La Claridad | Por: PALOMA VALENCIA LASERNA | Publicado: oct. 20,
2012
Es difícil comprender que negociadores y Gobierno no previeran este discurso; sólo se explica por ese delirio -tan colombiano- de fundadores, de creer que por ser nosotros todo será distinto…
¿Cómo se le podrá imponer la ley a
quien se roba algo, cuando se le perdona a los asesinos?
Algunos se declaran sorprendidos del discurso de las Farc. No hay
nada nuevo; nada que no corresponda al accionar sistemático de esta
organización narcoterrorista.
Unos ilusionados en
su convicción de que la negociación es alcanzable se sienten defraudados por
las expresiones de cinismo de las Farc; es natural, pues el sueño de los
colombianos es la paz y en medio de tanto dolor es difícil no desearla. Otros,
en especial los negociadores, están desconcertados. Han sostenido que este
proceso no es como los otros, pero luego de este discurso peligrosamente
empieza a asimilarse a lo que el país conoce. Es difícil comprender que los
negociadores y el propio Gobierno no previeran este discurso; sólo se explica
por ese delirio -tan colombiano- de fundadores, de que cree que por ser
nosotros todo será distinto, tal vez legado por los colonizadores, o por la
ceguera que produce la vanidad. En fin, quienes se sorprendieron con el
discurso y aquello que persisten en decir que es sólo una estrategia de
negociación, están subestimando a las Farc.
Este grupo armado
que lleva 50 años en una guerra ilegal, y no está dispuesto a cesar su lucha
sino cuando consigan lo que han venido buscando: la transformación definitiva
del modelo económico y todo lo que ello implica. Hay algo de menosprecio en
quienes consideran que las Farc quieren unos cargos en el Gobierno, unas
fincas, sueldos para sus militantes o lavar los millones de dólares que han
acumulado con el narcotráfico. No se establece una lucha de tanto tiempo para
capitular por cosas así, pues todas ellas se podrían hacer sin negociar, hay
subterfugios para hacerlas. Las Farc tienen un modelo político y económico que
pretenden imponer; de eso se trata.
Por supuesto que se
trata de un modelo anacrónico, y como es el hecho mismo de persistir en
conquistar por las armas lo que las mayorías democráticas no aceptan. Las Farc
están quedadas en el tiempo, defendiendo un sistema que ya probó su inoperancia
y falló catastróficamente. La revolución comunista fracasó y el mundo lo sabe, pero
la influencia de Chávez los alienta. Chávez está involucrado en este proceso de
paz porque tienen ánimos expansionistas y quiere a Colombia dentro de su
proyecto bolivariano. El vecino venezolano estará tratando de convencer a las
Farc de que dejen las armas y opten por la política, como lo hace él.
Seguramente les prometerá financiación y cooperación para tomarse el poder.
Pero las Farc saben
muy bien que a través de las urnas no conquistarán el poder. El pueblo
colombiano no los aprecia, ni les perdonan los crímenes que han cometido.
Además, después de tantos años de persistir, dejar las armas para tener lo que
ya tienen no hace sentido.
Quienes insisten en
que con esta negociación nos acercamos a la paz, se equivocan. Una cosa es la
terminación del conflicto con las Farc y otro muy distinta es la paz. Este
proceso aportará, pero ya comandantes radicales, como el de la Teófilo Forero,
dicen que sólo “los gordos del secretariado se van a desmovilizar”, los otros,
los verdaderos combatientes, seguirán en pie de lucha. Además, el mensaje que
le da este proceso a las demás bandas criminales y grupos ilegales es que la
violencia puede ser un vehículo político.
Esta negociación
lesiona lo más profundo de la legitimidad del Estado, ¿cómo se le podrá imponer
la ley a quien se roba algo, cuando se le perdona a los asesinos? No hay
justificación para romper la ley, eso lo tenemos que aprender los colombianos.
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1 comentarios:
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