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Presidente liberal

20 de marzo del 2011 | El observador  | Por: Luis Guillermo Restrepo S.

Y como si algo faltara, el presidente Juan Manuel Santos perdió su legendario misterio cuando de hablar de política se trata.

Desnudó su verdad, dejando expósito al partido que ayudó a fundar cuando apostató del que ahora le vuelve a hacer latir su corazón.

La cosa no es tan extraña. Quienes lo conocen saben desde siempre que Juan Manuel Santos ha sido un liberal militante, fervoroso y combativo. Que su ambición por el poder no reconocía fronteras. Frescas están aún las épocas en que encabezó una protesta contra la primera reelección de quien fuera después su jefe. Eran momentos en los cuales todavía se podía pensar en la renovación del liberalismo bajo la férula de César Gaviria Trujillo, uno de los tantos jefes liberales que siempre desconfió de Santos a pesar de haberlo nombrado su Ministro de Comercio Exterior. Por eso, Gaviria nunca tuvo a Juan Manuel como un posible candidato.

Que esa renovación haya quedado en manos del frío y distante Rafael Pardo, fue cuestión de trámite. Ahora, después de ser elegido, será Santos el gran transformador porque con él regreso su partido al poder. ¿Qué duda cabe, cuando Santos es el gran patrocinador del retorno de Germán Vargas Lleras y Cambio Radical? ¿Alguien duda ahora que su nombramiento como Ministro del Interior era parte del juego?

Otra cosa es que ese partido lo haya tratado mal. Que muchos liberales, como Ernesto Samper y su carnal Juan Fernando Cristo no le permitieron satisfacer sus aspiraciones y hubieran denigrado del hoy Primer Mandatario. Que otros lo hayan abandonado cuando insinuó su candidatura, como lo dejaron solo en la conspiración contra el Samper elegido por la mafia, con Tirofijo y paramilitares a bordo.

Pero él tiene una coraza. Cuando vio que el hundimiento del liberalismo causado por su corrupción era inexorable, fundó la U, reuniendo a casi todos los liberales tránsfugas que abandonaban el barco. Se trajo a J.J., le creo hasta himno y sacó una bandera multicolor donde el rojo se mezcla con el verde y el amarillo, amalgama vistosa donde caben todos los maestros del clientelismo a quienes la ideología y los programas les son exóticos. Y se cuidó de la relación con los conservadores, a quienes Uribe, otro liberal renegado, manejó con el perfumado acento de los puestos y las prebendas.

Ahora, cuando el Partido Conservador naufraga en la corrupción y la mediocridad, y la U se destroza en las garroteras por el poder regional de los caciques, Santos va a la reunión de los liberales. Y destapa su corazón. Y declara su amor por la divisa. Y claro, bendice la unión con Cambio Radical, mientras los del partido de Uribe se miran entre sí, atónitos y preocupados.

En tanto, de los verdes queda el jirón dejado por personajes como Mockus y Fajardo que se sienten más importantes que su partido. Y del Polo Democrático Alternativo queda la palidez de Clara López la sobrina pálida de que habló el inolvidable Klim, esta vez más pálida aún ante la corrupción siniestra que acabará con su partido.

En el encuentro con sus nuevos mejores copartidarios, Santos dijo con emoción patriótica: “Me siento muy honrado de ser Presidente del Partido Liberal”. Ni siquiera los trinos le servirán para desmentirse. Y no tardará en regresar al lado de Samper y de Gaviria, trayendo consigo a los dueños del clientelismo duro que un día se llevó Uribe para formar el partido de la U, de la mano de Juan Manuel.

El País – Cali - Colombia

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