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Peláez y Gardeazábal agosto 1 de 2018
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A FLOTE

1 de julio de 2012 |OPINIÓN| Por: CRISTINA DE TORO

Gracias a los medios de comunicación que alertaron e informaron a la opinión pública y a las redes sociales que facilitaron una movilización rápida y masiva, la tristemente célebre reforma (o, deforma) a la Justicia, se hundió.
Sorprende, entonces, que el presidente Juan Manuel Santos siga diciendo que objetó la reforma oportunamente por considerarla "inconveniente".
Afortunadamente, y gracias a los medios de comunicación que alertaron e informaron a la opinión pública y a las redes sociales que facilitaron una movilización rápida y masiva, la tristemente célebre reforma (o, deforma) a la Justicia, se hundió, al menos por ahora, pues no faltará el picapleitos que a punta de demandas al Presidente o al Legislativo la reviva, porque nadie parece saber a ciencia cierta si el Presidente tiene la facultad para oponerse a las reformas constitucionales una vez aprobadas por el Congreso Nacional.

Sorprende, entonces, que el presidente Juan Manuel Santos siga diciendo que objetó la reforma oportunamente por considerarla "inconveniente".

Se necesita una buena dosis de cinismo para hacer semejante afirmación, cuando de todos es sabido que lo único "inconveniente" que logró hacerlo reaccionar, fue la indignada opinión pública que se le atravesó dispuesta a llevar el incidente hasta sus últimas consecuencias, de lo contrario, estaríamos padeciendo ya los desmanes de los orondos magistrados y de los sinvergüenzas parlamentarios (casi todos). Además, oyéndolo a él vanagloriarse de que sería recordado como el único Presidente que consiguió hacer una histórica (todo lo de él es grande o histórico) reforma integral a la administración de justicia.

Sí, el mismo cinismo que se requiere para hacerse el sorprendido ante unos micos que conocía de tiempo atrás, tal vez, algunos no tan creciditos como cuando se los presentaron, que seguramente engordaron a la par del voraz apetito de los congresistas que los engendraron; o bien, para ordenarle al Congreso que hundiera la reforma que con tanta urgencia y hasta el último minuto le pidió que aprobara.

Sin embargo, cuando hizo gala del más refinado sarcasmo fue cuando se dio cuenta de que su imagen podría salir lastimada, e intentó capitalizar políticamente el funesto suceso para aparecer como el bueno de la película, el héroe capaz de salvarnos de las garras legislativas y parlamentarias, ofreciendo, inclusive, el sacrificio del ministro Esguerra. Intento que resultó fallido, como quedó consignado en la reciente encuesta de Datexco, en la que su imagen favorable cayó al 55.44%.

Ahora bien, como en cualquier naufragio después del hundimiento salen a flote todo tipo de cosas, inclusive, algunas que no se conocían y otras ya olvidadas. En este caso particular aparecieron en la superficie, por ejemplo, las verdaderas caras de todas las ramas del poder, pudimos apreciar que siguen con las mismas mañas de siempre, vimos en su real dimensión lo corruptas y clientelistas que son; además se evidenció la desfachatez con la que evaden responsabilidades y cómo se incriminan unos a otros; salió a flote la astucia de las Altas Cortes y la manera tan solapada como pretendieron pasar de "agache", como si no hubiesen tenido nada que ver en el asunto, pobres mártires que les iba a tocar, entre otras, resignarse a la ampliación de sus períodos y de la edad de jubilación; igualmente, apareció flotando el desmesurado poder y los escandalosos sueldos de los secretarios de Senado y Cámara (ganan más de $300 millones al año), los señores Emilio Otero y Jesús A. Rodríguez , que, curiosamente, cuentan con el respaldo incondicional de la mayoría de congresistas.

Afortunadamente, entre tanto escombro, tanta basura, salió a flote una joya, sí, la conciencia que hemos adquirido de que es en nuestras manos donde está la soberanía, que somos el poder constituyente y podemos cambiar el rumbo del país en un par de días, tal como quedó demostrado esta semana.
Publicado: Julio 1, 2012

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