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Libia, tras muchas dudas

20 de marzo del 2011 | Registro | Por: Rafael Nieto Loaiza

Por fin el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas tomó la decisión de establecer una zona de exclusión aérea en Libia.
En el entretanto, murieron miles de civiles inocentes, masacrados en bombardeos de las fuerzas de Gadafi que nunca tuvieron en consideración el principio de distinción en combate entre población civil y objetivos militares, ni la obligación de tomar las precauciones necesarias para no afectar, o afectar lo menos posible, a los civiles y sus bienes.

De paso es posible que la injustificada demora haya supuesto la derrota de la revolución. El tirano, sus tropas y sus mercenarios han tenido tiempo suficiente, no sólo para detener el avance insurgente, sino para reducir a los rebeldes a Bengasi. De hecho, mientras escribo estas notas Libia, que anunció un alto al fuego, en realidad ataca sin contemplaciones a los rebeldes en esa ciudad, su último refugio. La resolución del Consejo llega tarde y es insuficiente.

Alguien dirá que, además, la decisión del Consejo no tiene suficiente asidero jurídico. La Carta de Naciones Unidas estableció un nuevo parámetro al sostener que el uso de la fuerza quedaba terminantemente prohibido en las relaciones internacionales, excepto en el caso obvio de la legítima defensa y en las decisiones tomadas por el Consejo de Seguridad en el marco del capítulo VII cuando se busca “mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales”. En el caso de Libia se trata, en palabras del embajador colombiano en la ONU, de una “intervención humanitaria”. No cabe duda de que la discusión sobre la legalidad de esas “intervenciones” está abierta y lejos de un consenso. 

Como sea, desde hace algo más de tres lustros el Consejo de Seguridad ha autorizado en ciertas ocasiones el uso de la fuerza con “propósitos humanitarios”. Que el criterio sea confuso, que haya doble estándar, que el juego de la política y no la catástrofe humanitaria sea el que defina los casos en que sí se interviene, son cuestiones que ameritan reflexiones posteriores.

¿Por qué la demora en la decisión del Consejo? Por un lado, era indispensable que Rusia y China, dos miembros permanentes con derecho a veto y con muchos intereses en Libia, manifestaran su disposición de no atravesarse a una propuesta que autorizara el uso de la fuerza. Por el otro, porque Estados Unidos no quería ir solo en la aventura y buscó contar con el respaldo de al menos algunos países europeos y árabes. Hasta que la semana pasada la Liga Árabe, en una sorpresiva declaración, no apoyó la creación de una zona de exclusión área en Libia, los gringos no se echaron al agua.

Colombia, que será por dos años miembro no permanente del Consejo, votó bien. De paso hizo un gesto positivo hacia los Estados Unidos, con quien tiene hoy unas relaciones mucho menos cálidas y cercanas que hace apenas algunos meses. Y mostró que no quiere equivocarse de nuevo como cuando, por ejemplo, amagó con no ir a la entrega del Nobel de Paz a Liu Xiabo, el activista y disidente chino. La política exterior debe ser pragmática, pero tiene que tener unos principios fundamentales que la informen. La defensa, protección y promoción de la democracia y de los derechos humanos y la lucha contra el terrorismo, han sido pilar de nuestra política exterior en la última década. Y no pueden dejar de serlo.

¿Se cumplirán los propósitos de la zona de exclusión área en Libia? Parece tarde para ello. Pero al menos en esta ocasión, después de muchas dudas, se ha actuado correctamente.

El País – Cali - Colombia

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