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Un mal ejemplo

29 de enero del 2011 | OPINIÓN | Por Salud Hernández-Mora
Mientras otros creen en la Justicia silenciosa y discreta; Baltasar Garzón suele utilizarla para hacerse famoso.

Resulta curioso la doble moral de algunas personas. En Colombia abominan -con justa razón- de las chuzadas ilegales, pero les parece intrascendente que un juez español practique esa aberración. Y no es lo único. Les recuerdo (segunda vez que lo hago) que a Baltasar Garzón lo tiene enredado la Justicia española por distintas causas.

Una es por chuzar a un abogado cuando hablaba en la cárcel con su cliente. Los partidarios del magistrado dirán que hizo bien, pues era la manera de encontrar pruebas contra el delincuente (de la derecha). Ya sabemos que la izquierda rancia, apolillada, y personajes estilo García Márquez consideran que los de su espectro ideológico tienen bula para cometer abusos.

Por ejemplo, siempre vieron en Fidel a un Presidente legitimado tanto para perpetuarse en el poder como para encarcelar detractores. Por ende, Garzón puede violar una de las reglas más sagradas del derecho a la defensa. 

Hay un segundo caso de Garzón que les entusiasma. Se empeñó en desenterrar unos terribles hechos relacionados con la Guerra Civil de 1936 que la sociedad española, por consenso, había sepultado. No sólo rompía un pacto sellado por todos los partidos, el comunista incluido, sino que lo hacía sin competencia, como le advirtieron. Pero a Garzón no le preocupa la Ley, sino apaciguar su desbordante codicia de pantalla, y siguió adelante.
Parte de la izquierda planetaria aplaudió el esperpento jurídico y social de revivir fantasmas y el gobierno de Zapatero se sintió feliz por la cortina de humo levantada en plena crisis económica. Conviene señalar que Garzón fue congresista del Partido Socialista y como juez siguió después haciendo política con sus decisiones.

Por último, otra perla. El famoso juez viajó a la Universidad de Nueva York a dictar clases en el 2006. Pidió permiso a su institución, la Audiencia Nacional, y le dejaron faltar un año percibiendo su salario completo. No contento con el ventajoso acuerdo, escribió al Banco de Santander para solicitar una contribución. Emilio Botín, presidente de dicha entidad financiera, corrió a entregarle 302 mil dólares, además de costear los gastos académicos de su hija y los de su secretaria particular en USA. En ese momento, el juez Garzón tenía en su despacho una investigación contra Botín, caso que terminaría archivando. Se me olvidaba otro ínfimo detalle: nunca declaró a la Audiencia Nacional el sobresueldo. 

En Colombia, sus seguidores alegan que fue el látigo de Eta, dando a entender que ese empeño es una actitud de "derechas", lo cual implicaría que estamos ante un juez neutral. Pero ignoran no sólo que combatir a esos asesinos es una exigencia por igual de socialistas y populares, sino que los crímenes de la Eta son jurisdicción de la Audiencia Nacional, en donde hay más magistrados que luchan contra dicha banda con idéntica determinación.
La diferencia es que los demás creen en la Justicia silenciosa y discreta; y él, en utilizarla para hacerse famoso.

Por supuesto que el orfeón que aclama a Garzón, en lugar de analizar las denuncias mencionadas, recurre al manido truco de descalificar como ultraderechistas, fascistas, a quienes discrepen de su pensamiento monocolor. Y eso que nadie, incluso la fanaticada española del citado señor, se atrevió a señalar al Tribunal Supremo que lo juzga de sesgado o de ultraconservador.

En suma, si quieren ese tipo de magistrado para Colombia, perfecto. Pero no vayan a escandalizarse el día que cualquier voz exija romper el acuerdo que borró los crímenes del M-19, o cuando alguien chuce abogados en sus reuniones privadas con imputados. Y, menos aún, repudien el que personas investigadas regalen dinero a sus jueces.

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