La Claridad | Por: PALOMA VALENCIA LASERNA | Publicado: feb. 23, 2013
El presidente Santos insiste en que se levantará de la mesa de negociación en cuanto vea señales de que las Farc no quieren la paz. Su ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, hace duras declaraciones sobre las acciones terroristas de las Farc.
¿Será que el
Presidente piensa como los amigos del proceso de paz, quienes insisten en que
los actos criminales de las Farc no afectan el proceso, pues la negociación los
admite?
El presidente Santos insiste en
que se levantará de la mesa de negociación en cuanto vea señales de que las
Farc no quieren la paz. Su ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, hace casi
todos los días duras declaraciones sobre las acciones terroristas y destructivas
de las Farc. No es fácil descifrar cuáles son las señales que el Presidente
atiende para medir el ánimo de paz, pues es claro que no son las que padecen
los colombianos.
¿Será que el
Presidente piensa como los amigos del proceso de paz, quienes insisten en que
los actos criminales de las Farc no afectan el proceso, pues la negociación los
admite? Negociar sin cese el fuego, según dicen, autoriza esas acciones, las
blinda contra las críticas. Sigo sin entenderlos. Se nos dijo que las Farc
tenían intenciones de paz, sin que sea claro aún qué quiere decir eso. El
sentido común indicaba algo así como que habían comprendido que la violencia no
los llevaría al control del Estado colombiano, que de alguna manera entendían
que la violencia no lleva a nada.
Lo que estamos viendo
los colombianos es justo lo contrario. Es un grupo en pie de lucha, con la
decisión de aumentar la violencia para obtener más y mejores beneficios. No una
negociación que nos acerca a la paz, sino una que entroniza la violencia como
un mecanismo eficaz. Sería bueno que Santos precise cuáles son esas señales que
necesita para levantarse de la mesa.
Pero no sólo los
ciudadanos somos incapaces de predecir y comprender a nuestro Mandatario. La
crisis en la mesa de negociación muestra que las Farc tampoco pueden hacerlo.
Santos estableció la mesa dándole de entrada concesiones a las Farc: se
sentaron como reconocidos defensores de la justicia social y de los campesinos
colombianos. Luego, el mismo Presidente da declaraciones en el Caguán, donde
denuncia con la verdad los crímenes y los abusos de esa organización criminal.
Por supuesto, las Farc no lo entienden. Lo digo sin estar de acuerdo con ese
proceso, que como he dicho, me parece un error histórico que ya le ha costado
mucho al país. No se puede llevar un proceso con señales ambiguas, pues se
rompe la confianza.
La imposibilidad de
descifrar al Primer Mandatario no le hace ningún favor a la democracia. Para el
póquer, que los contertulios no puedan anticipar en nuestro juego es una gran
ventaja; la sorpresa es un factor importante del triunfo. Pero otro, muy
distinto, es el escenario democrático donde la capacidad de predecir las
acciones de un gobernante hace parte de la seguridad jurídica. La opinión
pública debe tener un alto grado de certeza sobre lo que va a pasar, pues eso
impacta directamente sus decisiones sobre negocios, inversiones, gastos…
El Presidente tiene
que entenderlo; gobernar no es de ambigüedades y sorpresas. Por el contrario,
exige posturas claras y coherentes. Debe fijar límites precisos, y dárselos a
conocer a la opinión pública para que sea posible anticipar sus decisiones.
Además de esta
característica que impide siempre predecir las decisiones del presidente,
Santos tiene una peligrosa debilidad por las encuestas. Cada vez que baja toma
una decisión abrupta con el propósito de impactar la impresión de los
ciudadanos. Esta estrategia adolece del mismo problema ya explicado. La alta
política tiene principios, no es acomodaticia ni voluble. Los cambios abruptos pueden
generar un impacto favorable en el corto plazo, pero en el largo plazo esta
tendencia genera incertidumbre y lesiona la democracia.
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