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Peláez y Gardeazábal agosto 1 de 2018
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Sin Jojoy, la desbandada

Por Alfredo Rangel
OPINIÓN Vamos a presenciar una avalancha de deserciones, no solo de centenares de combatientes rasos, sino de mandos medios e, incluso, comandantes y jefes de frente.
Sábado 25 Septiembre 2010

Después de 'Tirofijo', el 'Mono Jojoy' fue, de lejos, el más importante líder y estratega militar de las Farc.
Su muerte deja a esta guerrilla en un estado de total orfandad en su conducción militar, pues no hay en su interior un relevo con sus capacidades, tradición y prestigio.

Por ello, así como la muerte de 'Raúl Reyes' dejó a las Farc irremediablemente debilitadas en lo político y diplomático, la desaparición de Jojoy las deja sin posibilidades de recuperación en lo militar. 

Este es el fondo de tan excelente noticia. 

La respuesta del Estado al pataleo terrorista de las Farc en las semanas recientes no habría podido ser más contundente.

La comparación de las formas y los alcances de las dos acciones deja en evidencia de parte de quién está la favorabilidad de los vientos en el plano militar: mientras la guerrilla atacó en la periferia unos pocos blancos no militares y sin importancia estratégica, el Estado le responde con una acción de alta complejidad operacional que destruye el corazón mismo de la comandancia militar de la guerrilla. 

Semejante golpe reitera que en el territorio nacional no hay un solo lugar seguro para ningún miembro de las Farc, por importante que sea su rango o por alto que sea su nivel de protección. La guerrilla tendrá que volver a colocarse a la defensiva después de sus inútiles intentos por hacer demostraciones de fuerza, que más bien resultaron ser evidencias de su debilidad.

Con la muerte del Mono Jojoy, el más importante líder militar de las Farc, y de varios líderes del Bloque Oriental, el más fuerte de ese grupo guerrillero, queda afectada irreversiblemente la viabilidad militar de esa organización, en el corto y en el mediano plazo. 

Adiós a los cuentos de su reorganización y adecuación a las nuevas condiciones de la guerra, mucho menos de su fortalecimiento.

En el corto plazo, porque se derrumba su cacareada Operación Renacer, con la que pretendía sacudirse, por lo menos en el ámbito mediático, el polvo de la derrota luego de ocho años de seguridad democrática. 

Sin su líder principal y sin su bloque más fuerte, esa operación no será más que papel mojado.

En el mediano plazo, porque se sentirán las consecuencias de la enorme desmoralización y de la crisis de comando y control que producirá este golpe en las filas de la guerrilla. Muy seguramente, en consecuencia, vamos a presenciar una avalancha de deserciones, no solo de centenares de combatientes rasos, sino de mandos medios e, incluso, de comandantes y jefes de frentes. 

Con la desaparición de Jojoy, la sensación de no futuro, que ya abunda entre las Farc, se acentuará aún más, produciendo un cataclismo en la voluntad de lucha de esa organización.

De otra parte, aun cuando existía una abierta disputa entre Alfonso Cano y Jojoy por el liderazgo en el interior de las Farc, la muerte de Jojoy, paradójicamente, no fortalece a Cano, sino que lo debilita.

Cano hereda un Bloque Oriental resquebrajado, cuyos sobrevivientes, que veían a Jojoy como su único líder natural, no aceptarán con gusto la dirección militar de Cano, a quien, dentro de las filas guerrilleras, algunos siguen considerando como un advenedizo. 

La unidad y el liderazgo en el interior de las Farc se van a ver muy deteriorados, lo cual, a su vez, ahondará aún más la desmoralización y el desaliento.

Finalmente, si antes del golpe contra Jojoy era absolutamente improcedente la más reciente propuesta de Cano de realizar unos diálogos de paz sin condiciones previas -lo que para las Farc significa hablar, secuestrar y matar, todo al mismo tiempo, es decir, "dialogar en medio del conflicto"-, después de la desaparición del máximo caudillo militar de la guerrilla esa invitación es aún más inviable, mejor dicho, imposible. 

Con tan clara ventaja militar y política como la que hoy tiene el Estado sobre la guerrilla, al que está en capacidad de poner las condiciones para dialogar es el Estado y no la guerrilla. 

En consecuencia, si las Farc no aceptan entregar a los secuestrados, abandonar el secuestro y suspender unilateralmente todas sus acciones violentas contra el Estado y la sociedad como condición para adelantar diálogos de paz, al gobierno no le quedará más alternativa que seguir golpeándolas con la contundencia suficiente hasta convencerlas de que su elección es entre su debilitamiento progresivo y su irrelevancia política y militar o diálogos de paz bajo las condiciones del Estado.

Con la muerte de Jojoy, las Farc deben convencerse de que el Estado habla en serio y tiene argumentos suficientes para respaldar lo que dice. 



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