14 de septiembre
de 2011 | OPINIÓN | Por: Guillermo
Rodríguez
Uribe hoy es Colombia en el mundo. En tan solo un año ha visitado todas estas ciudades contándole a la comunidad internacional la experiencia colombiana durante su mandato con la firme tarea de derrotar la violencia y la pobreza con la seguridad democrática.
Si usted es uribista, esto le importa; si no lo es,
también. Y si es colombiano, esto le es imperativo. Muchos esperaban que Álvaro
Uribe fuera a ser un expresidente más, de agasajos en el Jockey Club, de cenas
privadas en Palacio, de manifestar muchas veces sus expresiones con desazón y
con las posiciones poco verticales que aquí son típicas de los expresidentes.
Tal vez los mismos que hoy no paran de atropellarlo con insultos, agresividad y
desidia, desconociendo también los aciertos de su obra de gobierno y dando por
hecho que sus ocho años de mandato fueron en vano. ¡Hay que ser muy ingrato
para desconocer lo que era el país hace ocho o diez años a lo que es ahora!
Otros teníamos claro que Uribe se dedicaría
a expresar en público sus opiniones y puntos de vista sobre
el país, siempre con esa perspectiva y claridad propias de un estadista probo.
Si esto lo pensábamos muchos colombianos, hoy nosotros mismos nos sorprendemos
por el espíritu de trabajo y vocación de servicio de Uribe con la patria. No
bastaron sus ocho años de gobierno para dar las grandes reformas y aciertos al
Estado, porque es un hombre de grandes éxitos internacionales, pasando por
diferentes foros alrededor del mundo donde brilla su paradigma frente a la
democracia contemporánea y el destino de las naciones en Latinoamérica.
Uribe, estadista claro y contundente,
dejó su mensaje en Washington, New York, Londres, Buenos Aires, Santiago de
Chile, Lima, Asunción, Panamá, San Pedro Zula, Tegucigalpa, Guatemala, México
D.F., Monterrey, Chihuahua, Ciudad Juárez, Quintana Ro,
Santiago y Santo Domingo, La Romana, Puerto Plata, San Juan de Puerto Rico,
Madrid, Budapest, Rode Island, Miami, Houston, Salt Lake City, Metz. Estas son
solo unas cuantas ciudades donde Uribe, el estadista de la gente, ha sido
escuchado con atención, aplaudido y ovacionado con respeto y cariño.
No hay lugar por donde pase Uribe y no
detenga el tráfico. Recordemos cómo lo hizo hace pocos meses cuando caminó
cerca de veinte cuadras de la carrera Séptima de Bogotá; personas de todas las
edades, nacionalidades, sin diferencias sociales, desde el gran empresario
hasta el más humilde panadero, y muchos jefes de Estado, han estado atentos
para saludarlo, y hasta posar para la foto con él. Es que no falta conocerlo
para percibir en Uribe un hombre de Estado con alto sentido de vocación de
servicio, memoria perfecta, sencillez y gran poder de comunicación de sus
ideas.
Uribe hoy es Colombia en el mundo. En
tan solo un año ha visitado todas estas ciudades contándole a la comunidad
internacional la experiencia colombiana durante su mandato con la firme tarea de
derrotar la violencia y la pobreza con la seguridad democrática. A mutuo propio y a honoris causa se
está dedicando a lo largo y ancho del mundo a hacer una fuerte defensa de los
valores democráticos en su esencia, las libertades públicas, los derechos ciudadanos
y la recta conducción de lo que se denomina un Estado, donde su valor
fundamental se centra en la persona, garantizándole seguridad, educación,
empleo, emprendimiento y calidad de vida. Uribe siempre ha sostenido que
defender la empresa privada sin política e inversión social es imposible, y que
mantener una sociedad sin empresa e inversión privada también, porque ahí es
donde converge el empleo que el desarrollo empresarial de los particulares
logra desarrollar.
La propuesta de Uribe siempre será
pensar en un equilibrio casi perfecto en las demandas sociales y garantizar un
flujo de inversión mínimo de 30 por ciento para poder crecer y seguir la senda
del desarrollismo. Todo esto siempre con un hilo rector y paradigmático que
será la seguridad democrática, la cohesión social y la confianza inversionista,
porque los gobiernos deberán garantizar con talante estos valores democráticos
con mucho celo, en especial en tiempos difíciles para economías prósperas.
Durante los ocho años de gobierno,
Uribe, sin intermediarios, mantuvo contacto constante, directo y permanente con
todos los ciudadanos, atacando la politiquería rampante, la corrupción y el
clientelismo.
No conozco antecedente alguno de
presidente colombiano que en solo un año de haber dejado de gobernar haya
visitado cerca de sesenta países promoviendo valores democráticos, libertad de
empresa y emprendimiento. En Ciudad de México cerca de tres mil personas lo
escucharon con atención, mil personas hicieron lo mismo en Ciudad Juárez.
Si a los bolcheviques anacrónicos de
este país les parece esto poco y que Uribe solo dedica su tiempo a pelear por Twitter, se jodieron.
¡Respeto,
por favor!
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