ATENCIÓN:
Todos las publicaciones, mensajes y/o comentarios de este Magazine están bajo la
protección del Art. 19 de la Declaración de Derechos Humanos, que estipula:
"Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones opiniones y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión".
Declaración Universal de los Derechos Humanos; Asamblea General de la ONU 
Dic 10 de 1948
Peláez y Gardeazábal agosto 1 de 2018
Escucha"#PEGA Peláez y Gardeazábal, agosto 1 2018" en Spreaker.

No maquillen a las bandas

Mauricio Vargas  El general Naranjo tiene toda la razón: no más narcos disfrazados de próceres políticos de la derecha

Óscar Naranjo es el oficial más brillante que he conocido en la Fuerza Pública desde que me inicié en el oficio de periodista. El general, que desde hace tres años está al frente de la Policía Nacional, además de un agudo hombre de inteligencia, es un analista político perspicaz que, cuando encuentra ocasión, sabe decirle al pan, pan, y al vino, vino, y hacerlo con argumentos claros y convincentes. Ahora que está en la agenda el tema de las vicepresidencias, me pregunto cuánto se va a demorar alguno de los candidatos en ofrecerle a Naranjo que sea su fórmula.
Pero ese es otro tema. En un enfático pronunciamiento en entrevista con EL TIEMPO el viernes, Naranjo advirtió, a propósito de los intentos de algunos personajes de la siempre etérea sociedad civil, de negociar una tregua entre bandas emergentes de Medellín, que eso sería repetir un viejo error: el de graduar a narcotraficantes de paramilitares y revestirlos con ello de un maquillaje político. Y bien dice Naranjo "repetir", porque este país ya cometió el desatino de otorgarles estatus político a los paramilitares que, bajo el nombre de autodefensas, sembraron el terror en medio país.
Esos paramilitares eran, antes que nada y sobre todo, narcotraficantes. Su interés en enfrentar a la guerrilla -o, mejor dicho, a los campesinos a quienes ellos acusaban de estar cerca de la guerrilla y a quienes masacraban, inermes- era defender sus regiones productoras de cocaína y sus corredores de exportación. La confrontación entre ellos y la guerrilla no era, como hábilmente pretendía Salvatore Mancuso, una guerra civil entre dos bandos políticos. Era una guerra mafiosa entre dos organizaciones criminales dedicadas al narcotráfico y a otros negocios corruptos, como la contratación pública en departamentos y municipios.
Cuando esa guerra se dio, hacía rato que las Farc habían dejado de ser un grupo de luchadores empeñados en derrocar al gobierno de turno y hacerse con el poder, para instaurar un régimen comunista. Hacía rato que se habían olvidado de todo eso, entre las lujosas camionetas 'burbujas' y el whisky Chivas del 'Mono' Jojoy en el despejado Caguán, su comportamiento traqueto y sus manos tan untadas de sangre como de cocaína y narcodólares.
En cuanto a los paramilitares, jamás fueron luchadores políticos. Desde el principio, su móvil fue defender el negocio que las Farc les disputaban. No hay que olvidar que el primer grupo paramilitar, el MAS, fue un invento del cartel de Medellín. Otra cosa es que muchos dirigentes -y algunos medios de comunicación, valga decirlo- se hayan dejado fascinar por el discurso esquizoide de Carlos Castaño o las cínicas justificaciones de Mancuso, para regalarles un ropaje político que jamás merecieron.
Y otra cosa peor es que, durante el primer gobierno de Álvaro Uribe, el comisionado Luis Carlos Restrepo se haya dejado llevar por la idea de convertir en proceso de paz algo que debía canalizarse como sometimiento a la Justicia. Lo que empezó mal terminó mal. Y con todo lo cuestionado que fue por ello, Uribe acabó por reconocer ese fracaso y despachar en un avión de la DEA a los 14 jefes paramilitares más importantes, que desde sus celdas seguían dedicados a matar y narcotraficar, algo que ya no pueden hacer desde las cárceles de Estados Unidos.
Por eso, la advertencia del general Naranjo es más que pertinente. Hay quienes le dicen, en respuesta, que la negociación con las bandas es inevitable porque la Policía no ha podido desbaratarlas. La cosa es al contrario: lo que hace fuertes a estos grupos, nada fáciles de derrotar, es negociar con ellos, darles estatus de interlocutores y otorgarles el poder de decir que van a dejar de matar por un ratico, para que la gente atemorizada de las comunas populares de Medellín se lo tenga que agradecer.
mvargaslina@hotmail.com

0 comentarios:

Publicar un comentario

Comentarios de usuarios anonimos llenos de odio y con palabras soéces y/o calumniadores, serán eliminados.