17 de febrero de 2012 | OPINIÓN | Por: Plinio Apuleyo Mendoza
Después de fallos tan aberrantes, entiende uno que Luis Carlos Restrepo no quiera ser víctima de un atropello parecido y busque asilo político.
Muchos nos negamos a considerar
a Luis Carlos Restrepo como un vulgar prófugo de la justicia.
A propósito de la orden de
captura contra el excomisionado Luis Carlos Restrepo, altos funcionarios,
magistrados, dirigentes políticos y editorialistas repiten frente a cámaras y
micrófonos verdades incontrovertibles. La primera de todas: que todo
requerimiento de la justicia debe ser atendido. Y luego otra, igualmente obvia:
que no tiene por qué eludirlo quien está seguro de su inocencia. Si en vez de
ello, huye del país, es un prófugo de la justicia. Pues bien, con base en tan
universales principios, es el rótulo que ahora se le endilga al excomisionado
de Paz.
El único reparo a estas declaraciones es el de no ver la distancia que existe
hoy entre estos sagrados y universales principios y la realidad de nuestra
justicia. Para demostrarlo, bastaría recordar por enésima vez el fallo contra
el coronel Plazas Vega acompañado de una conminación al Ejército para que pida
perdón y al ex presidente Betancur para que comparezca ante la Corte Penal
Internacional. Falsos testigos acompañan detenciones o condenas a los generales
Arias Cabrales, Jaime Uscátegui, Rito Alejo del Río, al coronel Mejía Gutiérrez
y dos mil militares más, fuera de la mayoría de los recluidos en el pabellón
Ere de la Picota, empezando por Mario Uribe. Todos han tenido su 'Pitirri'.
Los medios de comunicación se limitan generalmente a servir de correas de
transmisión de inculpaciones y sentencias, sin que la opinión pública disponga
de otro elemento de juicio. Quienes por cuenta propia nos hemos ocupado de
expresar algunos reparos a tales decisiones judiciales alimentamos la sospecha
de que muchas de ellas eran producto de la guerra desencadenada por la Corte
Suprema de Justicia contra el expresidente Uribe y sus amigos. Pero me temo que
el problema tenga raíces más profundas y peligrosas. En efecto, todo indica que
una extrema izquierda, todavía débil en el campo electoral y sin reales
opciones de llegar al poder por la vía armada, se ha hecho muy fuerte en el
campo de la educación y en el de la justicia, hasta convertir a esta última en
un instrumento de guerra.
Hasta ayer no más, quienes se consideraban inculpados sin fundamento confiaban
en sus abogados y pruebas demostrables de inocencia. Plazas Vega y los
generales Arias Cabrales y Uscátegui jamás imaginaron que contra toda evidencia
iban a ser condenados a 30 o 40 años de prisión. Y ahora, después de fallos tan
aberrantes, entiende uno que Restrepo no quiera ser víctima de un atropello parecido
y busque asilo político antes de ser condenado como autor de una empresa
criminal y traficante de armas.
En su origen, no fue falsa la desmovilización de la unidad móvil 'Cacica
Gaitana'. He escrito en este diario la historia de Felipe Salazar (alias
'Biófilo'). Desengañado, buscó desmovilizarse con 20 guerrilleros, a quienes se
sumaron posteriormente diez más. Auténticos también. Los veinte falsos
desmovilizados aparecieron a última hora como milicianos bolivarianos remitidos
por 'Olivo Saldaña'. Y de ello nada supo Restrepo. Si hubo algún trámite
corrupto para hacer pasar como reales desmovilizados a quienes no lo eran, ese
delito (o error) debería ser imputable a los militares que cumplían la misión
verificadora.
Ahora bien, muchos de cuantos nos negamos a considerar a Luis Carlos Restrepo
como un vulgar prófugo de la justicia y lo vemos como un hombre de trayectoria
respetable, no entendemos qué sentido tiene ahora su propuesta de abrir una
campaña contra la reelección del presidente Santos, como si los alarmantes
desvíos de la justicia fueran endosables al Gobierno. En vez de hundir al país
en una discordia política, conviene unir a todas sus sanas corrientes en el
empeño de imponer una reforma a fondo de una justicia hoy viciada.
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