendencia como Ernesto Samper,
Piedad Córdoba o Navarro Wolff, a un buen número de columnistas y a los
dirigentes del Partido Liberal, de Cambio Radical, del Partido Verde y desde
luego del Partido Comunista y del Polo Democrático, así como a buena parte del
Partido de la U y ahora a quienes se congregaron en Medellín en busca de una
alternativa nueva y distinta del uribismo y el santismo.
¿Qué los une?
Propuestas tan atractivas para los estratos populares como la lucha contra la
pobreza, el incremento del gasto social, servicios públicos a bajo costo,
reformas agrarias encaminadas a quebrar latifundios y una política fiscal y una
planificación económica que permitan una real redistribución de la riqueza.
Todo ello, claro está, a cargo del Estado.
Sin embargo, tan
ambiciosos proyectos suelen encubrir dos posiciones ideológicas opuestas: la
que se identifica con la socialdemocracia y la que ahora anda tras el llamado
Socialismo del Siglo XXI. La primera agrupa al liberalismo, Cambio Radical y
otros partidos cercanos al Gobierno. La segunda al comunismo, al Polo
Democrático y, aunque difieran en sus medios de lucha, a las Farc y al Eln.
El rasgo distintivo
de todos cuantos en Colombia se consideran de izquierda es la satanización de
quienes no compartimos sus concepciones imponiéndonos el rótulo de derecha o de
extrema derecha y presentándonos como cavernícolas, amigos de los privilegios y
enemigos de las reivindicaciones populares.
Así quedamos
catalogados, por cierto, los voceros de un pensamiento liberal (no el de doña
Piedad, sino el de Adam Smith, Von Misses, Hayeck o Jean François Revel). De
poco valen que los liberales de Hispanoamérica intentemos demostrar cosas que
deberían resultarle a todo el mundo obvias. Así, como nosotros, debieron
sentirse los discípulos de Galileo cuando era vista como una herejía su
meridiana verdad de que la Tierra era redonda.
¿Cuál es nuestra
herejía? Decir, por ejemplo, que la pobreza se derrota mediante un modelo
liberal como el de Chile o de los 'tigres asiáticos'; modelo que se apoya en el
esfuerzo privado, el ahorro, las inversiones, el adelgazamiento del Estado, la
supresión de sus asfixiantes trámites y regulaciones y de los monopolios
estatales, empresariales y sindicales y, sobre todo, a fin de dar paso a una
verdadera economía de mercado, la búsqueda de una educación de alto nivel como
la que puso a Singapur en el primer mundo. Decimos también que entre nosotros
el Estado, manirroto, pésimo administrador, mal empresario, genera burocracia y
clientelismo y una cultura del trámite. No cumple, en cambio, las funciones que
son de su exclusiva incumbencia, como el orden público y la administración de
justicia, dejándonos expuestos a la inseguridad y a la violencia.
De modo que nuestro
Estado no es, como cree la izquierda, el remedio para combatir la pobreza sino
parte del mal. Su único y real beneficiario entre nosotros es la clase
política. En sus predios, monopolios y servicios pasta una profusa burocracia,
que eleva el gasto público y es entorpecedora, deficiente. "Adelgazar al
Estado -dice Mario Vargas Llosa- es la mejor manera de modernizarlo y
moralizarlo. Se trata, sobre todo, de poner fin al reglamentarismo kafkiano y a
los controles paralizantes y al régimen de subsidios y de concesiones monopólicas,
de prendas y dádivas".
Todo esto para nuestra izquierda son herejías de derecha. Los rótulos son
su arma de guerra. Izquierda es una palabra que luce como una flor en la
solapa. Y derecha, un rótulo sombrío que nos endilgan a quienes nos permitimos
recordar unas cuantas verdades de Perogrullo.
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1 comentarios:
Es una verdad a todas luces y mejor aun basada en datos y pruebas que todos conocemos, el gobierno hoy es una amalgama de los mamertos mas emblematicos, los politiqueros corruptos que por 8 años no tuvieron contraticos ni burocracia, por ello ahora son los abanderados del gobierno. es imposible de esconder un estado paquidermico aumentado por la clientela politiquera que da cargos a los congresistas y sus familias para tenerlos en la linea que quiere el gobernante de turno, hay ministerios donde la nomina de contratistas es el doble de los funcionarios de planta y quienes se la pasan viajando por el mundo y claro viaticando en dolares son contratistas que solo trabajan una vez a la semana, claro sus salarios son de 10 millones hacia arriba pero sus viaticos superan esa cifra en mucha cantidad y ahora al igual que el gobierno de patraña someten al pais a un dialogo entreguista premiando la delincuencia y aumentando la fauna mamerta del pais del asesinato y el secuestro al senado a las camara al concejo y claro al palacio de lievano. y lo peor permitiendo atentados terroristas para justificar el odioso dialogo. claro y salir como pastrana a buscar la presidencia diciendo que son los adalids de la paz...PRESIDENTE URIBE SALVE USTED LA PATRIA!
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