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Dic 10 de 1948
Peláez y Gardeazábal agosto 1 de 2018
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Falsos positivos

Fernando Londoño H

Cúcuta - Colombia, Domingo 9 de Mayo de 2010
Las izquierdas comunistas lograron acuñar el término de Falsos Positivos para llamar las ejecuciones por fuera de combate, o mejor, si se quiere, los asesinatos cometidos por miembros de la Fuerza Pública contra ciudadanos indefensos. 
 
El término y la figura que evoca se aplicó a los jóvenes de Soacha que fueron apareciendo muertos en las vecindades de Ocaña, en Norte de Santander, como bajas causadas en combate por tropas del Ejército. Los mamertos, en coro unánime, dijeron que se trataba de asesinatos de inocentes, cometidos por el Ejército para conseguir vacaciones.
Trataron de decir también que los mataban por condecoraciones, pero éstas eran más vistosas y la contra prueba más sencilla. Alguien engañaba estos niños para llevarlos hasta su sacrificio en Ocaña. El Ejército cometía estos actos atroces y simulaba combates que nunca existieron. Los jovencitos de la historia nunca supieron lo que era un arma.

La historieta es tan imbécil, que nadie en sus cabales la creería. Importar muchachos de Soacha para matarlos en Ocaña tras el premio de un permiso de tres o cuatro días, es casi un imposible metafísico. Más fácil es la historia verdadera: los de Soacha eran delincuentes que le hacían mandados a la mafia que gira alrededor de Ocaña, cuna de próceres, ayer, y hoy nido de maleantes que atormentan las muchas gentes honradas de aquella región colombiana. En uno de esos viajes, y en alguna de sus pilatunas, el especialista en el “voy y vengo” tropezaba con su grupo con el Ejército y moría en combate. Eso es todo.

Inteligencia Militar conoce esa historia de memoria. La Fiscalía, de diez nombres conocidos, nos certificó de 6 un dramático prontuario judicial, de atracos, robos, extorsiones, asaltos, que demuestran la familiaridad de los muertos con los delitos y las armas. Pero las ONG querían sangre en el circo, y la cúpula militar, deseosa de más soles y de aplausos de la tribuna, como los que ganan los toreros malos y tremendistas, sangre les dio. Eso se usa desde el Coliseo Romano. Y tal vez se siga usando por siempre.

El espectáculo circense empezó con la destitución impiadosa de 27 oficiales del Ejército, encabezados por tres generales, nada menos. Como pasado año largo de la guillotina no aparece una sola prueba contra ellos, ahora nos dicen que semejante aparato publicitario se hizo para castigar la omisión en el lleno de formularios y la apostura de sellos. El General Suárez, triste verdugo de sus compañeros de armas, no sabe lo que es un combate, nos dicen, pero parece que muy bien lo que es una firma en el lugar adecuado del papel preciso.

Pero no era posible dejar desintegrar el tema de los Falsos Positivos. Porque todos nos preguntaríamos qué hicieron ese día el Presidente actual y nada menos que uno de los candidatos a sucederlo. Nada mejor que cambiar de pasto para las fieras, y emprenderla contra los modestos oficiales y los aún más modestos soldados que en cumplimiento de su deber dieron de baja a los delincuentes de Soacha. Unos cabos y unos soldados se pueden sacrificar sin mucho riesgo. Nadie sabrá de ellos y las altas personalidades que los mandan al cadalso seguirán durmiendo tranquilos.

Pero falló el cálculo. Un Juez de Garantías encontró mal que se venzan términos que la Ley exige para acusar un ciudadano y  puso en libertad los procesados. Hoy se estila lo contrario. Cuando la víctima es política, los términos no corren “porque la vida está primero”. Eso lo dijo algún juez, después de aprenderlo de la Corte. ¡Qué jueces tenemos, por Dios!

A propósito del hecho, llovieron rayos y centellas contra el Juez que cumplió la Ley. Y escuchamos y leímos unas declaraciones del Ministro de Defensa, que Dios nos ampare. Queda solo algo en claro: cuando los soldados triunfan, el Ministro, el Presidente y el Comandante son los Héroes. Cuando la cosa se pone maluca, los soldados se las arreglan solos. Los Héroes están muy ocupados para asumir responsabilidades y enfrentar problemas. Y así queremos ganar la guerra. 

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