12 de marzo del 2011 | OPINIÓN| Por: Raúl E. Tamayo Gaviria

En lo que llevamos de este año, hemos visto recrudecer la violencia ante la pasmosa tranquilidad de un gobierno centralista e incapaz…

La gallinita llega tarde y prendida al corral, casi borrachita. El gallo se baja de la vara donde todo el gallinero se preparaba para dormir y le dice a la parrandista:

-¿Con qué permiso te estás tomando las libertades de llegar tarde y con tragos a mi corral?

La gallina, con una pose desafiante, le dice:

-Oye cuadro, bájale el tonito a tu cacareo, que aquí la que pone los huevos soy yo.

Alarmados nos encontramos los colombianos que tuvimos ocho años de buen gobierno, con seguridad democrática, para viajar por el territorio nacional, para invertir y trabajar con tranquilidad, con una narcoguerrilla reducida y con una política internacional reconocida y respetada, aunque algunos vecinos nos ladraran desde las orillas, como a los caballeros andantes.

En lo que llevamos de este año, hemos visto recrudecer la violencia ante la pasmosa tranquilidad de un gobierno centralista e incapaz de exigirle al nuevo Ministro de Defensa un orden público eficiente, que garantice la vida, honra y bienes de los colombianos como lo ordena la Constitución.

Para no contar sino los dos primeros meses de este año, llevamos ataques guerrilleros a las poblaciones urbanas y rurales del Departamento del Cauca, las Farc volvieron a utilizar al Banco Agrario como su "caja menor", se volaron oleoductos -que ya no se usaba-, se volvieron a quemar buses en Urabá, entre Mutatá y Chigorodó en el mes de la fiesta ganadera, estalla una lancha bomba en el río Magdalena, explotan carros bomba en Arauca, secuestran en Huila, Córdoba, Antioquia, Vichada y en la frontera con Venezuela, en Neiva queman un carro de aseo, asesinan soldados, policías e infantes de marina. La narcoguerrilla secuestra veintitrés obreros de una empresa canadiense.

En Bogotá intentan asesinar al doctor Fernando Vargas Quemba y a sus hijitos a la salida del colegio. Este prestigioso abogado y escritor defiende a los militares y a las víctimas de las Farc, entre las cuales están las Comunidades Negras de Curvaradó, donde las narco-Farc, asesinaron a los dirigentes Manuel Moya, Juan Blandón y su hijo.

Mientras tanto, el almirante Édgar Cely, en EL COLOMBIANO, y el general Alejandro Navas, en La Hora de la Verdad, del exministro Fernando Londoño, dan parte de tranquilidad, como si estuviéramos en Disney World.

No soy muy amigo de las estadísticas, porque decía Carlyle que "con números se puede probar cualquier cosa", pero lo cierto es que llevamos, según Mackenzie, "entre enero y marzo, 75 militares muertos o heridos, (policías, soldados e infantes de marina) sin contar los civiles e indígenas". Y continúa Eduardo, "si no se baja el ritmo, tendremos al fin del año cuatrocientos cincuenta víctimas".

No hay duda de que bajamos la guardia, así el ministro Riverita y su alto mando militar crean que con la muerte del Mono Jojoy ya se ganaron los votos que le pusimos a Santos. Vamos para atrás en seguridad, y en relaciones internacionales vamos peor. Aquí hace falta un gallo que no se deje levantar la voz de las gallinas. Hace falta la fuerza y verticalidad de un Álvaro Uribe, que cuide "sus huevitos". Alfonso Cano ya le midió el aceite a Santos y espera otro Caguán pastranista u otra amnistía "Cesargavirista".

ÑAPA: El alcalde Alonso Salazar pretende silenciar las voces de los concejales que, con toda razón, le hacen un control político a su administración. Con reunir ruedas de prensa para decir "verdades a medias" no va a parar los argumentos de Bernardo Alejandro Guerra y Santiago Londoño. Que mejor nos explique las desmovilizaciones del grupo Nutibara, los eternos trabajos de la carrera Junín, los ocho años del Metroplús que viene desde Fajardo, la Clínica de Abortos y otras vainas.